miércoles, 13 de octubre de 2021

«Funny Face», de Tim Sutton, lo último de lo último…

De YouTube Star a director de tragedias minúsculas en los márgenes del sistema…

 

Título original: Funny Face

Año: 2020

Duración: 95 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Tim Sutton

Guion: Tim Sutton

Música: Phil Mossman

Fotografía: Lucas Gath

Reparto: Cosmo Jarvis, Dela Meskienyar.

 

         Con un cartel construido sobre un famoso cuadro de Caravaggio, el dueño absoluto del claroscuro como seña de identidad artística, Funny Face es la penúltima película —la última es el western The last son, de 2021— de un director del llamado cine independiente y anteriormente actor y exitoso Youtuber, aunque lo ignoro todo sobre Sutton, y poca información, con ese bagaje, encuentro en la red. Traigo, por lo tanto, una absoluta «novedad» a este Ojo tan proclive al descubrimiento de cintas añejas y viejos clásicos de todas las filmografías. Conviene saber qué se rueda en estos tiempos convulsos, llenos de fanatismo, violencia, victimismo y claudicación. Solo he leído algunas críticas a una obra suya de 2018, Quien quede en pie, que no anima excesivamente a seguir viendo su obra. Con todo, después de haber visto esta curiosa Funny Face, es muy probable que obras anteriores suyas admitan una lectura que vaya más allá de lo aparente, porque en esta se suman dos líneas narrativas, la especulación inmobiliaria y las psicologías borderline, que son majestuosamente envueltas en una puesta en escena tan poderosa como sugerente, con imágenes realmente cautivadoras.

         La historia arranca con el anuncio del desahucio de la vivienda donde el protagonista ha vivido con sus abuelos al quedar huérfano de padres, muy cerca del parque de atracciones de Coney Island. Este, que suele llevar la cara cubierta con una careta que representa la alegría, trabaja en un pequeño supermercado y, al margen de su pasión por el baloncesto, no parece tener otra deriva existencial que la de sobrevivir sin ninguna ambición ni legítima ni prohibida. El joven, amante del silencio y de los paseos por su barrio, es una de tantas personalidades limítrofes, entre la normalidad y el desequilibrio con estallidos puntuales de insólita violencia y posterior arrepentimiento convulsivo, como habitan en las películas usamericanas que no aspiran a construir discursos sociales o ideológicos, sino un retrato individual de un ser complejo y poco amigo de expresarse. Saul, interpretado por un preciso Cosmo Jarvis, se encuentra en sus andanzas por el barrio con una chica, Zama, que, tras salir de casas de sus padres adoptivos, porque ella también es huérfana, se viste con el hiyab para tener una máscara con la que «protegerse» de una sociedad hostil en la que no parece hallar su sitio. El encuentro entre esas dos soledades y sus andanzas juntos desde entonces se van a convertir en el eje de esta singular road movie ceñida a un territorio muy concreto: el barrio de Brooklyn. Roban un coche con el que viajan y en el que viven y la suma de sus dos máscaras y sus dos silencios, más el deseo de venganza contra la inmobiliaria que les ha «robado» la casa a sus abuelos, va a devenir la columna vertebral del relato. Funny Face es una sólida muestra de lo mejorcito del cine independiente que bucea en historias de «los márgenes» del sistema, con personajes tan hundidos en sí mismos que es un milagro encontrarse con alguien no tanto que sea «afín» cuanto «respetuoso». El proceso de acercamiento e incluso enamoramiento de ambos jóvenes, incapaz de sonreír él, a pesar de sus deseos de hacerlo, y de ahí la careta, y el mutismo defensivo de ella, construyen una insólita love story que se mezcla con un intento de venganza bastante ingenuo contra los expropiadores de toda una vida. Todo esto, digámoslo enseguida, nos viene narrado con unas cuidadísimas imágenes y encuadres que permiten explorar espacialmente la dimensión de esos conflictos personales. El contraste de esa historia es la narración paralela de los especuladores sin escrúpulos, retratados como unos mafiosos en el reservado de un restaurante, y la personalización del fracaso dentro de ese mundo en el hijo que ha de ir a pedir a su padre, un constructor, que lo saque del apuro económico que amenaza con arruinarlo.  Hay una secuencia espectacular en la película: la máscara de Saul, que ha sido lanzada al aire, y cuyo vuelo es seguido por la cámara, acaba en el coche del especulador con problemas. La cámara enfoca la careta y al especulador y, por la ventanilla del coche, vemos pasear por la calle, al fondo, segundos antes de desaparecer del plano, ya sin máscara, a Saul… Hay, por lo tanto, muchos elementos simbólicos en la película, y conviene hacer una lectura muy atenta de los mismos, porque lo cierto es que, a pesar del excelente discurso narrativo del film, este casi podría considerarse una película muda en la que ciertos detalles han de verse con la lupa hermenéutica que descubre significados en lo más nimio.

         Teniendo en cuenta la dificultad de expresar la incomunicación y de acceder a los sentimientos no expresados de sus personajes, Funny Face se inscribe en esa tradición fílmica con antecedentes tan extraordinarios como Antonioni o Bergman, aunque, por la estética, esté más cerca de la primera época de Wim Wenders. No es una película para los amantes de la acción ni mucho menos para los de las tramas realistas convencionales. Aquí hay realismo, e incluso del «sucio» que puso Raymond Carver de moda, aunque tenga otros autores anteriores, como Fante o Bukowski, pero también no poco simbolismo que salta a la vista con todo su poder expresivo. A mí me ha parecido una experiencia interesante, llena de excelentes imágenes y con algunas secuencias antológicas, como la cena de los especuladores en el restaurante o la explosión de ira de Saul cuando se le toca algo que, para él, es realmente «sagrado»: su equipo de baloncesto: Brooklyn Nets. La película, finalmente, nos muestra unas actitudes vitales muy pero que muy usamericanas, de las que distinguen su sociedad frente a las europeas, por ejemplo. En ese sentido, la película tiene algo, también, de documento social que conviene tener en cuenta. Ya se sabe que todo lo usamericano acaba llegando a Europa con veinte años de retraso.

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