El cine en el ojo del huracán, el sexo degradado, y la antipolítica…
Título original: Hi, Mom!
Año: 1970
Duración: 87 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Brian De Palma
Guion: Brian De Palma, Charles Hirsch
Música: Eric Kaz
Fotografía: Robert Elfstrom
Reparto: Robert De Niro,
Charles Durning, Allen Garfield, Lara Parker, Bruce Price, Ricky Parker, Andy
Parker, Jennifer Salt, Robbie Heywood, Leslie Bornstein, Paul Bartel.
No
hay director que no cuente entre sus obras con alguna rareza que, justificada
en el momento de la creación, pierde casi toda su potencial capacidad
transgresora apenas ha pasado una década. Sucede con Almodóvar, sucedió con
Godard y también, por supuesto, con Brian de Palma. La película, no obstante,
tiene algunos «valores» que permiten verla hoy con ojos de espectador arqueólogo
que visita las ruinas de un pasado no precisamente glorioso, pero en el que
identifica motivos, técnicas y propuestas muy dignas de ser revisitadas.
Hay
quienes descubren, dentro de l carrera del director, «constantes» de su
carrera, en este caso la esencial es el «voyeurismo» que anima al protagonista,
un Robert de Niro tan joven como ya experto actor con una pluralidad de
registros muy notable, si bien en esta ocasión, por la propia indefinición del
personaje, se mueve entre varios de ellos que parecen anularse mutuamente. El
protagonista, un director de cine, le propone a un productor de cine erótico un
proyecto de grabación con actores no profesionales a partir de imágenes robadas
sin consentimiento de estos. El método consiste en instalarse en un edificio
desde donde poder rodar en el edificio de enfrente los «momentos eróticos» de
sus inquilinos. A ello se suma el plan de seducción de una joven para «programar»
una relación sexual que será grabada de forma automática a una hora precisa. En
esos menesteres, la película transcurre como una fábula alrededor del cine, de
la imagen y del acto de mirar como una función creadora. La inspiración en
Godard s tan evidente como la falta de la amplitud ideológica del director
suizo, aunque la aventura sobre la comunicación y comunión interracial sí que
puede considerarse como un verdadero hallazgo godardiano, y un momento, el de
la sesión de los activistas, muy potente, desde el punto de vista
cinematográfico.
La
película, hija de la nouvelle vague, recurre constantemente, a pesar del
planteamiento inicial voyeurista del edificio de enfrente, al rodaje en la
calle, sobre todo para la acción paralela básica de la película que es el seguimiento
de un movimiento de defensa de la negritud con un lema Be Black que
pretende, a través del teatro de la crueldad, poner a los blanco en la
condición de los negros perseguidos y violentados en Usamérica. Toda esta parte
política militante acabará derivando en un planteamiento de tipo terrorista que
se explica mal en la política y contribuye, en parte, a lo errático de su
propuesta fílmica. Es, así mismo, la más parecida a los planteamiento de Godard
en La china, por ejemplo. Esa deriva nos llevará a un sorprendente desenlace de
la película, con la voladura donde vive el “terrorista” que ya está casado,
esperando un hijo y trabajando en el sector de los seguros. Las escenas de las
acciones políticas panfletarias en la calle, encuestas incluidas, son
extraordinarias y demuestran un pulso narrativo extraordinario. Así mismo, una
vez que el protagonista, John Rubin, fracasa en su intento de vender el vídeo
porno de la vecina seducida para ser filmada ante las cámaras -quien ocupa la pantalla,
al moverse la cara, es el vecino blanco que pertenece al grupo de agitación Be
Black, pintándose de negro todo el cuerpo, el pene incluido- Rubin acaba
integrándose en dicho grupo para participar en el espectáculo como policía.
Pues bien, los curiosos que se atrevan a ver esta película, tendrán un déjà
vu total y anacrónico al contemplar a Robert de Niro interpretando por
primera vez lo más parecido a la célebre escena de Travis en Taxi Driver frente
al espejo: Are you talking to me?
El protagonista, que acaba de volver de la Guerra
de Vietnam, decide explorar la vía de una carrera cinematográfica en el mundo
subterráneo del cine porno, una opción que, como su voyeurismo nato, se nos
presenta como un planteamiento antisocial, producto del resentimiento de quien
ha sido forzado a participar en una orgía colonial y geoestratégica que, sin embargo,
no parece pesar en el protagonista como la losa de un trauma; no obstante, hay
un cierto desquiciamiento de fondo, podríamos decir, que justifica -si no es
exagerado el término- su comportamiento, un desequilibrio emocional que se
transmite en el especial distanciamiento que hay entre sus deseos y sus actos.
Toda la ceremonia de la seducción de la vecina para poder grabar el vídeo, que
después acaba convirtiéndose en una seducción real, con él casi de marido
modelo no deja de ser parte de ese desconcierto que vie el espectador ante un
desarrollo argumental que exige mucho de él.
El
retrato inicial, el más poderoso, es el de la réplica de un director que se inicia
y queda sorprendido/absorbido por los recursos y las necesidades específicas de
un arte tan complejo como el cinematográfico. Ahí sí que hay una declaración de
amor al cine y un cierta vertiente autobiográfica que De Palma sabe explicar
con un uso de la cámara original y efectivo, del mismo modo que el cambio al blanco y negro para la parte
del Be Black consigue efectos de iluminación de una radicalidad agresiva
extraordinaria.
Con
todo ya digo, la película no pasa de ser una hija obediente de su época «rebelde»
con unos planteamientos no del todo bien digeridos y una deriva alocada que se
manifiesta en su magnífico final, que da título a la película.
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