La pandilla y uno más: ¡hasta
doblado es Pepe Isbert un monstruo de la pantalla! Perro golfo, de Domingo Viladomat, o una versión canina de esa
maravilla que es El último caballo,
de Neville.
Título original: Perro golfo
Año: 1961
Duración: 90 min.
País: España
Director: Domingo Viladomat
Guión: Domingo Viladomat, Enrique Laborde, Federico Muelas
Música: Salvador Ruiz de Luna
Fotografía: Emilio Foriscot
Reparto: José Isbert, Maurice Marsac, Pilar Cansino, Félix Dafauce,
Francisco Arteaga, José Ignacio Corrales, Sun De Sanders, Francisco Hernández,
Gerardo Recuero, Paquito Ruano, Antonio Vela.
En principio, dada la
rareza de la película, que no la han pasado ni creo que la pasen en la Historia
del cine español de La 2, no pensaba hacer una crítica, pero al ver el
casillero vacío de ellas en la página de Film
Affinity, me he animado a escribirla allí y de allí la traigo a mi Ojo particular, ya puestos. Julio Alymán,
actor y actor de doblaje, voz habitual de Lionel Barrymore, fue el encargado de
ponerle voz nada menos que a Pepe Isbert en uno de los últimos trabajos del
insuperable actor. Que Isbert se presentara con voz tan relativamente clara y
cristalina, le choca al espectador que tiene en la memoria como un bien
preciado la voz rotísima de un actor tan poderoso como Pepe Isbert, un genio de
la interpretación a fuerza de naturalidad y espontaneidad. En Perro golfo, de Domingo Viladomat, aun
no teniendo el papel principal, Isbert contribuye a que la película se vea no
solo con el interés arqueológico con que se suelen ver estas películas en las
que hay, acaso, más de antropología e historia viva que de interés dramático en
una historia concreta, sino con la cordialidad que el actor imprime a sus
personajes y a la trama en las que aparece. El motivo dinámico que dispara la
historia, en este caso, es tan sencillo como el amor que le tiene a un perro,
Lagartijo, el hijo del carnicero de un mercado de Madrid y el empeño del padre
por deshacerse del perro. El niño en cuestión es el protagonista de la película
y se trata de Paquito Ruano Almansa, un niño cantor ignorado hoy porque no tuvo
la proyección de otros niños cantores anteriores como Joselito o Marisol. Se
quedó ciego a causa de una enfermedad y publicó algunos discos a finales de los
60, con una versión de "San Francisco" de Scott Mackenzie, en la que
su voz suena como si fuera el mismísimo Raphael, aunque ha de recordarse que
Ruano siguió estudios de música y de canto. El niño en cuestión, en la
película, se encarga de cantar para atraer a las clientas, y lo hace con una
canción que propiamente parece de Vainica Doble y concebida para Con las manos en la masa,(un fragmento
de la cual puede escucharse aquí)a juzgar por el
acierto de la canción de Salvador Ruiz de Luna, compositor que fuera profesor
de la famosa Escuela Oficial de Cinematografía y autor de algunas bandas
sonoras como la de esta misma película, en la que se incluyen varias canciones,
una de las cuales, esta del reclamo del género del padre carnicero es, ya digo,
muy meritoria. Junto a otros niños que trabajan como recaderos en el mercado
para sus familias, más otros que completan la pandilla, se las ingeniarán todos
ellos para, una vez que Lagartijo ha sido robado por el carnicero para
entregárselo al mayordomo de la embajadora, intentar recuperarlo, robándole
ellos a su vez el perro al mayordomo de la embajadora de Estados Unidos, quien
ha creado una escuela de adiestramiento canino para proveer de perros lazarillo
a las personas ciegas, entre las cuales está el hermano de la florista de quien
el padre viudo del niño cantor, el carnicero, está enamorado. La película es
deliciosamente ingenua e infantil, y todo transcurre, con absoluto realismo, en
una historia cuya índole fantástica no esconde ciertas visiones de la dureza de
la vida incluso en época tan distanciada de la guerra como 1961. La película
tiene un sí se sabe qué de serie televisiva de espacio único, como Farmacia de
guardia y similares, dadas las muchas secuencias que se ruedan en el recinto
del mercado, y las relaciones cotidianas de solidaridad que se dan entre los
comerciantes que, a su vez, son vecinos, como el carnicero y la florista. El
Madrid e la cotidianeidad, en el que despuntan signos de la modernidad como que
haya una embajadora norteamericana, en vez de un embajador, o la propia
iniciativa de los perros guía, las secuencias de cuyo adiestramiento componen,
con ciegos y perros moviéndose sincronizadamente, un extraño ballet a medio
camino entre una metáfora de la alienación y la esclavitud y un ballet
entusiasta de la seguridad vial. Para organizar el intercambio de perros, el
robado al mayordomo de la embajadora por Lagartijo, el perro de la banda y,
sobre todo, del hijo del carnicero, entra en escena el guarda del mercado que
vive en él, Pepe Isbert, un viejo combatiente de la guerra de Cuba que se erige
en capitán de los jovencísimos soldados y prepara un plan para intercambiar los
perros. Cuando llega a ojos de la embajadora la carta reivindicativa de
"Los cinco vengadores", así deciden firmarla, la diplomática, que ya
ha supervisado el adiestramiento de Lagartijo para que sirva de perro lazarillo
del hermano de la florista, y enterada por este de la verdad del asunto, decide
recibir " a cuerpo de reyes", a los miembros de la banda, incluido su
viejo "capitán". Como se advierte, nos movemos, en cierta manera, en
el ámbito del cine poético de "Calabuig", de Berlanga, y otras obras
en las que se mezcla la lírica con el buen fondo de las clases populares y la
cotidianeidad de personajes apegados, como los chicos, a códigos de
comportamiento propios de una manera de ser, como críos que son, propia de
todas las épocas, y que se pueden advertir en obras como Emilio y los detectives, por ejemplo, o, literariamente, una
aventura de "Los cinco", de Enyd Blyton. La interpretación de Isbert
es soberbia, así como la de todos los críos sin excepción y, por supuesto, la
del resto de protagonistas, como la propia embajadora, Sun De Sanders, una
actriz hoy desconocida que trabajó en España hasta 1965 y de la que me ha sido
difícil hallar un rastro que me descubra su carrera. La película está rodada en
un blanco y negro que refleja a la perfección la vida sombría y en parte
lúgubre de las gentes en aquel momento. Tiene un arranque, con protagonismo
absoluto del perro que promete una línea casi neorrealista que luego no se
confirma. En todo caso, es un perfecto ejemplo de realismo costumbrista amable
que no escarba en las miserias sociales de la época, aunque estas se
trnsparenten, y que enfoca desde el optimismo las siempre difíciles relaciones
humanas o de estos con los animales.
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