jueves, 16 de septiembre de 2021

«La cena de los acusados», de W.S. Van Dyke o lo mejorcito del cine de detectives…



La creación de un detective clásico del celuloide: The Thin Man («El hombre delgado»)*, de Dashiell Hammett, con su mejor encarnación: William Powell.

 

Título original: The Thin Man

Año: 1934

Duración: 89 min.

País:  Estados Unidos

Dirección: W.S. Van Dyke

Guion: Albert Hackett, Frances Goodrich. Novela: Dashiell Hammett

Música: William Axt

Fotografía: James Wong Howe (B&W)

Reparto: William Powell, Myrna Loy, Maureen O'Sullivan, Nat Pendleton, Cesar Romero, Pat Flaherty, Minna Gombell, Porter Hall, Henry Wadsworth, William Henry, Rolfe Sedan.

 

[*The Thin Man, originalmente, se refería a uno de los personajes de la trama en la que el detective Nick Charles se ve envuelto, no a él; posteriormente, sin embargo, a medida que fueron sucediéndose las secuelas de la presente, hasta cinco, el apelativo acabó siendo adjudicado al detective protagonista.]

 

         The Thin Man es la primera aparición en la pantalla del detective Nick Charles, expolicía que ha dejado la carrera por su boda con una rica mujer. Estando de visita en Nueva York, la hija de un viejo amigo se le presenta en el hotel para informarle del más que extraño comportamiento de su padre y sus sospechas de que pueda estar en peligro. El padre, un extraño inventor con negocios ultrasecretos de los que no quiere hacer partícipe a nadie, ni siquiera a su propio abogado, tiene una amante que pasa a formar parte de la larga lista de sospechosos de su desaparición y no saben si muerte. La familia le pide a Charles que se haga cargo del caso, porque temen lo peor por la desaparición del atrabiliario padre. A pesar de su resistencia, Charles acaba investigando el asunto para satisfacer a su mujer, quien nunca le ha visto hacerlo, a pesar de la fama del mismo. La presencia protagonista se completa con la perrita de ambos, Asta, un Fox-Terrier que, junto a William Powell y Myrna Loy constituyen un trío protagonista que, por las constantes bromas entre los cónyuges, hicieron las delicias de todos los públicos y convirtieron la más modesta e las películas, rodada por un especialista en la «toma única», W. S. Van Dyke, en trece días, en un auténtico clásico, y el primero de una lista de cinco secuelas que obtuvieron excelentes resultados en la taquilla. Yo he visto tres de ellas, y puedo asegurar que la compenetración entre Powell y Loy es tan perfecta que bien podrían verse las seis películas de The Thin Man  seguidas, como si de una serie se tratase.

         William Powell, que procede del cine mudo, supo abrirse camino en el sonoro por la excelente dicción y el timbre peculiar de su voz. Habiendo encarnado villanos, como el Moriarty en una versión muda de Sherlock Holmes, redirigió su carrera hacia la comedia y la mejor prueba del acierto de ese cambio es esta película, que obtuvo cuatro nominaciones a los Oscars y que constituiría todo un éxito social.

         Las peculiares maneras de investigar de Nick Charles mezclan la intuición con una especial habilidad para la deducción y un raro instinto para meterse en la guarida del lobo. Poco a poco va desarrollando su actividad y alternándola con  la vida matrimonial, si bien esa dimensión social se somete a pruebas como la alocada cena de Navidad a la que invita a sus viejos compañeros de la policía, exconvictos y a la que se suman periodistas que buscan de él noticias sobre el caso cada vez más complicado del inventor desaparecido, cuya amante aparece misteriosamente muerta, aunque quien la descubre es la ex del inventor, quien arranca de la mano del cadáver la cadena del reloj de su exmarido. Al final, los antiguos compañeros lo persuaden de que es un caso en el que él podría tener mucho que decir, y eso, añadido a la petición de la hija, una jovencísima Maureen O’Sullivan, cuyo hermano, un lector impenitente aspirante a criminólogo observa el trabajo de la policía que se presenta en su casa propiamente como un  entomólogo. Todo ello son pequeños y grandes detalles de ambientación que confieren  a la película el poderoso carácter de comedia ligera que responde, como las comedias sofisticadas de la época, a la evasión de los espectadores. Recordemos que estamos a solo cinco años del crack del 29, de cuyos efectos aún no se ha recuperado la totalidad del país.

         La autoría de Dashiell Hammet  garantiza que el desarrollo de la trama se mantendrá lo suficientemente «enredado» como para que el antiguo detective de la policía, Nick Charles, sea capaz de ir tirando de los cabos para hallar una vía segura que le lleve al descubrimiento del asesino. Cuando los reúne es el momento de convocar a todos los sospechosos a una cena, servida por agentes de policía disfrazados, en la que revelará el nombre del culpable. Es la segunda «reunión tumultuosa» en la suite del matrimonio, pero esta segunda tiene una naturaleza muy distinta de la primera, cuando aún el expolicía no había sido persuadido para investigar a fondo un caso para el que la policía no hallaba hilo del que tirar.

De hecho, será una inspección muy detallada del laboratorio del inventor lo que le permitirá al detective, ahora aficionado, antes profesional, descubrir los restos de un cadáver que acaban perteneciendo al inventor desaparecido.

         La película potencia, a través de los esposos, el contraste entre el mundo lujoso de la esposa y el pasado del expolicía , lo que permite no pocas bromas y cruces de agudezas entre ambos esposos: un intercambio que se verá potenciado, porque era el gancho para el público, en las secuelas.

         La realización, con todo, se ajusta bastante bien a lo que podríamos llamar los patrones del cine negro, porque no son pocas las escenas en las que el juego de las sombras y los contrastes muy marcados en la iluminación generan esa sensación de peligro y de aventura propias del género, si bien luego todo se acaba resolviendo en el contexto del género de la comedia. Con todo, y a pesar de la precipitación en la filmación, algunos caracteres están bastante bien definidos, como el de la exmujer o el del hijo intelectual.

         En la medida en que es la primera de la serie, merece ser recordada como lo que en realidad es: un clásico del cine de detectives en un contexto de comedia que no aminora para nada ni la investigación ni el desenlace del caso. No hay, por decirlo de otra manera, ningún sospechoso que no sea absolutamente convincente, y eso es definitivo para una película como la presente.

        

No hay comentarios:

Publicar un comentario