La medida y contundente biografía del espolio artístico
nazi a través de un cuadro emblemático de Gustave Klimt: Retrato de Adele
Bloch-Bauer I
Título original: Woman in Gold
Año: 2015
Duración: 107 min.
País: Reino Unido
Dirección: Simon Curtis
Guion: Alexi Kaye Campbell
Música: Martin Phipps, Hans Zimmer
Fotografía: Ross Emery
Reparto: Helen Mirren, Ryan Reynolds, Daniel Brühl, Tatiana Maslany,
Charles Dance, Katie Holmes, Antje Traue, Max Irons, Elizabeth McGovern,
Jonathan Pryce, Tom Schilling, Moritz Bleibtreu, Anthony Howell, Allan
Corduner, Henry Goodman.
Al
seleccionar esta película de Simon Curtis tuve presente que, por el nombre, ya
había visto algo del mismo autor que me había complacido, pero, como siempre
también, no hago la comprobación hasta haber visto la película elegida. Y sí,
claro, no suele fallar. Del mismo autor vimos mi Conjunta y yo una película
nada pretenciosa y muy lograda: Mi semana con Marilyn, una biografía de
Marilyn Monroe ceñida al tiempo en que rodó El príncipe y la corista, de
Laurence Olivier en Inglaterra. La propia sencillez del planteamiento y la
estupenda elección de la protagonista, Michelle Williams, quien sabe hacer suyo
el personaje con una verosimilitud absorbente.
La
película que gira en torno a los procesos seguidos en algunos países europeos,
sobre todo Austria y Alemania de devolución a sus legítimos propietarios de las
obras de arte confiscadas/robadas por los nazis se centra en uno de los cuadros
más famosos del arte moderno, el de Gustave Klimt: Retrato de Adele
Bloch-Bauer I, una modelo que acabaría siendo amante del pintor, y en cuya
composición se usó pan de oro, lo que da pie al título de la película. La
protagonista, sin embargo, es la sobrina de la retratada, quien acaba
contactando con un joven abogado, hijo
de una amiga suya y bisabuelo del compositor Arnold Schönberg, el autor de la
inmortal La noche transfigurada, entre otras piezas, y con quien, tras
un tiro y afloja razonable, decide hacerse cargo del caso, a pesar de la
dificultad intrínseca del proes, pues de lo que se trata es de pleitear nada
menos que contra el estado austríaco actual, para quien ese cuadro forma parte
de los «tesoros nacionales» de su Museo Belvedere.
La
película no se centra exclusivamente en el pleito judicial y sus diferentes
alternativas, que van jalonando la narración, sino que nos cuenta la historia
de María Altman, la heredera legítima de
los cuadros que Klimt pintó para su familia y que le fueron robados por los
nazis. La película tiene a Helen Mirren como suprema protagonista porque su
sola presencia basta para captar la atención de los espectadores, pero, para
los aficionados a las series, hemos de destacar la presencia de Tatiana Maslany
-de ascendencia austriaca, por cierto, y de ahí su exquisito alemán-, protagonista
absoluta de la serie Orphan Black que tantos reconocimientos le
ha granjeado. Aquí interpreta a la María joven que, ante la llegada d los nazis
al poder tras el Anchluss, decide escaparse con su marido, con quien acaba de
casarse, camino de Usamérica, una huida que genera las escenas de acción que
sirven de contrapeso al estatismo de la lucha judicial.
Movernos
en el terreno del genocidio y el saqueo nazi contribuye a generar una fuerte empatía
con la protagonista, y sirve de obligado contexto para la historia del cuadro,
cuya confección abre la película para trasladarnos enseguida al tiempo presente
en el que la María madura regenta una tienda y vive felizmente olvidada de
aquel pasado terrible que, sin embargo, por el proceso judicial que inicia, ha
de verse obligada a rememorar, con la sacudida emocional que ello supone para
quien salió literalmente «por piernas» en una huida que, llena de emoción,
consigue consumarse.
La
tercera baza de la película es la historia del descendiente de Schönberg que
trata de abrirse paso en el competitivo mundo de la abogacía en Usamérica. En
su viaje a Viena conectará con sus orígenes
y se dará cuenta de que embarcarse en ese pleito no obedece a una ambición de
triunfo, con el consiguiente corolario de mejora económica, sino a una suerte
de «ajuste de cuentas» con todos los miembros de la comunidad judía universal a
la que se siente ligado.
Se
trata, como se advierte por la sinopsis, de una película bien guionada y realizada
con ese estilo «transparente» al servicio de la narración pero en el que abunda
el buen gusto en la selección de encuadres y, sobre todo, en la pueta en
escena, aunque la propia ciudad de Viena es ya, de por sí, el mejor escenario posible.
Un
cuarto personaje básico para la trama es el periodista de investigación que les
ayuda a rastrear la existencia del testamento en el que figurara, como
sostenían las autoridades, una «cesión» de las obras al Estado austríaco. Ese
personaje, hijo de un nazi, es Daniel Brühl, que aparece muy desdibujado y algo
tópico, sin posibilidad real de «meterse» en un personaje meramente «funcional»,
tanto que casi podría hablarse de un «cameo» en vez de un papel de mayor o
menor relieve.
Insisto
en que se trata de una película muy bien hecha, con un guion lleno de interés y
muy bien dosificado, del mismo modo que las alternancias entre el pasado y el
presente. De más está decir que Helen Mirren atrapa al espectador en cuanto
aparece en pantalla, con esa desbordante naturalidad de quienes actúan por
imperativo genético, podríamos decir, en vez de por obediencia a un método.
Falla no poco, eso sí, el coprotagonista, Ryan Reynolds, tan sobradamente
inexpresivo que en ningún momento está a la altura de la réplica que merece
Helen Mirren, pero acaso esa misma «insignificancia» resulte ser lo que buscaba
el director para acentuar la heroicidad de la hazaña de los débiles frente a
los poderosos, porque, en el fondo de esta historia, esa perspectiva de lucha
contra los poderosos por parte de las personas sin poder ni dinero para
plantarles batalla es también el «tema» de esta película.
Que
no le quede duda a nadie, sentarse a ver esta película equivale a pasar más de
hora y media absolutamente entretenido, además de acceder al conocimiento de
una de las más negras etapas de la historia de la Humanidad, cuyas
consecuencias aún se manifiestan en reclamaciones por robo como la de María
Altman.
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