miércoles, 24 de enero de 2018

El periodismo por de dentro: “Mientras Nueva York duerme”, de Fritz Lang.



La ambición de poder desde la renuncia a él: Mientras Nueva York duerme o las sucias entretelas del periodismo y de la naturaleza humana.

Título original: While the City Sleeps
Año: 1956
Duración: 99 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Fritz Lang
Guion: Casey Robinson (Novela: Charles Einstein)
Música: Herschel Burke Gilbert
Fotografía: Ernest Laszlo (B&W)
Reparto: Dana Andrews,  Ida Lupino,  George Sanders,  Rhonda Fleming,  Howard Duff, Vincent Price,  John Barrymore Jr.,  Thomas Mitchell,  Sally Forrest,  James Craig, Mae Marsh,  Robert Warwick,  Ralph Peters,  Sandy White,  Larry Blake,  Celia Lovsky, Edward Hinton,  Pitt Herbert,  Vladimir Sokoloff.

Fritz Lang es, siempre, una apuesta segura, a la hora de plantarse ante un clásico. Esta película, que de ningún modo admite ser admitida en el género del cine negro, la veo ahora como, acaso, no la vi en su momento: una fidedigna y crítica anatomía del periodismo sensacionalista usamericano, un tema recurrente en la gran pantalla y con películas tan poderosas como Luna nueva, de Hawks o Primera Plana, de Wilder,  versión de la anterior y acaso el mejor remake jamás hecho. La libertad de expresión y su vehículo, el periodismo, son parte consustancial de la democracia usamericana, de ahí la importancia del tema en el mundo del cine. La trama detectivesca, que anima una competición entre tres miembros del imperio de comunicación de ese Citizen Kyne devaluado que sucede al gran creador de un imperio que dirige, enfermo de gravedad, desde una cama de hospital instalada en el propio edificio de la empresa, no pasa de tener un muy escaso relieve y narrarse de la manera más tópica posible, no sin alguna torpeza de guion que ya nos indica el poco interés que tiene para el director esa parte de la película, aunque también ha de decirse que Lang no desaprovecha los buenos momentos fílmicos que pueda depararle esa trama del asesino en serie, como la estupenda persecución del asesino por los túneles del metro neoyorquino -rodada en Los Angeles, sin embargo-, lucha incluida entre el sospechoso y el periodista/detective Dana Andrew, leyenda viva del cine negro y de otros colores…  Es digno de notar que el héroe de la película es un personaje que ha renunciado a la ambición del poder en aras de llevar una discreta vida individual alejada de los grandes focos, a pesar de ser una estrella de los informativos del complejo empresarial y Premio Pulitzer. Su relación con el jefe del diario de la empresa, The Sentinel, el único a quien él ve como la persona idónea para ocupar el puesto de Director Ejecutivo del emporio mediático, por su vinculación con la esencia del periodismo rastreador de noticias, lo lleva a involucrarse a su favor en la resolución del caso que le premie con ese ascenso frente a  dos ambiciosos ejecutivos, uno, George Sanders, que gobierna la agencia de noticias y otro, James Craig, que aspira a ocuparlo sirviéndose de la mediación a su favor de la esposa del jefe, con quien mantiene una relación adúltera, una Rhonda Fleming perfecta en su papel de esposa aburrida y deseosa de emociones fuertes que su propio marido es incapaz de proporcionarle. Las cartas marcadas que todos sin excepción usarán en esa partida de la ambición sin cuartel nos retratan un mundo despiadado en el que n o parce haber lugar para la honestidad. Lo más parecido sería la figura del protagonista, que renuncia al puesto de Director General que le ofrece el viejo propietario antes de morir y de que la desgracia de su hijo se haga cargo de la empresa, pero también acaba sucumbiendo, levemente, en esa lucha, lo que pone en entredicho su compromiso matrimonial con quien trabaja como secretaria de uno de los tres rivales, George Sanders, excelente en su papel de jefe acosador sin escrúpulos, capaz de requerir a la periodista estrella del Sentinel que seduzca a Andrews para impedir que este colabore con el director del diario y arruinar el plan que puede hacerle perder la elección: Andrews expone como víctima propiciatoria a su proa novia, después de haberse dirigido directamente desde su programa televisivo al asesino y suscitar en este el deseo de vengarse en ella. Estamos, sin embargo, y a pesar de lo  que acabo de exponer, ante una película psicológica de primera magnitud, más cerca de Eva al desnudo que del cine negro propiamente dicho, si bien hay suficientes gotas de este como para mantener viva la atención del espectador en la resolución del caso, que deriva hacia el dramón del niño adoptado incomprendido que se ve “obligado” a matar en efigie a esas mujeres en vez de matar a su propia madre, y de ahí el mensaje enigmático que deja en las paredes con lápiz de labios tras cada asesinato: ask mother, “pregúntale a la madre”. La película alterna escenas de exterior rodadas en Nueva York con interiores que reprsentan, modélicamente, espacios propios del mundo del periodismo: la Redacción, en la que hay un interesante juego de perspectivas cruzadas; el bar donde se reúnen los periodistas, que viene a ser como una continuación desjerarquizada del espacio de la Redacción, y las casas de la novia del protagonista, Una Sally Forrest cumplidora pero demasiado “plana” y tradicional,  y la del heredero del Emporio, en la que hay un secuencia, la de la coreografía de la mujer en una playa de arena artificial y la practica de golf del marido, que constituye un retrato al ácido de los caprichos de los ricos herederos incapaces de valorar lo que significa la existencia de un negocio levantado a partir del trabajo duro y constante por el fundador del mismo.  Son incontables los planos magníficos que nos ofrece Lang, quien  parecía dirigir casi mecánicamente, dada su producción, pero lo cierto es que siempre nos ofrece planos de insospechada belleza que revelan un estudio minucioso de lo que quiere meter en él y desde qué perspectiva ha de verse. A ese respecto, las secuencias en el bar son antológicas. Es probable que no sea la película más redonda de Lang, pero la visión escéptica y desengañada que nos ofrece del periodismo merece ser ten ida muy en cuenta en ese subgénero usamericano del cine sobre periodismo, del que ahora mismo tenemos en pantalla una nueva muestra con Los archivos del Pentágono, de Spielberg, que aún no he visto por pura pereza de intuir lo consabido, y porque enseguida le viene a uno el recuerdo de otra cima del género: Todos los hombres del presidente, de Alan J. Pakula. En cualquier caso, la película de Fritz Lang, que mezcla sabiamente el cine negro y el cine sobre el periodismo es una película que siempre apetece ver, aunque esté lejos del magisterio incontestable de otras obras suyas.

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