jueves, 23 de noviembre de 2023

«Las heridas del viento», de Juan Carlos Rubio y «El inconveniente», de Bernabé Rico: Ad maiorem Mánver gloriam.

 

Título original: Las heridas del viento
Año:  2017
Duración: 75 min.
País:  España
Dirección: Juan Carlos Rubio
Guion: Juan Carlos Rubio. Obra: Juan Carlos Rubio
Música: Mina
Fotografía: Roberto Fernández (B&W)
Reparto: Kiti Mánver; Daniel Muriel.

 









Título original:  El inconveniente

Año: 2020

Duración: 89 min.

País: España

Dirección: Bernabé Rico

Guion: Bernabé Rico, Juan Carlos Rubio. Obra: Juan Carlos Rubio

Música: Julio Awad

Fotografía: Rita Noriega

Reparto: Kiti Mánver; Juana Acosta; Carlos Areces; José Sacristán; Daniel Grao; Eduardo Rejón.

 

Versátil y sobresaliente, dos ejercicios magistrales de interpretación de Kiti Mánver.

 

 

          Las he visto en invertido orden cronológico, pero lo restituyo para la crítica porque conviene empezar por una película bastante floja y en exceso teatral, con un planteamiento lírico-sentimental que la pone en relación con un viejo teatro poético del primer tercio del siglo xx. De hecho, mi Conjunta y yo tuvimos la misma sensación: estar viendo un apolillado Estudio 1 de nuestra juventud, de tal naturaleza era el estatismo anticinematográfico y la mezcla de escenarios que, sin ser una filmación de la representación teatral, tampoco tenía un planteamiento propiamente cinematográfico. En esa situación, la «declamación» del hijo resultaba vacía de verdadera emoción para el espectador, acaso por el envaramiento y los mecánicos movimientos de levantar la casa del padre muerto, de quien acaba descubriendo las cartas comprometidas de otro hombre, siendo su afán, desde ese momento, conocerlo para tratar de conocer mejor a su propio padre. Antes, la película se abre con el «desnudamiento» de una mujer frente al espejo de lo que podría entenderse más como un camerino que como un tocador. Ese proceso de desmaquillaje nos va a llevar de una mujer a un hombre barbilampiño de rasgos entre duros y aniñados: ¡y ahí aparece Kiti Mánver!, asumiendo el reto de interpretar el papel de un hombre enamorado del padre del protagonista y cuya relación será el meollo que desvelará la obra, a través de un diálogo entre el supuesto amante y el hijo resentido. No quiero destripar el argumento, aunque tampoco sucedería nada por ello, porque el verdadero valor de la obra está en todo lo relativo a la actuación sorprendente y archiconvincente de Kiti Mánver en su transexualismo teatral. ¡Y menos mal que el autor de la obra y director de la adaptación, Juan Carlos Rubio, ha tenido el detalle de prodigar los primeros planos de Mánver, quien, por otro lado, realiza un trabajo elocutivo impresionante! Una voz gravísima, casi susurrada, la mayoría de las veces, pero con unos matices capaces de convencer a quienes no la conozcan como actriz de que es un hombre hecho y derecho, bueno, con cierta inclinación amanerada que Mánver sabe dosificar con un temple absoluto: jamás se le escapa de las manos el personaje, y nunca advertimos que pueda haber una lucha genética de desmentidos en su actuación. Incluso los andares y, por supuesto, el playback de su actuación, son una excelente armonía de gestos y movimientos. La réplica del hijo de su amante, tan soso él y resentido, no está a la altura de su gran exhibición, pero ello no es óbice para que en un monólogo final que vale por toda la obra, la Mánver rubrique su interpretación con una verdad tan emocionante que intuyo que en la representación teatral habrá justificado los estruendosos «¡Brava!» con que lo habrán recibido. La elección del blanco y negro resulta muy adecuada, porque resalta la anfractuosidad facial de la caracterización masculina de la actriz y acentúa los claroscuros que le «endurecen» el rostro. Tiene el inconveniente, ya reseñado, de su relación con aquellas viejas obras teatrales poéticas y muy sentimentales que dominaron la escena en el primer tercio del siglo xx. En la ciudad sin límites, de Antonio Hernández, se trata un tema muy parecido al de esta película, pero las diferencias son enormes, por supuesto. Con todo, insisto en que, a veces, hay actuaciones de actores o actrices que justifican ver una película: esta es una de ellas, y seguro que quienes la vean, en Filmin, por ejemplo, no me dejarán mentir.

          El inconveniente rellena el programa doble dedicado a una actriz de larga trayectoria e inolvidables películas. La propia actriz aún la interpreta en el teatro, si bien hay ciertas variaciones argumentales que tienen que ver, según confesión de autor y director, con la adaptación ambientada en Nueva York para ofrecerle el papel a Shirley MacLaine. La reconversión del proyecto ambientó la historia en Sevilla, y he de reconocer que, aun siendo básicamente una obra de interiores, los planos de Sevilla que se intercalan en la película son magníficos, y me han recordado los de Madrid de El crack 2, de Garci. La anécdota se centra en la necesidad de una anciana de vender su piso mediante el sistema de inquilino vitalicio, algo a lo que los especialistas del sector denomina «comprar una casa con bicho», aquí atenuado como «el inconveniente». Quien la compra, una ejecutiva agresiva, inmune a los sentimientos, sabe por el vendedor que a la dueña le han instalado dos bypass y que, como fumadora empedernida, y algo prójima al alcohol, bien puede decirse que tiene «los días contados». El planteamiento, ya se advierte, nos mete de lleno en el género de las comedias de humor negro, o macabro, y a él va a atenerse la película, a pesar de su alta previsibilidad, hasta que irrumpe el drama sentimental. Está claro que la mujer deslenguada, viciosa y transgresora a su modo, en el vestuario, por ejemplo, es la antítesis de la fina ejecutiva con cuerpo de modelo y andares de pasarela. El personaje de Mánver peca aquí de sobrecaracterización, porque, al final, queda a medio camino entre el señor Barragán y algunos personajes de José Mota, lo que la Mánver trata de salvar con la voz cazallera y algunos gestos de gran guiñol. La anécdota va a complicarse con el inicio de la relación entre ambas mujeres, cuyo final intuimos sin equivocarnos en nada.  Poco a poco, hechas las paces de su agrio enfrentamiento inicial que incluye ese humor negro bastante logrado: «¿Y para cuándo le va bien que yo me muera?», dice el «bicho». «Pues para dentro de dos años», le atiza la compradora, indignada por el modo como la trata la inquilina de «su» piso. Enderezada, pues, la relación, la trama irá deslizándose hacia el feliz entendimiento entre ambas mujeres, redescubriéndose desde una perspectiva materno-filial, respectivamente. La obra discurre con gracia y buenos reflejos cómicos, e incluso la vida privada de la compradora alcanza momentos de cierto dramatismo muy logrados. Juana Acosta y Kiti Mánver logran un entendimiento que potencia sobremanera la obra, y a ellas se les debe que la película no naufrague en viejos tics sentimentales, aunque los rozan. El personaje de ese gran actor que es Carlos Areces, y sus cambios de empleo cada cierto tiempo, que lo llevan a relacionarse intermitentemente con las protagonistas, es un auténtico logro de la película, y ahí ha de incluirse una bella canción cantada por él. Se trata de un auténtico «perdedor» y al mismo tiempo superviviente, un personaje que Areces exprime como nadie para que constantemente lo echemos de menos y añoremos su reaparición. No ocurre lo mismo con un impostado encuentro entre el «bicho» y su exmarido, que bien podría haberse evitado, aunque Sacristán cumpla siempre, incluso en cameos de trámite como este.

          El objetivo de estas dos reseñas era convencer a los espectadores de lo mucho que pueden disfrutar con la sabiduría interpretativa de Kiti Mánver. Espero haberlo conseguido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario