domingo, 3 de agosto de 2025

«Dream Scenario», de Kristoffer Borgli, o la extraña vida de las felices ideas.

 

Un soberano hallazgo como oportuno pretexto para abominar de ciertos (ab)usos contemporáneos.

 

Título original: Dream Scenario

Año: 2023

Duración: 96 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Kristoffer Borgli

Guion: Kristoffer Borgli

Reparto: Nicolas Cage; Julianne Nicholson; Dylan Gelula; Lily Bird; Jessica Clement; Michael Cera; Dylan Baker; Tim Meadows; Kate Berlant; David Klein; Cara Volchoff;

Noah Centineo; Nicholas Braun; Amber Midthunder; Lily Gao; Jennifer Wigmore; Noah Lamanna; Sofia Banzhaf; Star Slade; Kaleb Horn; Paula Boudreau; Marnie McPhail; Mark Coppola; Maev Beaty.

Música: Owen Pallett

Fotografía: Benjamin Loeb.

 

          ¡Qué peligrosas son las ideas deslumbrantes! Básicamente, porque suelen tener poco recorrido, y enseguida comenzamos a verles las costuras y, por ende, sus limitaciones.  ¡No hablemos ya, por supuesto, de lo casi imposible que es encontrarles un desenlace a la altura de su brillantez originaria! Algo de eso le ocurre a Dream Scenario, aunque la película se ve con absoluto placer no solo por la invención motriz, sino por la actuación excepcional de un Nicholas Cage bastante apartado de los papeles e imágenes que ha frecuentado en la pantalla. Le secunda, en un claro papel menor, la excelente actriz que es Julianne Nicholson, quien dejaba sin habla en la película de John Krasinski Entrevistas breves con hombres repulsivos. Por lo que he leído sobre el autor, tengo la sensación de que está abonado al deslumbramiento de ciertas ideas que luego van perdiendo fuelle por el camino.

          En Dream Scenario todo funciona perfectamente hasta los últimos momentos, lo que acaso la convierta en la más lograda de las cuatro películas que ha dirigido hasta la fecha, siendo la última The Drama, de cuyo estreno aún no tengo noticia. La mezcla de lo fantástico con la vida cotidiana es el motor de arranque de una situación que vivimos desde el comienzo de la película: un aburrido y escasamente atractivo profesor de universidad aparece en los sueños de algunas personas cercanas a él, sin que él intervenga en la acción que se desarrolla en los sueños en ningún sentido, ni para alentarla ni para evitarla, lo cual genera un desasosiego terrible en las personas que luego coinciden con él en la vida real. Como el factor amplificador es determinante en ciertos registros fantásticos, esas apariciones comienzan a extenderse casi geométricamente, de tal modo que el «oscuro» ser humano de cuyas investigaciones se apropiará una colega para presentarlas como propias, va a dar un salto a la popularidad de tal naturaleza que cambiará su vida para siempre. Primero serán sus hijas, y más tarde su mujer, con quien parece mantener una gélida relación que excluye cualquier manifestación sexual, quienes mirarán al padre y al esposo como una «celebridad», porque, de un modo impremeditado dio su consentimiento para que una antigua novia suya, en cuyos sueños también aparecía, escribiera sobre ello en su bitácora, lo cual acaba viralizándose de tal manera que ya no hay usamericano en cuyos sueños no aparezca Paul Matthews.

          A partir de ese «salto a la fama» no deseado, la vida de la familia Matthews  cambiará radicalmente, como lo demuestra la intrusión en su vivienda de un hombre armado con un cuchillo de grandes dimensiones que «necesita» matarlo para lograr una paz que la presencia del profesor en sus sueños le ha robado. La explicación del policía que les atiende nos da una precisa idea del calvario que supone convertirse en objeto de deseo para unas audiencias morbosas cuya relación con los famosos está teñida de tan oscuras como a veces peligrosas motivaciones.

          Pero lo que un día llega, sin explicárselo, como un factor de éxito social que desborda la vida cotidiana del protagonista y de su familia, al día siguiente puede convertirse, sin haber movido ni un dedo para ello, en justo lo contrario: el ostracismo, el rechazo, e incluso la violencia. Este es el momento en que la película da un giro de 180 grados para ofrecernos la otra cara del éxito mediático. Hasta ese momento el guion se las había ingeniado para que asistiéramos a la representación de muchos sueños de muy distinta naturaleza, todos ellos muy interesantes, en los que situaciones angustiosas contrastaban con la presencia sosegada del viejo profesor de biología evolutiva, y algo había en ellos de aquel mundo onírico que tan bien supo plasmar Tim Burton en Big Fish. Repentinamente, ya digo, la presencia indiferente a la acción se transforma en lo más parecido a Freddy Krueger en Pesadilla en Elm Street, de Wes Craven, el último rey cinematográfico del género de terror. Poco a poco, la simpatía que despertaba el simpático y anodino profesor, con quien todo el mundo quería un selfish, saludarlo o tener un autógrafo, se transforma en el horror ante el sádico y salvaje asesino que intenta asesinar a quienes tienen la desgracia de soñar con él, y ello, como es obvio, despierta tan intenso recelo incluso en su propia familia que acabará durmiendo en el sofá, aunque como preludio de un ostracismo que acabará llevándolo a Francia como una estrella friqui del terror, en unas secuencias en las que la degradación del protagonista alcanza niveles difícilmente superables.

          Mostrar las dos caras de la sociedad que se está tejiendo alrededor del protagonismo de las redes sociales es uno de los loables y conseguidos intentos de esta película, porque no son pocas las escenas que hemos de «sufrir» en una creciente identificación con el pobre diablo que ha tenido, por su propia carencia de atractivo personal, que sufrir esos dos procesos de acercamiento al estrellato y de estrellarse contra el terrible desprecio ajeno. En ambos casos, insisto, sin tener ninguna participación activa en dichos procesos. Ese es el gran drama que convierte la vida de Paul en un juguete del Azar, que en mala hora lo escogió.

          La película tiene un punto de crueldad que me parece no solo justificable, sino necesaria, porque cotidianamente están sucediendo ante nuestros ojos hechos muy similares: prestigios que aparecen y desaparecen tan sin motivo como la aparición de Paul en los sueños de sus conciudadanos, como testigo o como sádico asesino.

          Conviene recordar la vida de perdedor que ha escogido el director noruego para su protagonista, porque en ese anonimato se contiene el horror de la sobredimensión pública que, en distintos sentidos, acabará teniendo su vida.

          Me parece que la historia progresa perfectamente hacia la apoteosis final de la degradación, un ridículo que, metafóricamente, se expresa en esa firma de ejemplares en el sótano de la librería, adonde han sido relegados por otro acontecimiento propiamente «cultural».

          La galería de personajes, sobre todo los amigos, exnovias y colegas que aparecen en la película, contribuyen a generar una visión social muy crítica de estos tiempos banales y venales en los que nos ha tocado vivir, o sobrevivir.

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