martes, 14 de noviembre de 2023

«Ed Wood», de Tim Burton o la pasión cinéfila.

  

La vida esperpéntica de un ser fagocitado por la pasión cinéfila: Ed Wood o la hagiografía de un perdedor (con reparos…).

 

Título original: Ed Wood

Año: 1994

Duración: 124 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Tim Burton

Guion: Scott Alexander, Larry Karaszewski. Biografía sobre: Ed Wood

Música: Howard Shore

Fotografía: Stefan Czapsky (B&W)

Reparto:   Johnny Depp; Martin Landau; Patricia Arquette; Sarah Jessica Parker; Bill Murray; Lisa Marie; Jeffrey Jones; Vincent D'Onofrio; G.D. Spradlin; Juliet Landau; Mike Starr; Brent Hinkley; Max Casella; Clive Rosengren; Norman Alden; Leonard Termo; Ned Bellamy; Danny Dayton; Ross Manarchy; Bill Cusack; Biff Yeager; Joseph R. Gannascoli;

Carmen Filpi; Lisa Malkiewicz; Melora Walters; Conrad Books; Don Amendolia; Tommy Bertelsen; Reid Cruickshanks; Stanley DeSantis; Edmund L. Shaff; Gene LeBell; Bobby Slayton; Gretchen Becker; John Rice; Catherine Butterfield; Mary Portser; Don Hood; Frank Echols; Matthew Barry;  Ralph Monaco; Anthony Russell; Tommy Bush; Gregory Walcott; Charles C. Stevenson Jr.; Rance Howard; Vasek Simek; Hannah Eckstein; Vinny Argiro; Patti Tippo; Ray Baker; Louis Lombardi; Jim Boyce; Ben Ryan Ganger; Ryan Holihan; Charlie Holliday; Adam Drescher; Ric Mancini; Daniel Riordan; Mickey Cottrell.

 

          ¡Las ganas que tenía de saldar mis despistes carteleros! El solo hecho de levantar una biografía, ¡y nada menos que Tim Burton!, sobre el llamado, con torpe justicia, «el peor director del mundo» era una sólida invitación a mi curiosidad cinematográfica, pero en aquellos tiempos de su estreno se habían de seleccionar mucho las salidas al cine y el tiempo disponible era mínimo. En la era de las plataformas, ¡con qué facilidad, sin embargo, se pueden saldar las deudas! Y este Ed Wood de Burton, además, ha de figurar por derecho propio en el rango de los clásicos modernos, porque quedará en la historia del cine como el retrato del más puro amor al cine por parte de ambos, Wood y Burton, entre quienes se detecta una comunidad de sentimiento y de amor al cine que los hermana a través del tiempo, y a ambos a la otra pata del banco declarada, David Lynch y, aún no sé de su relación, pero intuyo que también a la cuarta, a Jean-Luc Godard. Los cuatro podrían constituir algo así como un friqui-pack de inigualable valor para el espectador amante de los poderes taumatúrgicos del cinematógrafo, entre cuyos santos laicos es posible que, incluso anacrónicamente, los cuatro reverencien a Bresson. En fin, más allá de las filias de ficción, de lo que se trata es de invitar a los espectadores amantes del cine a sumergirse en esta luminosa biografía de un autor lo suficientemente extravagante como para que solo pueda ser degustado pasado un tiempo que nos permita verlo desde una óptica moderna que lo acerca, en alguna de sus películas a estéticas ahora exitosas y que se acercan, con sus muchos mutatis mutandis a las de Lynch o Almodóvar, por ejemplo.

          Burton ha escogido la figura de Wood para, a través de su amor absoluto al cine y  todo lo que este significa, filmar su propio homenaje al arte más propio del siglo xx. ¡Con qué cariño incondicional es tratada la figura del amante, y practicante en su vida íntima, del travestismo!, fenómeno al que le dedicó una película, Glen o Glenda, sobre la que ya escribiré cuando haga la reseña de tres interesantes películas de Wood, en la que sale, por ejemplo, la chaquetita de angora que luce el personaje en la película de Burton. La juventud entusiasta de Wood, su éxtasis en los rodajes, su optimismo a prueba de fracasos, su íntimo convencimiento de que nada había en la existencia más grande que el cine… están reflejados en la obra de Burton con una adhesión entusiasta a esos motores vitales. No era Wood un ser que se amilanara ante negativas o adversidades, y, en las circunstancias más terribles, porfió para poner en pie algunas obras que, a medida que los medios disminuían, más se acercaban al esperpento, desde luego, pero ello mismo las convierte en obras muy dignas de ser vistas. Hay una perspectiva naíf en su persona y en su obra que merecen todo nuestro respeto, porque, más allá de las propias capacidades artísticas, la pasión por el arte y su intento de realizarlo siempre merecen el mayor de los respetos.

          Si tenemos en cuenta que Burton ha escogido un reparto de auténticas campanillas: Johnny Depp, Martin Landau, Lisa Marie, Bill Murray, etc., no puede extrañar que la película sea tan excelente como es, y que incluso le deparara un Oscar a Martin Landau en su estremecedora interpretación de Bela Lugosi, el Drácula por excelencia, y cuya amistad con Wood se recrea en la película con un cariño que traspasa cualquier otro abordaje a personaje tan maltratado por la decadencia como Lugosi, aunque en la película no se obvia su internamiento para curarse de su adicción a la morfina. Esa amistad con el veterano actor le permitió, por su calidad de reclamo, rodar algunas películas y, sobre todo, La novia del monstruo, muy pero que muy decente dentro de la serie B, no de la Z, para friquis, en la que se quiere meter todo su cine sin mayor discriminación entre sus aciertos y sus horrores.

          Johnny Depp corre, como Ed Wood, con el peso de la película en la que acaso sea su mejor interpretación en la pantalla, llena de candor, de convicción, de pasión y de desparpajo: ante nada se arredra; de todo toma el lado positivo, y, sobre todo, intenta vivir desde la honestidad, de ahí el hincapié que se hace en su inclinación al travestismo. Por otro lado, rodeado de fieles que le permiten con su colaboración casi desinteresada sacar adelante sus películas, lo vemos en medio de su «tribu» como un ser capaz de conseguir lo que se proponga. Dentro de esa «corte» sobresale quien hace suyo cualquier personaje, por extravagante que sea, un Bill Murray, en el papel de un transexual que ha decidido cambiar de sexo en México, un recuerdo del tema que impulsa la película de Wood, Glen o Glenda, que se rodó bajo el choque popular que causó la noticia, en 1951, de la primera operación de cambio de sexo.

          La película reproduce con una exquisita fidelidad los rodajes de Wood, hasta el más mínimo detalle, e incluso el actor que se ha buscado para interpretar al vidente que abre la última película de Wood que se reproduce en la película de Burton, Plan 9 del espacio exterior, Criswell, es idéntico al original, encarnado por Jeffrey Jones. El cuidado que ha puesto Burton en recrear aquellos rodajes hechos con cuatro cuartos en lugares infames es su elogio particular del poder del cine, y es ciertamente hermoso el impulso poético que lo ha llevado a retratar a un heroico apasionado de un arte que solo parece moverse con toneladas de dinero, en vez de con esa genuina pasión de Wood, que hubiera merecido mayor cuota de genio de la que le tocó, y de ahí el extraordinario encuentro entre Wood y Welles, como si estuviéramos en el interior de una mónada prodigiosa, suspendidos en lo mirífico, y que, a su manera, tanto recuerda al alter ego de Spielberg, Fabelman, con John Ford y «el horizonte».

          Nunca lamento no haber visto las películas hermosas y magníficas cuando fueron estrenadas, porque sé que, tarde o temprano, como ahora ha sucedido, acabo tropezándome, para mi bien, con ellas. ¡Que tenga vida para ver cuantos tesoros me esperan…!

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