viernes, 31 de agosto de 2018

“Las hermanas”, de Anatole Litvak, esas obras “menores”…



 Película de intérpretes para un guion que tiembla: Las hermanas o el culto a las estrellas: Bette Davis, postOscar, y Errol Flynn sin sonrisa…

Título original: The Sisters
Año: 1938
Duración: 99 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Anatole Litvak
Guion: Myron Brinig (Novela: Myron Brinig)
Música: Max Steiner
Fotografía: Tony Gaudio (B&W)
Reparto: Errol Flynn,  Bette Davis,  Anita Louise,  Ian Hunter,  Donald Crisp,  Beulah Bondi, Jane Bryan.

Seré breve, porque la película, aunque merece ser vista, porque los espectadores tienen ante ellos muchos alicientes que Litvak consigue mantener a flote a lo largo de la película, podía haber sido bastante mejor de lo que es. Hay, en esta suerte de remedo de Mujercitas, demasiada ambición narrativa, lo que perjudica un desarrollo de la trama que, si centrada en la pareja de Davis y Flynn, acaso hubiera alcanzado los niveles de un melodrama más que aceptable. La historia es sencilla: tres hermanas van al baile de las elecciones, en el que se anunciará la victoria de Roosevelt. Allí se enamoran y se casan, no sin que antes la mayor, Bette Davis, rompa su compromiso con un pretendiente y escoja a un “encantador” periodista deportivo que aspira a escribir, como todos, la “gran novela americana” y consagrarse como autor de éxito. La realidad, sin embargo, es que el pretendido autor resulta un fiasco y por su carácter altanero incluso pierde el trabajo como redactor de deportes que les ayudaba a sobrevivir. Cuando llegan los malos tiempos, ella decide ponerse a trabajar, con la oposición rotunda de quien ya ha empezado a beber para “olvidar” el infortunio de su falta de inspiración, determinación y capacidad de trabajo. Convencido de que es un estorbo para su esposa, quien se coloca y pronto progresa en una empresa, convirtiéndose en la mano derecha del jefe, el marido desaparece de su vida, embarcándose en un buque mercante que va a Asia. A todo esto, los otros matrimonios de las hermanas tampoco son una balsa de aceite, por supuesto, pero nada puede compararse con la desgracia total de la primogénita, a quien sorprende en San Francisco el gran terremoto. Cuando el marido se entera, intenta, ante la lógica negativa del patrón de dar media vuelta, lanzarse al mar para regresar a nada, razón por la que lo detienen. Pasados cuatro años, vuelve a celebrarse otro baile de elecciones, en el que se anunciará la victoria de William Taft, al que asiste la mujer con su jefe, a quien, a pesar de todo, nunca ha dado esperanzas. Un amigo común le informa de que su marido ha regresado y de que está en el baile. Y la música de Max Steiner hace el resto…, para que un final feliz tome en plano casi cenital a las tres hermanas en la pista de baile entre la multitud… La película, ya digo, tiene unas sólidas interpretaciones, incluso por parte de Errol Flynn, que abandona sus personajes infaliblemente seductores para encarnar a un fracasado que ha de tomar duras lecciones de supuestas humillaciones, desde su perspectiva machista y absurdamente idealista, para acabar reconociendo la igualdad  ante el amor, el trabajo y tantas otras circunstancias (Obsérvese el detalle del gesto de Flynn en el cartel, toda una declaración de intenciones...). No olvidemos que el tufo antiguo que exhala la trama está muy de acuerdo con la época que se representa en la película: la acción transcurre entre 1904 y 1908. Quizás lo mejor de la película, desde el punto de vista cinematográfico sea las tomas del terremoto de San Francisco, muy conseguidas, con el personaje de la Davis queriendo mantenerse a toda costa en el domicilio conyugal “por si él regresa” para que pueda encontrarla. Cuando la sacan a la fuerza, porque van volando edificios dañados para tratar de controlar los incendios provocados por la catástrofe, acaba en la casa de una vecina, temiendo que “él” no llegue a saber nunca su paradero. El jefe para quien trabaja se moviliza y, en compañía del padre, logran dar con ella y devolverla al hogar familiar para que se restablezca. Me centro en el personaje de la Davis, porque los de sus hermanas presentan un desarrollo tan esquemático y discreto que ni merece la pena detenerse en ellos. En todo caso, hay algo ñoño en el conjunto de la acción que, sin embargo, está bien estructurada entre esos dos bailes electorales, una hermosa costumbre que aquí jamás a nadie se le ha ocurrido importar, a pesar de todo lo que importamos en necedades varias de Usamérica. Sí, digámoslo claro, es una “película de actores y de actrices”, como miles de las que se han rodado en todo el mundo a mayor gloria de esos seres fotogénicos y magníficos intérpretes capaces de seducir a los grandes públicos. A nadie le estropeará la tarde, si tiene Filmin o se tropieza con ella en cualquier otra plataforma.

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