Avanzando el esplendor futuro de un cómico excepcional: Una herencia de miedo o Jerry Lewis en
su salsa con Carmen Miranda…
Título original: Scared Stiff
Año: 1953
Duración: 100 min.
País: Estados Unidos
Dirección: George Marshall
Guion: Norman Lear, Herbert
Baker
Música: Leith Stevens
Fotografía: Ernest Laszlo (B&W)
Reparto: Dean Martin,
Jerry Lewis, Lizabeth Scott, Carmen Miranda, George Dolenz, Dorothy Malone.
Me reconozco
incondicional de Jerry Lewis desde que vi su primera película, quizás cuando
tenía 13 o 14 años. Y aunque en su ingente obra hay un abanico que va desde las
prescindibles hasta las obras maestras, jamás, por insulsa que haya sido la
película suya que he visto he dejado de
descubrir en todas ellas rasgos muy definidos de su reconocida genialidad. Una
herencia de miedo vendría a ser una suerte de parodia de un gran éxito como The Ghostbreakers (aquí titulado El castillo de maldito) con Bob Hope, de
quien me reconozco furibundo detractor, y cuya gracia, para mí, solo es
comparable a la de ese otro gran incompetente, en el campo del humor, que es
Louis de Funès. Los lectores de este Ojo saben perfectamente que nada tan “personal”
como la “gracia” que nos hacen unos u otros “graciosos”, y el abismo que hay
entre Groucho Marx y Woody Allen, pongamos por caso, y los anteriormente
citados, por no referirnos a los clásicos mudos del cine cómico, por supuesto.
Aunque sea anecdótico el nacimiento como parodia de esta película -el dúo
Martin&Lewis rodó nada menos que 18 película-, quedará para la historia
anecdótica del cine como la primera en la que se introduce un término que luego
tendría no poca repercusión cinematográfica: ghostbuster, formado, según se indica en los diálogos, a partir del
término económico trustbuster. Estaba
claro que la palabra era una alternativa a Ghostbreakers,
pero, al final, acabó teniendo, como sabemos, más éxito. La historia es
absolutamente intrascendente, una heredera de un castillo en Cuba recibe una
poderosa oferta de compra del mismo, así como una serie de amenazas terribles para
que no vaya a tomar posesión del mismo. La heredera es Lizabeth Scott, por
quien Dean Martin -y cualquiera- iría al infierno si fuera necesario, aunque
antes de enamorarse de ella, ha de “liberarse” -¡nada menos que "liberarse"!- del asedio de una Dorothy Malone,
de brevísima aparición y largo recuerdo… Martin, cantante en un club, como es
de rigor en su asociación con Lewis, ha de llevar “colgado de sí” a Myron/Lewis,
quien lo considera su único amigo. La pareja habrá de pasar por no pocas
penalidades cuando Martin cree que, en una refriega con pistolas en un hotel,
ha matado a un miembro de la banda mafiosa que lo persigue. Acaban en el barco,
con la heredera, y forjándose un futuro en el show business de la mano de Carmen Miranda que también viaja con
ellos. Los gags que se suceden en la película tienen ya una entidad
considerable y algunos son magníficos, como el del ventrílocuo de Martin con
Lewis dentro del baúl de la heredera que ha de ser llevado al buque o como el
número que, ya en Cuba, interpreta un travestido Lewis haciendo play back a la
voz de Carmen Miranda. Así mismo, hay gags verbales tan buenos como este: Tony
Warren/Dean martin: It's worse than
horrible because a zombie has no will of his own. Every once in a while
you see him walking about with dead eyes blindly following orders, not knowing
what they do and not caring. Myron Mertz/Jerry Lewis: Just
like husbands. En el campo de la anécdota ha de contarse también que
una de las canciones que interreta Martin en la película, I don’t care if the sun don’t
shine, de Mack David, autor de la letra de Walk on the wild side , el tema principal de esa joyita que es La gata negra, de Edward Dmytryk, con guion
de John Fante, fue la canción escogida por Elvis Presley para su segundo sencillo,
si bien adaptada a ritmo de rock. La llegada al castillo encantado entra por
derecho propio en el terreno de esas obras en las que se juega con el miedo y
la risa, como la excelentísima Abbott y
Costello contra los fantasmas, de Charles Barton que, cuando la vi de niño,
me hizo pasar un miedo terrible, superando la dimensión cómica que tenía la
cinta. Aquí, los tres personajes van superando una suerte de pruebas, a cual
más inocente y divertida, para descubrir, finalmente, quién hay detrás de tantas
amenazas para que la heredera no entre en posesión de la herencia y la venda a…
y aquí sí que he de poner los puntos suspensivos *antichafadura (permítamonos
el neologismo castizo frente a spoiler) para que los futuros espectadores de
esta entretenida comedia no me acusen de arruinarles el secreto; de todos
modos, en cuanto aparece el personaje en escena, no se ha de ser muy listo para
incluir lo en la reducidísima nómina de personajes sospechosos con muchas papeletas
para ser elegido. La puesta en escena es magnífica, y crítico malicioso (o no)
hay que dice que la película se rodó para aprovechar los escenarios de la
película de Hope. En cualquier caso, se agradece que el cartón piedra sea tan
generoso en su reproducción y nos permita disfrutar de lo lindo con las
peripecias del trío en el “lóbrego” castillo. En fin, que se trata de una
película a medio camino entre Una noche
en la ópera y El jovencito
Frankestein, y pueden disfrutar d su visionado no solo los aficionados a
ultranza de Lewis, como un servidor, sino cualquiera cuyo sentido del humor no
ande embotado con la ristra de “cómicos” que a todas horas os castigan desde la
radio o la televisión…
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