Título original: Glen or
Glenda
Año: 1953
Duración: 70 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Ed Wood
Guion: Ed Wood
Fotografía: William C.
Thompson
Reparto: Bela Lugosi; Ed Wood; Dolores Fuller; Lyle Talbot; Timothy
Farrell; Charles Crafts; Tommy Haynes; Conrad Books; George Weiss; Henri
Bederski.
Título original: Bride of the Monster
Año: 1955
Duración: 68 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Ed Wood
Guion: Ed Wood, Alex Gordon
Música: Frank Worth
Fotografía: Ted Allan, William C. Thompson (B&W)
Reparto: Bela Lugosi; Tor Johnson; Tony McCoy; Loretta King; Harvey B.
Dunn; George Becwar; Paul Marco; Don Nagel; Bud Osborne; John Warren; Ann
Wilner; Dolores Fuller;
William 'Billy' Benedict; Ben Frommer.
Título original: Plan 9 from Outer Space
Año: 1959
Duración: 79 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Ed Wood
Guion: Ed Wood
Música Gordon Zahler
Fotografía: William C.
Thompson (B&W)
Reparto: Bela Lugosi; Maila Nurmi;
Lyle Talbot; Gregory Walcott; Johnny Duncan;
Mona McKinnon; Tom Keene; Ed Wood; Duke Moore; Carl Anthony; Tor Johnson;
Paul Marco; Dudley Manlove; Joanna Lee; John Breckinridge; David De Mering.
El travestismo, el terror tradicional y la ciencia-ficción alucinada: tres muestras de un voluntarioso creador sin genio.
Injustamente acreditado como «el
peor director de la historia del cine», he querido, después de ver la
magnificente Ed Wood, de Tim Burton, una muestra selecta del cine de
Wood y he recalado en tres películas muy diferentes y muy desiguales en cuanto
a su factura técnica y temática que permiten, sin embargo, emitir un juicio desapasionado y respetuoso
sobre la obra de un creador bastante falto de genio, pero no de capacidad para
generar proyectos, realizarlos y estrellarse contra la realidad, bien por falta
de medios, bien por sus propias limitaciones bien por la indiferencia de
distribuidores y, finalmente, del público. Estoy convencido de que si Ed Wood
hubiera podido ver la película de Burton, hubiera roto a llorar con lágrimas de
agradecimiento y de lucidez, respecto de lo que se puede y se debe hacer en el
rodaje de una película, por más que Burton haya dispuesto de unos medios que
Wood ni siquiera llegó a imaginar que pudieran existir. Está claro que la
imaginación no depende de los medios, sino de la creatividad del autor, y son
numerosas las muestras de cine «pobre» con resultados extraordinarios, el cine
de Bresson, sin ir más lejos, o no poco del de Godard.
La primera,
Glen o Glenda, la encuadraríamos hoy en los parámetros del «cine experimental»,
porque mezcla historia y documental en torno a un tema, el travestismo, muy
atrevido en la época, 1953, visto desde una óptica autobiográfica, porque el
propio Wood lo era, un travestí, y la película, con explicaciones médicas
incluidas, trata de hacer entender que detrás del travestismo no hay ninguna
homosexualidad, ni latente ni manifiesta, y mucho menos un afán transexual que
implique lo que fue una novedad mundial en 1951: la primera operación de cambio
de sexo. La película, con más fortuna que desacierto, indaga en la incomodidad
de sus practicantes y en la constante ambigüedad en que se mueven quienes
dudan, por ello mismo, de sus propios instintos. En esta película aparece la
chaqueta rosa de angora de la novia que se convierte en su máximo objeto de
deseo. Travestirse, en el caso de Wood, potencia su creatividad, por eso su
interpretación en Glen o Glenda alcanza altas cotas de realismo. Punto y aparte
merecen algunas escenas oníricas de carácter sexual muy bien resueltas, dentro
de las limitaciones propias de sus medios, que fueron en declive hacia el final
de su carrera, cuando ya el alcohol hacía mella en un organismo baqueteado como
el suyo.
La novia
del monstruo significó su primera colaboración con Bela Lugosi, el actor-fetiche
que usó como reclamo para convencer a los productores del éxito que supondría
rodar con semejante aval; pero para cuando Wood y Lugosi se encuentran, los
tiempos de la gloria de este quedan muy lejos y el viejo actor se ha vuelto
morfinómano, una adicción que amenaza con poner punto final a su vida. En esta
película aún está, como se suele decir, de muy bien ver, y su papel de
científico loco, auxiliado por un gigantón mudo al que trata a golpes y
latigazos, cae dentro de los esquemas genéricos del terror antiguo y eficaz.
Aislado en una mansión aparentemente deshabitada, y protegido por un foso donde
habita un pulpo gigante que devora cuantas piezas lo importunan, será una
periodista quien tome la iniciativa de descubrir el misterio de la supuesta
casa encantada, secundada por su novio policía, Tan torpón que de poca ayuda le
sirve cuando ambos caen prisioneros del científico loco. La rebelión del
monstruo, sin embargo, va a dar pie a unas trepidantes escenas en el laboratorio
y en los alrededores de la mansión que no desmerecen en absoluto de los estándares
de muchas otras obras del género en esos años. Se trata de un tipo de películas
que se ha de ver con la mayor ingenuidad infantil posible, porque solo desde
ella podemos apreciar los extraordinarios recursos de malvado que despliega Lugosi
ante nuestros ojos atónitos: las miradas, la voz, los movimientos hechizadores
de las manos…¡un festival del mejor cine que acunó nuestras pesadillas
infantiles!
La tercera, Plan
9 del espacio exterior, introducida por un vidente de la época, Criswell,
que gozó de cierta fama en ambientes próximos a ciertas estrellas de Hollywood,
como Mae West o Vampira, especializado en profecías de muy dudoso cumplimiento,
quien insistió en sus capacidades hasta asentarse en prensa, radio e incluso
televisión, en la película de Wood anuncia como un hecho que alienígenas
venidos del espacio buscan resucitar a los muertos para crear un ejército
indestructible con el que dominar el mundo. A partir de ahí, comienza un
disparate con una puesta en escena auténticamente cochambrosa que, vista con
los ojos benevolentes del espíritu paródico que no tiene la película, permite
pasar un rato bastante divertido. La entronización de lo cutre, llevada a los
efectos especiales de las chapas o botones que hacen de naves espaciales, sí
que pueden optar por méritos propios al galardón de la peor película del mundo,
y lo mismo puede decirse de la cabina del avión y del interior de la nave, así
como de la indumentaria de los alienígenas, en particular. Las apariciones
supuestamente fantasmagóricas de Lugosi y de Vampira, una celebridad friqui de
la época, Maila Nurmi, se desdibujan totalmente en medio del caos narrativo que
no atiende a lógica ninguna. Lo curioso del caso es que David g. Smith y Mark
W. Knowles vieron en esta película un estupendo argumento para la creación de
un musical que llevaron a las tablas con notable éxito: añadieron canciones y
coreografías y respetaron al máximo la estética cutre de Wood, lo cual no deja
de ser un homenaje indirecto al incansable creador sin aliento creativo que fue
Ed Wood.
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