miércoles, 29 de enero de 2020

«Lilith», de Robert Rossen, un deslumbrante, a fuer de tenebroso, drama psiquiátrico.



El abismo de la locura visto desde las dos orillas y el frágil puente que las une: Lilith o una de las mejores películas sobre la locura femenina que hayan sido rodadas. 

Título original: Lilith
Año: 1964
Duración: 114 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Robert Rossen
Guion :Robert Rossen (Novela: J. R. Salamanca)
Música: Kenyon Hopkins
Fotografía: Eugen Schüfftan (B&W)
Reparto: Warren Beatty, Jean Seberg, Peter Fonda, Kim Hunter, Anne Meacham, James Patterson, Robert Reilly, Gene Hackman, Jessica Walter.

Lilith fue la primera versión de Eva que, a fuer de independiente y en igualdad de importancia con el varón, desechó el creador por excelencia para inventarse otro modelo, sacado de la celebre costilla de Adán, de modo que se supiera, de una vez por todas, el verdadero orden jerárquico del par de dos que abrió la mitología y la historia de la humanidad sobre la Tierra. Sobre esa figura mítica construyó Frank Wedekind el mito moderno de Lulú en dos obras, El espíritu de la tierra y La caja de Pandora, mito que fuera llevado a la ópera por Alban Berg y luego por muchos otros en muchas disciplinas, como, en la narrativa, Las edades de Lulú, por ejemplo, de Almudena Grandes o La caja de Pandora, de G.W. Pabst.
En su última película, Robert Rossen, célebre desde que dirigiera El político y más aun con su penúltima película El buscavidas, adapta al cine la segunda novela de Jack Richard Salamanca, con idéntico título. Salamanca, autor de quien fue llevada al cine su primera novela, protagonizada por Elvis Presley, El indómito, de Philip Dunne es, sin embargo, autor de cuatro novelas más que han quedado en el olvido.
Rossen, que hubo de dejar Usamérica por la persecución del macartismo, rodó una película en blanco y negro con un estética que en modo alguno nos hace pensar en que sea una película de mediados de los 60, sino un clásico de principios de los 50. Me ha recordado mucho a Ángeles sin paraíso, un tremendo y ultraemotivo drama dirigido por John Casavettes, y a El milagro de Ana Sullivan, de Arthur Penn, curiosamente rodadas en años sucesivos, la de Penn en el 62, la de Casavettes en el 63 y la de Rossen en el 64. Es decir, que había “en el ambiente” una preocupación por el cine de inspiración psiquiátrica, aunque, confirmando la impresión estética de la que hablaba al principio, hemos de remontarnos a 1948 y a Nido de víboras, de Anatole Litvak para encontrar una película que entronca directamente con esta de Rossen.
Un joven licenciado del ejército, Vincent, vuelve a su localidad, en la que vive con su abuela, su madre ha fallecido, y decide echar una solicitud de trabajo en un sanatorio psiquiátrico para gente acomodada que hay en su localidad. El joven, un Warren Beatty debutante con una fotogenia acreditada, pero aún sin tablas suficientes para darle a su atormentado personaje, ligado demasiado íntimamente a su madre desaparecida, la densidad específica que requería, y quien  a duras penas le da la réplica a su coprotagonista, una Jean Seberg con el pelo largo, con una imagen muy distinta de la de Al final de la escapada, de Godard, que acabo de revisitar y en la que enamora mucho más que aquí. Una pareja muy desigual, aunque, con todo, no desentona  Beatty en absoluto, porque apenas tiene intervenciones habladas y es el suyo un conflicto que apenas puede verbalizar, y cuya desarrollo iremos viendo más en las acciones de quienes le rodean que en las propias de él.  Ella es una mujer con incl9naciones artísticas, que pinta y teje, y que vive en su habitación como una joven bohemia, aunque encerrada como el resto. En la pared de su habitación hay una inscripción, presente a lo largo de la película, HIARA PIRLU RESH KAVAWN, que en ningún momento se explica. El crítico Luis Guillermo Cardona explica en FilmAffinity que el novelista, J.R.Salamanca, sí que la traduce: Si tú puedes leer esto, entonces sabrás que te amo.
El modo como está rodada la película, a través de imágenes turbadoras que metaforizan, sobre todo en la naturaleza, la perturbación de la protagonista, es un auténtico festival visual que va impactando al espectador con escenas que, una vez vistas, se quedan grabadas en la memoria, como el beso de la protagonista a su reflejo, metida en la orilla del río y reteniendo en alto el vestido para no mojarlo…
El uso de perspectivas muy diversas que permiten contemplar el comportamiento de los personajes desde ángulos inusuales, ajenos a las tomas frontales, raras en la película, como si el abordaje indirecto de la realidad fuera el único posible en personajes cuyo condición mental, sobre todo la de la protagonista, es capaz incluso de trastornar a quien es sometido a la dura prueba de vigilarla y, en ese proceso, acaba siendo seducido por las «artes diabólicas» de una ninfómana con una extraña relación incestuosa con su hermano, fallecido en circunstancias que no se acaban de aclarar en la película, aunque todo da a entender que se trató de un suicidio en el que la protagonista hubiera podido tener alguna responsabilidad, acaban de completar una realización que supone una suerte de tour de force para decir lo máximo con imágenes henchidas de significados: no hay plano en la película que no esté diseñado al milímetro no solo para narrar la historia, sino para explicarla, para revelar lo que ni siquiera se dice, pero sí se ve. No hay didactismo alguno, ojo, sino una penetración psicológica increíble en unas mentes torturadas y, en parte, ajenas a su terrible condición, razón por la cual han de estar recluidas y con rejas en las ventanas. Todo discurre en un ambiente que parece propiamente el de un hotel, casi de lujo, pero detrás de esa aparente tranquilidad hay relaciones tortuosas y torturadoras, y la cámara de Rossen las recoge del modo más imaginativo posible, elipsis incluidas.
Ya desde los títulos de crédito, construidos sobre una mariposa ante la que van emergiendo los hilos de una tela de araña, intuimos cuál ha de ser el proceso que se va a seguir en la película. Así pues, y al margen de que el desenlace se produce en el última plano, en nada se arruina al espectador la revelación de que el protagonista masculino va a ser sujeto de un proceso de seducción, por parte de un enferma que mezcla  partes iguales la astucia, la inteligencia y la necesidad de dominar eróticamente a cuantos caen en el radio de su influencia directa, como ocurre con otros dos pacientes, uno masculino y el otro femenino. El descubrimiento de esa voracidad sexual en su lado lésbico será, curiosamente, lo que dispare algunas reacciones del protagonista con fatales resultados. Recordemos que en una de las escenas “teóricas”, algunas había de haber, está claro…, el psiquiatra jefe del sanatorio explica a los enfermeros el proceso de construcción de la tela de araña cuando esta ha sido alterada por que se le ha inoculado sangre de personas esquizofrénicas. ¡Y qué terrible significado es el de la imagen casi de «ojo divino» del psiquiatra enmarcado por el proyector!
De forma paralela, y también desde el comienzo, el encuentro del protagonista con quien fuera su novia y quien, por no recibir noticias por carta de él, acabó casándose con otro pretendiente, permite una breve historia paralela a la de su trabajo en el sanatorio que nos permite conocer un dato de importancia trascendental para la película, que su madre estaba, al decir del marido de su exnovia, trastornada, lo cual complica la situación notablemente, desde el punto de vista psicológico, sobre todo teniendo en cuenta que el joven recién llegado, tan hermoso como la reencarnación de Adonis, se convierte en objeto de deseo no solo para la enferma a  la que ha de atender, y sobre la que parece tener una especial influencia, sino para la directora, a pesar de la diferencia de edad, y, por supuesto, para su exnovia, quien, tras ser dejados solos en casa de ella, porque el marido, un patán magníficamente interpretado por otro casi debutante -era su segunda película- Gene Hackman tiene que irse a una reunión vecinal, le dice, de forma muy directa: ¿Recuerdas que te dije que no te permitiría hacerme el amor hasta que me casara?. Bien, ya estoy casada. Él se va, por supuesto.
La película funciona como una extraña historia de amor entre el enfermero y la paciente, aunque pronto ese desarrollo se va ir cruzando, paso a paso, con las reacciones propias de quienes tienen su propia vida en su propio mundo, no siempre coincidente con el mundo «sano» de los cuidadores, lo cual abocará esa historia a un conflicto que los espectadores han de ver por sí mismos cómo se resuelve. Lo importante es que, en una película con escasísimo diálogo, son las imágenes, como si se tratara de una película del cine mudo, las que nos van revelando, ¡en cada plano!, el contenido de la historia. Algo parecido a lo que sucede en la reciente El faro, de Robert Eggers,  aunque con mayor claridad de planteamiento y de realización. Los espectadores a quienes preocupe el misterio de las perturbaciones mentales  verán esta película con especial arrobamiento, porque el naturalismo con que se plantea permite que la historia se sacuda cualquier dramatismo efectista y se atenga a una visión realista en la que no escasea ni siquiera la aparición de la tragedia, por supuesto.
Supongo que a muchos les pasará, al acabar de verla, como me ha pasado a mí, que de aquí a quince días la volveré a ver, porque estoy seguro de que Lilith es una película que requiere más de un visionado. ¿He dicho ya, a pesar de todo lo dicho, la excelencia de la actuación de Jean Seberg,  la elegantísima de Peter Fonda y, muy discretamente, la de Kim Hunter, la inolvidable Stella Kowalski de El tranvía llamado deseo, de Elia Kazan o la archisugerente de Anne Meacham, de infumable carrera fílmica, a pesar de su inquietante presencia física, tan elaborada, aunque como secundaria, en esta película? Todo ello forma parte del notable atractivo de esta reinterpretación del mito de Lilith  través de una esquizofrénica y ninfómana cuya maléfica influencia es tan poderosa como su propia fragilidad. A ese respecto, hay dos acercamientos de la protagonista a dos niños que funcionan como una minipelícula de terror dentro de la totalidad de la historia. En fin, y aquí lo dejo, porque es esta una película a la que habré de volver de nuevo, dado que son muchas las secuencias que exigirían un comentario detallado por mi parte.




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