Un magnífico retrato de la época finisecular en clave de humor ácido que no desdeña el “contexto”… La emancipación, o manumisión…, de la mujer.
Título original: Sólo para
hombres
Año: 1960
Duración: 81 min.
País: España
Dirección: Fernando Fernán
Gómez
Guion: Fernando Fernán Gómez
(Obra: Miguel Mihura)
Música: Antón García Abril
Fotografía: Ricardo Torres
Reparto: Fernando Fernán
Gómez, Analía Gadé, Manuel Alexandre, Elvira Quintilla, Juan Calvo, José María
Lado, José Orjas, Carola Fernán Gómez, Joaquín Roa, Erasmo Pascual, Rafaela
Aparicio, Maite Blasco, Ángela Bravo, Rosario García Ortega.
Los habituales
de este Ojo sabrán de mi predilección por el cine español y de lo mucho
que agradezco la emisión de un programa como Historia del Cine Español, de
La 2, de RTVE, que permite a los aficionados conocer o revisar ciertos títulos
fundamentales del cine hecho en español, y en España. Esta película de Fernando
Fernán Gómez, sin embargo, la he
encontrado revisando los clásicos de Filmin, y enseguida me he aplicado a
verla, pues la referencia de estar basada en una obra teatral de Mihura, Sublime
decisión, invitaba a ello con mayor fundamento.
Se trata de una
película “de época”, con un prólogo en el que FFG se dirige a los espectadores
desde 1895 para «introducirlos» en una época cuyos hábitos, cuyas costumbres
diferían mucho de las de los espectadores. Ese recuento inicial, lleno de
gracia y una excelente puesta en escena, con graciosísimas interpretaciones,
como la del frío de cuantas, por la ley del «balconeo» que obligaba a «exhibirse»
para atraer a los machos casaderos, habían de exponerse a furiosas pulmonías;
si bien el frío, ese «gris» helado tan típico del Madrid antiguo, afecta
incluso a quienes se exponen a las corrientes en las escaleras o la propia vía
pública. ¡Impagables, los ejercicios gimnásticos de los dos «pollos» casaderos
antes de entrar en la casa de la protagonista, Florita, para, con el pretexto
de esos fines casaderos, merendar gratis…!
Folorita es una
joven singular que no piensa en un posible matrimonio, sino en estudiar aritmética
a espaldas de sus padre y de su tía, y ello con la intención de tomar, para la
época, una «sublime decisión»: ponerse a trabajar, para no morirse de hambre a
la espera del inencontrable «príncipe azul», es decir, cualquier empleaducho
con un ingreso fijo, por paupérrimo que fuera…
Quienes, como
servidor, hayan trabajado en la Administración del Estado como funcionarios del
nivel inmediatamente superior al de los bedeles, esto es, como chupatintas de
primera…, se divertirán casi a mandíbula batiente con el retrato de la Administración
que más se parece a la «oficina siniestra» de la Codorniz que a otra cosa. Los
pupitres, las labores, el ritmo pausado de las horas sin hacer nada, los malos
tratos a los ciudadanos, la caricatura, en suma, de lo que ha de ser una
Administración seria y responsable, es lo que nos ofrece esta adaptación cinematográfica
de FFG, que se suma a otra cuyo éxito me ha hecho verla en no menos de treinta
o cuarenta ocasiones, La venganza de don Mendo, de Pedro Muñoz Seca,
asesinado en Paracuellos cuatro meses después de proclamarse el golpe de estado
contra la Segunda República, y ello porque solía pasársela a mis alumnos.
Aunque es
cierto que la obra se ríe de la penosa situación de la mujer en la época y del
destino que se les reservaba a todas ellas, no es menos cierto que deja de
chupa de dómine a los pobres diablos que buscaban el calor y la merienda en
casas de las «bellas», de ahí que el encuentro de Florita y de Pablo, la pareja
protagonista, en la siniestra oficina permite deshacer el equívoco que lo llevó,
como hijo de un padre rico, a ponerse morado de las galletas que tantas
penalidades les originaron a quienes no tenían otro fin que casar a sus hijas.
Parte
importante de la película es la crítica política de la alternancia de la
Restauración, una suerte de consuelo, ¡en 1960!, para quienes habían olvidado
ya qué era una vida parlamentaria democrática, por imperfecta que fuera, con
ese terrorífico vaivén de cesantes según el color del gobierno que subiera al
poder. En cierto modo, bien puede entenderse esa critica política como algo
también achacable a nuestra situación actual de parálisis gubernativa por el
desmoronamiento del bipartidismo y la indefinición del futuro modelo
pluripartidista.
Cuando,
finalmente, Florita es admitida como funcionaria en Fomento, se nos ofrece uno
de los mejores tramos de la película, aquel en el que los funcionarios ociosos
andan buscando como locos, trabajo para aquella «máquina de actividad infernal»
que es la funcionaria, quien acabará trastocando el anquilosado orden heteropatriarcal
para convertir la oficina en una pugna de Romeos lanzados a la conquista de la
ejemplar joven.
Insisto, aunque
la trama tiene un fondo de crítica feminista muy positivo, e incluso atrevido
para la época, ¡a escasos tres años de esa película habría yo de ver la «lucha»
de mi madre contra mi padre para usar pantalones, por ejemplo…!; a pesar de
esos valores fundamentales, la película tiene un valor artístico eminente, por
lo que a la recreación del Madrid finisecular se refiere. La puesta en escena, estudiadísima,
con un vestuario ad hoc y unas caracterizaciones estupendas, crea, con su
blanco y negro equilibrado, sin acentuación del claroscuro, una suerte de
pátina que nos transmite la impresión indubitable de estar ante un «documento
de época». Las actuaciones de FFG, de Analía Gadé, y la complementaria de
Manuel Aleixandre, caen del lado de las grandes interpretaciones a que el cine
español nos tiene acostumbrados en esa década prodigiosa de mediados de los
años 50 hasta mediados de los 60, propiamente, me atrevería a decir, hasta La caza, de Saura, donde conviven
las viejas glorias y las estrellas futuras que les cogen el relevo.
No olvidemos, a
pesar de lo dicho, que se trata de una comedia, y que tiene como principal
objetivo hacer reír al espectador, algo que consigue a la perfección, sin
perder nunca de vista que detrás de la risa emerge la luz benefactora del
pensamiento crítico.
¡Que la
disfruten!
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