jueves, 3 de noviembre de 2022

«Un amor en Escocia», de Bouli Lanners, Michelle Fairley y Tim Mielants.

 


La delicadeza del amor maduro en un paisaje que cobra vida propia.

 

Título original: L'ombre d'un mensonge

Año: 2021

Duración: 99 min.

País:  Francia

Dirección: Bouli Lanners, Michelle Fairley, Tim Mielants

Guion: Bouli Lanners, Michelle Fairley, Stéphane Malandrin

Música: Pascal Humbert, Sébastien Willemyns

Fotografía: Frank van den Eeden

Reparto: Michelle Fairley, Bouli Lanners, Cal Macaninch, Clovis Cornillac, Julian Glover, Andrew Still, Ainsley Jordan, Anne Kidd, Donald Douglas, Therese Bradley.

 

         De nuevo a vueltas con los títulos infames con que algunas distribuidoras salen del paso para unas películas para las que, acaso, lo mejor sea la traducción literal del título original, en este caso La sombra de una mentira. En esta película, además, parece casi obligado, porque la trama de la historia gira, precisamente, alrededor de una mentira interesada que da pie a una bellísima historia de amor en la edad madura.

         No quisiera entrar en la sinopsis argumental sin decir que el escenario escogido para la misma, su definitiva «puesta en escena» se corresponde con una isla natural, la parte de la islad e Lewis & Harris en la parte norte de las Hébridas, el archipiélago escocés en el que tantas películas han hallado un set de rodaje como ningún estudio les puede recrear. El amor con que la cámara se pasea por los increíbles pasajes de la isla le da vida propia y se convierte en algo más que un escenario, porque toda la vida de la isla parece condicionada por la majestuosidad de dicho paisaje al que uno desea trasladarse en cuanto la película nos ofrece las primeras imágenes del mismo. Y ahí gran parte del mérito se lo lleva el cinematografista Frank van den Eeden, desde luego, porque la película ha sabido captar una luz que revela tanto el paisaje como ciertas piezas oscuras en el interior de cada protagonista.

         Luego tenemos la maldad de las personas que habitan en él, superficial o profunda, da igual, y es ese contraste, sin embargo, una de las líneas narrativas poderosas de esta película rodada a seis manos y con una sola e idéntica sensibilidad. Tiene este crítico la impresión de que si son tres los directores, ello se debe al trabajo de elaboración conjunta del guion, el cual es posible que haya avanzado a partir de las colaboraciones del trío director, sobre todo porque no hablamos de una película discursiva, sino de un relato íntimo en el que los gestos, las miradas y los silencios, en interior o exterior, van construyendo poco a poco la historia.

         Un hombre de desconocido origen, más allá de ser hablante nativo del francés, vive sus días en esta isla escocesa trabajando como ayudante de un ganadero, con cuyo nieto trabaja. En una conversación de bar, el joven le dice que a su tía Millie, a quien él aprecia enormemente, es conocida como «la dama de hielo», un apelativo congruente con la condición de «vieja solterona» que parece haberse quedado, como decimos en España, para vestir santos… Que la familia a la que la mujer pertenece sea de estricta obediencia presbiteriana y que se respeten ciertas tradiciones relativas a la misma, como la del uso de los sombreros las mujeres de esa confesión cuando van a la iglesia, hemos de considerarla meramente anecdótica, pero explica esa crueldad ínfima de las pequeñas comunidades que se ceban en cuantos no parecen seguir los pasos de la comunidad.

         En un momento dado, el trabajador extranjero, de naturaleza muy reservada y extraña vida anterior desconocida, sufre un ictus y está a punto de morir, pero sale bien librado de él, si bien con una amnesia que va a favorecer la aparición de la mentira que supone un motor narrativo muy poderoso, porque la mujer, desde que tiene noticia del accidente, se moviliza para convertirse en la persona de referencia del accidentado para el sistema de salud, a quien, por otra parte, dado su hermetismo, no se le conoce ninguna relación familiar. Cuando vuelve de Inverness, donde ha sido tratado, ella le revela que, antes de sufrir el ictus, ambos eran amantes y él, poco a poco, a medida que va aceptando su nueva situación de desmemoriado, empieza a ver de modo muy diferente a la mujer, con quien, al final, acaba teniendo una relación amorosa e intensamente sexual que cambia ambas vidas, la de ella y la de él.

         Más tarde, acaba apareciendo el hermano menor de Phil y es entones cuando descubre el espectador que el protagonista es de origen belga y que su hermano quiere llevárselo de vuelta a Bélgica con él. Pero ya es muy tarde. Phil y Millie han ido aprendiendo a un re-conocerse que es, en realidad, un simple conocerse, y lo hacen con el fondo de un paisaje en el que ambos se integran de manera parecida a lo que el mar es para los peces. Poco a poco se va tejiendo su historia de amor con el más delicado de los hilos, y ambos, además, saben expresarlo con una pasmosa intensidad arrebatadora, a fuer de controlada. Las grandes pasiones no nos empujan a la acción, sino, como la propia palabra indica, a la quietud interior en la que los fenómenos no necesitan movimiento para sacudirnos y conmocionarnos intensamente.

         Ella vive con el miedo no paralizante de que él recupere la memoria y descubra la mentira de que ha sido víctima. Él, con el miedo a que a ese primer ataque le pueda seguir otro que lo deje fuera de combate y acabe perdiéndolo todo. A Bouli Lanners no lo conocía, pero sí a Michelle Fairley, a quien acabo de ver en Hidden Agenda, de Ken Loach, pero ambos son capaces de echarse a los espectadores a la espalda y recompensarlos espléndidamente con unas actuaciones medidas, esenciales, sin artificio, propias del cine nórdico, tan especializado en la descripción y el análisis de las relaciones de pareja, como las películas del propio Bergman, tan aficionado él, además, a buscar exteriores de hondas raíces significativas. Añádase al conflicto central una buena descripción del presbiterianismo del lugar y nos sentimos, entonces, la mar de cómodos en ese tipo de películas tan atractivas en que la acción se enmarca en una comunidad minoritaria, con sus propias costumbres, con la que la protagonista entra en conflicto

         Cuando selecciono una película en Filmin, nunca sé exactamente qué voy a ver, porque tiene un catálogo de cine europeo tan amplio que no es infrecuente tropezar con «novedades» como la presente; pero de lo que sí estoy seguro es de que raramente  ese catálogo me decepciona.  

        

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