Un éxito de Broadway en Panavisión: Cómo triunfar sin dar golpe o la
endeblez argumental para un musical que triunfa con una puesta en escena
cautivadora y un número fantástico de Bob Fosse.
Título original: How to
Succeed in Business Without Really Trying
Año: 1967
Duración: 121 min.
País: Estados Unidos
Dirección: David Swift
Guion: David Swift (Novela:
Shepherd Mead; Libreto: Abe Burrows, Jack Weinstock, Willie Gilbert)
Música: Nelson Riddle
Fotografía: Burnett Guffey
Reparto: Robert Morse, Michele Lee,
Rudy Vallee, Anthony
"Scooter" Teague, Maureen Arthur,
John Myhers, Carol Worthington, Kay Reynolds,
Ruth Kobart, Sammy Smith, Murray
Matheson, Hy Averback.
Vaya por delante que
David Swift es el director de una película excepcional: Tú a Boston y yo a California, basada en la obra de uno de los
grandes escritores alemanes: Erich Kästner, el autor de Emilio y los detectives, ¡ahí es nada!, una obra prohibida por el
régimen nazi y llevado al cine en varias ocasiones, una película que constituye
una importantísima parte de mi autobiografía sentimental cinéfila, pues la vi a
la temprana edad de 9 años ¡y aún conservo el impacto de aquel visionado!
Aunque hablamos de un director que ha dedicado su carrera profesional a la
televisión, esta claro que no lo habrá hecho por falta de condiciones para
dirigir largometrajes como el mencionado o este musical que, vencidas algunas
reticencias, sobre todo la elección del protagonista, tiene muchos elementos
muy valiosos para poder disfrutar de un espectáculo en el que lo que más se
echan de menos, por supuesto, son coreografías como las que vi recientemente en
el musical de Donen y Kelly o, al menos,
de similar calidad. Sí, hay una, A secretary
is not a toy, coreografiada por Bob Fosse, que reúne esas características;
pero, en términos generales, se trata más de un musical cantado, que bailado.
La historia es propia del género, y un pretexto argumental para que “veamos” el
mundo por de dentro en una empresa neyorquina que recuerda mucho a la primera
temporada de Mad Men y ese mundo peculiar
de los jefes y las secretarias. Aquí, un limpiacristales tropieza con un libro,
“How to Succeed in Business Without
Really Trying”, que se resuelve a seguir y aplicar al pie de la letra para “forjarse
un futuro”. La historia progresa, así pues, en la rapídisima escalada al edificio
de oficinas, desde la planta baja hasta la planta noble de la más alta dirección
del negocio en apenas unos días, gracias a una encadenada serie de
oportunidades que el libro le dice cómo aprovechar. El tono de cuento infantil,
concretamente de la Cenicienta, pero en este caso con un protagonista
masculino, se alía con una poderosísima puesta en escena que a través del
espacio y, sobre todo, del uso de los colores primarios, consigue generar una
atmósfera de fantasía inocente en la que no faltan, por supuesto, no pocas
transgresiones morales digamos de orden menor que nos acercan a la realidad, si
bien lo hace de una forma tan estilizada que incluso esas transgresiones
parecen formar parte del “orden natural de las cosas”. El retrato del “trepa”,
que no otra cosa es la ascensión buscada por el protagonismo va adquiriendo
tintes menos amables a medida que va ascendiendo más, puesto que los amables
azares del principio se transforman en estudiadas estrategias maquiavélicas, que
incluso le llevan a chocar, para uno de los ascensos, con un rival que, ¡ay!, también
guía sus pasos con el mismo libro que guía los del protagonista, algo
blandengue y melifluo y para mi gusto, aunque eficaz, de eso no cabe duda. Ese
giro sorprendente, por ejemplo, nos da a entender que la distancia con la
realidad, como ya he dicho, se va acortando a medida que se asciende hacia la
cúspide, como si en ese terreno de excepción no cupiera una versión naíf de la
misma, como lo prueba la sátira
despiadada de los concursos televisivos, por ejemplo. El hecho de haber
sido rodada en Panavisión permite la creación de unos planos anchísimos con una
especial profundidad de campo que posibilita algo que puede pasar desapercibido:
aunque dije que la película es más cantada que bailada, lo cierto es que en
buena parte de la película el movimiento, llamémosle “normal”, de los actores
compone una suerte de coreografía no específicamente asociada al baile, como
cuando las secretarias inician su jornada
laboral acabando de arreglarse el pelo,
las uñas, la pintura, etc. Lo mismo cabe decir de los movimientos de los directores
cuando escoltan a la explosiva secretaria, que nalguea (o anadea, según se mire)
como Marilyn en Con faldas y a lo loco…,
y que es “enchufada” en la compañía por
su amante: el director general. Esa coreografía oculta vendría a equivaler a
los recitativos de la ópera, y le confieren a la película un poderoso atractivo
visual. Ya digo, con todo, que lo más atractivo de todo el musical es la
brillante puesta en escena, que también recuerda, por su selección cromática, la cinematografía
de Almodóvar. En fin, que estamos en presencia de un musical de estudio, como
han de ser los buenos musicales, en el que, curiosamente, la creación del
espacio a través de la escenografía consigue
deslumbrar al espectador. No hay temas musicales que hayan quedado en la
historia del género, pero algunos de ellos, como el de la “carabina” entre los
dos amantes introduciendo lo que uno y otro piensan son incluso brillantes.
Nada que ver, por descontado, con una
perspectiva social como Pennies from
Heaven, de Herbert Ross, pero tampoco tan escapista como las glorias del
género en los años 40. Digno de sentarse a verlo.
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