Una antológica historia de amor: En cuerpo y alma o los miríficos
senderos que separan y unen a las almas gemelas.
Título original: A teströl és
a lélekröl (On Body and Soul)
Año: 2017
Duración: 116 min.
País: Hungría
Dirección: Ildikó Enyedi
Guion: Ildikó Enyedi
Música: Adam Balazs
Fotografía: Máté Herbai
Reparto: Morcsányi Géza,
Alexandra Borbély, Ervin
Nagy, Pál Mácsai, Júlia Nyakó, Tamás Jordán, Gusztáv Molnár, István Kolos,
Annamária Fodor, Itala Békés,
Vince Zrínyi Gál, Attila Fritz, Zoltán Schneider, Réka Tenki,
Rozi Székely, István Dankó.
¡Gracias a Jose Luis (Joselu en la red), que me animó a verla, y a un arrebato contra mi incuria que
me espoleó ayer contrarreloj para llegar
a la sesión, he podido ver esta excelente En
cuerpo y alma! Hemos coincidido demasiadas veces como para que Jose no
estuviera seguro de que la película me iba a interesar. Lo que no me imaginaba
era que fuese tan rotundamente buena como es. Tiene todos los ingredientes que
se le pueden pedir al cine bien hecho: un buen guion; una más que curiosa
puesta en escena; unas interpretaciones que rebosan realismo por los cuatro
costados; una originalidad singularizadora y algunos leit motiv turbadores,
además de una dirección que sabe explotar con habilidad la ambigüedad propia de
una situación que se va desvelando en
tiempo real a los protagonistas y a los espectadores… Si, además, le añadimos
la estupenda atención documental a un proceso industrial como el del matadero
donde trabajan los protagonistas, se comprobará que estamos ante una película
con muchos posibles que se materializan de cabo a rabo. La película se abre con unas escenas idílicas
de dos ciervos, macho y hembra, en el bosque, y en las que el ciervo macho se
manifiesta acogedor y cariñoso para con la hembra. Esa imágenes, de cuya naturaleza
simbólica es difícil dudar apenas se le ofrecen al espectador, van a ir contrapunteando
la acción principal que se desarrolla principalmente en el matadero, pero
también en las casas de los dos protagonistas y en algunos otros espacios que
obedecen a la particular evolución e la protagonista. Una empleada, sustituta
de otra, acaba de llegar como controladora del nivel de calidad de la carne de
las reses que se sacrifican en el matadero. El director, tullido de un brazo,
se interesa por conocerla, pero se encuentra con un ser huidizo, ultraserio,
que evita la relación con los compañeros de trabajo y que, en sucesivos contactos
fugaces se manifestará, propiamente, como un extraño ser carente de emociones.
A partir del robo de un medicamento veterinario que puede ser, y ha sido, usado
como afrodisíaco en una fiesta, sin daños irreparables, una psicóloga es
encargada de entrevistar a los empleados para intentar determinar cuál de ellos
ha sido el responsable del robo. Cuando entrevista al director del matadero y
le pregunta qué ha soñado la última noche, descubrimos que las escenas de los
ciervos son el contenido de sus sueños. Lo que ignora la psicóloga, como lo ignoran
los espectadores, es que, formulada la misma petición de narración a la
protagonista, va a narrarle a la psicóloga un sueño que ya ha oído antes, como
se apresura a buscar y confirmar en su archivo. Así es como esos dos seres solitarios,
él por el fracaso con no pocas relaciones y ella por no haber podido empezar
ninguna a causa de su frigidez emocional superlativa “se ven” cada noche en sus
sueños, ante la incredulidad de la psicóloga que los reúne para que le expliquen
dónde está el chiste de confabularse para contarle el mismo sueño ce por be. A
partir de ese momento se inicia lo que podríamos llamar una relación “imposible”
entre ambos, que incluso incluye una cita para dormir juntos, ella en la cama,
él a sus pies en un colchón inflable, y “soñar juntos”. Una escena, por cierto,
en la que el plano cenital, por el borde del colchón, aparece dividido en dos,
como si fueran planos simultáneos en dos sitios diferentes. Más adelante un
contacto físico totalmente inocente, tocarle el brazo, recibe un retraimiento
por parte de la mujer que casi parece acusarle de propasarse contra el consentimiento
de ella. La mujer, que es doctora, hiperracional, decide buscar los medios a su
alcance que la ayuden a superar esa fobia al contacto. En esa fase de la
película es cuando emerge, ¡por fin!, un sentido del humor exquisito que
festonea los intentos de ella para salir de esa insensibilidad total en la que,
sin embargo, reconoce que no vive cómoda. Para que los lectores se hagan a la
idea, piensen en el personaje de Catherine Deneuve en Repulsión, de Polanski, y se darán cuenta del tipo de trastorno que
sufre la doctora, aunque esta, a diferencia de aquella, tiene, también, la
obsesión de la limpieza y el orden. Con estos mimbres, perfectamente tejidos
desde el principio, la acción avanza hacia donde la perturbación psicológica de
ella, poderosísima no puede por menos de conducirles: a la imposibilidad de que
lleguen a tener una relación “normal”. Es muy hábil, por parte del guion, que
el protagonista ignore lo que el público conoce: lo enorme inversión de ilusión
que ha hecho ella para superar su funesta condición, de ahí que cuando él,
resignado, pone fin a la relación, desesperado de que ella “despierte”, los
preparativos del suicidio liberador nos acongojen de tal manera que nos es
imposible seguirlos y contemplarlos con la crudeza con que se producen ante
nuestros ojos aterrados. En medio de ese sangriento ceremonial, y ahí se unen
las sangres de las reses y la suya en una sola, no vivimos más que para que
suene el teléfono que ha llevado con ella a la bañera “por si acaso” recibe esa
llamada salvífica que pueda hacerla desistir de su despedida. Y aquí lo dejo…Como
me ocurrió hace poco con la estupenda película rumana, Ana, mon amour, de Calin Peter Netzer, el anonimato por estos pagos
de tan brillantes actores consigue conferirle a la historia un plus de realidad
que con actores conocidos a veces resulta difícil. Una película dura y sin
concesiones en la que, ¡por suerte!, hay momentos incluso desternillantes. No
durará mucho en cartelera. La he visto en los Meliès. Pero está solo hasta el
día 7.
Mi objeción a tu crítica es que has contado la película por completo, tentación en que caen los entusiastas de una buena película si no se controlan. Después de ver la película estuve en Hungría y tuve ocasión de ver a los húngaros en la vida cotidiana. Me llevé una espléndida impresión salvo una multa que me pusieron en el metro por no haber cancelado mi título de transporte porque llevaba diez horas en el país y no conocía las perculiaridades del sistema de transporte. Fueron 25 o 30 euros que me supieron a cuerno quemado, pero la impresión del pais fue excelente. ¡Cuántas películas se estrenan fuera del circuito americano que son interesantísimas! Esta es una de ellas.
ResponderEliminarIba controlando, pero no niego que pueda haberme pasado un pelín... De todos modos, cuando la película tiene tantos valores propiamente fílmicos, el argumento no es una baza decisiva para ir a verla. Imagínate los "remakes", por ejemplo... He disfrutado mucho viéndola y la sutileza irónica de los gags me pareció deliciosa. De joven tuve un entrenador de natación húngaro, que se jodió medio cuerpo al tirarse de un tren en marcha para huir de la Hungría comunista...
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