La creación de
un detective clásico del celuloide: The Thin Man («El hombre delgado»)*,
de Dashiell Hammett, con su mejor encarnación: William Powell.
Título original: The Thin Man
Año: 1934
Duración: 89 min.
País: Estados Unidos
Dirección: W.S. Van Dyke
Guion: Albert Hackett, Frances Goodrich. Novela: Dashiell Hammett
Música: William Axt
Fotografía: James Wong Howe (B&W)
Reparto: William Powell, Myrna Loy, Maureen O'Sullivan, Nat Pendleton,
Cesar Romero, Pat Flaherty, Minna Gombell, Porter Hall, Henry Wadsworth, William
Henry, Rolfe Sedan.
[*The Thin Man, originalmente, se refería a uno de
los personajes de la trama en la que el detective Nick Charles se ve envuelto,
no a él; posteriormente, sin embargo, a medida que fueron sucediéndose las
secuelas de la presente, hasta cinco, el apelativo acabó siendo adjudicado al detective protagonista.]
The Thin Man
es la primera aparición en la pantalla del detective Nick Charles, expolicía
que ha dejado la carrera por su boda con una rica mujer. Estando de visita en
Nueva York, la hija de un viejo amigo se le presenta en el hotel para
informarle del más que extraño comportamiento de su padre y sus sospechas de que
pueda estar en peligro. El padre, un extraño inventor con negocios
ultrasecretos de los que no quiere hacer partícipe a nadie, ni siquiera a su
propio abogado, tiene una amante que pasa a formar parte de la larga lista de
sospechosos de su desaparición y no saben si muerte. La familia le pide a
Charles que se haga cargo del caso, porque temen lo peor por la desaparición
del atrabiliario padre. A pesar de su resistencia, Charles acaba investigando el
asunto para satisfacer a su mujer, quien nunca le ha visto hacerlo, a pesar de
la fama del mismo. La presencia protagonista se completa con la perrita de
ambos, Asta, un Fox-Terrier que, junto a William Powell y Myrna Loy constituyen
un trío protagonista que, por las constantes bromas entre los cónyuges,
hicieron las delicias de todos los públicos y convirtieron la más modesta e las
películas, rodada por un especialista en la «toma única», W. S. Van Dyke, en trece
días, en un auténtico clásico, y el primero de una lista de cinco secuelas que
obtuvieron excelentes resultados en la taquilla. Yo he visto tres de ellas, y
puedo asegurar que la compenetración entre Powell y Loy es tan perfecta que
bien podrían verse las seis películas de The Thin Man seguidas, como si de una serie se tratase.
William Powell,
que procede del cine mudo, supo abrirse camino en el sonoro por la excelente dicción
y el timbre peculiar de su voz. Habiendo encarnado villanos, como el Moriarty
en una versión muda de Sherlock Holmes, redirigió su carrera hacia la comedia y
la mejor prueba del acierto de ese cambio es esta película, que obtuvo cuatro
nominaciones a los Oscars y que constituiría todo un éxito social.
Las peculiares
maneras de investigar de Nick Charles mezclan la intuición con una especial
habilidad para la deducción y un raro instinto para meterse en la guarida del
lobo. Poco a poco va desarrollando su actividad y alternándola con la vida matrimonial, si bien esa dimensión
social se somete a pruebas como la alocada cena de Navidad a la que invita a
sus viejos compañeros de la policía, exconvictos y a la que se suman
periodistas que buscan de él noticias sobre el caso cada vez más complicado del
inventor desaparecido, cuya amante aparece misteriosamente muerta, aunque quien
la descubre es la ex del inventor, quien arranca de la mano del cadáver la
cadena del reloj de su exmarido. Al final, los antiguos compañeros lo persuaden
de que es un caso en el que él podría tener mucho que decir, y eso, añadido a
la petición de la hija, una jovencísima Maureen O’Sullivan, cuyo hermano, un
lector impenitente aspirante a criminólogo observa el trabajo de la policía que
se presenta en su casa propiamente como un
entomólogo. Todo ello son pequeños y grandes detalles de ambientación
que confieren a la película el poderoso carácter
de comedia ligera que responde, como las comedias sofisticadas de la época, a
la evasión de los espectadores. Recordemos que estamos a solo cinco años del
crack del 29, de cuyos efectos aún no se ha recuperado la totalidad del país.
La autoría de
Dashiell Hammet garantiza que el
desarrollo de la trama se mantendrá lo suficientemente «enredado» como para que
el antiguo detective de la policía, Nick Charles, sea capaz de ir tirando de
los cabos para hallar una vía segura que le lleve al descubrimiento del
asesino. Cuando los reúne es el momento de convocar a todos los sospechosos a
una cena, servida por agentes de policía disfrazados, en la que revelará el
nombre del culpable. Es la segunda «reunión tumultuosa» en la suite del
matrimonio, pero esta segunda tiene una naturaleza muy distinta de la primera,
cuando aún el expolicía no había sido persuadido para investigar a fondo un
caso para el que la policía no hallaba hilo del que tirar.
De hecho, será una inspección muy
detallada del laboratorio del inventor lo que le permitirá al detective, ahora
aficionado, antes profesional, descubrir los restos de un cadáver que acaban
perteneciendo al inventor desaparecido.
La película potencia,
a través de los esposos, el contraste entre el mundo lujoso de la esposa y el
pasado del expolicía , lo que permite no pocas bromas y cruces de agudezas
entre ambos esposos: un intercambio que se verá potenciado, porque era el
gancho para el público, en las secuelas.
La realización,
con todo, se ajusta bastante bien a lo que podríamos llamar los patrones del cine
negro, porque no son pocas las escenas en las que el juego de las sombras y los
contrastes muy marcados en la iluminación generan esa sensación de peligro y de
aventura propias del género, si bien luego todo se acaba resolviendo en el
contexto del género de la comedia. Con todo, y a pesar de la precipitación en
la filmación, algunos caracteres están bastante bien definidos, como el de la
exmujer o el del hijo intelectual.
En la medida en
que es la primera de la serie, merece ser recordada como lo que en realidad es:
un clásico del cine de detectives en un contexto de comedia que no aminora para
nada ni la investigación ni el desenlace del caso. No hay, por decirlo de otra
manera, ningún sospechoso que no sea absolutamente convincente, y eso es
definitivo para una película como la presente.
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