sábado, 6 de enero de 2018

La “alta comedia” de ínfimo argumento y superior deleite estético: “Indiscreta”, de Stanley Donen.


La poderosa atracción de las estrellas en la industria del cine: Indiscreta o un recital, no sin tintes paródicos del propio estrellato, de la pareja protagonista.


Título original: Indiscreet
Año; 1958
Duración: 100 min.
País: Reino Unido
Dirección: Stanley Donen
Guion: Norman Krasna
Música: Richard Rodney Bennett, Ken Jones
Fotografía: Freddie Young
Reparto: Cary Grant,  Ingrid Bergman,  Cecil Parker,  Phyllis Calvert,  David Kossoff, Megs Jenkins.

He tomado la decisión, espero que los pocos lectores de este Ojo no la encuentren desatinada, de estrenar un formato de minicrítica que me permita, sin entrar en mayores averiguaciones ni disquisiciones, usualmente porque se trata de películas menores en las carreras de sus autores, destacar algunos valores cinematográficos en obras que no están llamadas  a ser vistas sino por aficionados al cine que tienen por fundamento de su afición valores, en cierto modo periféricos, que convierten en una buena película una película realmente mediocre. Indiscreta entra de lleno en esas producciones con supuesto glamour que explotan la fama de sus estrellas, Grant y Bergman, mucho más sólidos en manos de Hitchcock, por ejemplo, pero que le permiten al director dedicar sus afanes a aspectos aparentemente secundarios como la puesta en escena, el vestuario, o la selección de exteriores. Donen es un excelente director y se aprecia enseguida en el modo como filma los lujosos interiores de la mansión londinense donde vive la protagonista, una famosa actriz teatral, ¡soltera! y, se nos dice desde la primera secuencia con su hermana, deseando ardientemente pasar por la vicaría... Sobre esta minucia se crea un enredo vodevilesco que tiene en la interpretación de Grant, sobre todo, incluida alguna escena “alocada”, como la del baile, que son su verdadera especialidad, la principal baza de la película hasta que…, sí, claro, hasta que la protagonista se entera de que la ha estado engañando, que no está casado en proceso imposible de divorcio y que es un bachelor impenitente. El giro que nos lleva a la típica guerra de sexos anima un poco la trama, pero sin exagerar… ¿Qué hay en la película, me dirá el ojeador, que me induzca a hacer esta minicrítica?  Al grano: el modo como Cary Grant desciende las escaleras cuando están a la orilla del río en una escena romántica en la que son seguidos por el coche de la actriz dos pasos por detrás, como las antiguas carabinas… La levedad de esos pasos, propiamente en estilizada levitación, son una maravilla indescriptible: sí, se ha de ver, para creer que tantísima elegancia es posible. Y aquí lo dejo. La película es amable, pero algo ñoña. Los secundarios son magníficos. Y la puesta en escena, soberbia. 

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