Título original: Meet Me in St. Louis
Año: 1944
Duración: 112 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Vincente Minnelli
Guion: Fred F. Finklehoffe, Irving Brecher. Novela: Sally Benson
Música: George Stoll
Fotografía: George J. Folsey
Reparto: Judy Garland, Margaret O'Brien, Mary Astor, Lucille Bremer,
Leon Ames, Tom Drake, Marjorie Main, Harry Davenport, June Lockhart.
Título original: Bells Are Ringing
Año: 1960
Duración: 127 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Vincente Minnelli
Guion: Betty Comden, Adolph Green
Música: Jule Styne
Fotografía: Milton R.
Krasner
Reparto: Judy Holliday, Dean Martin, Fred Clark, Eddie Foy Jr., Jean
Stapleton, Ruth Storey, Dort Clark, Frank Gorshin, Ralph Roberts.
El esplendor y la gracia del musical en dos genuinas versiones de lo mejorcito del género…: la voz de Judy Garland y la impagable vis cómica de Judy Holliday.
Quizás deberíamos de empezar a hablar
de ciertas películas como hablamos de las obras de los pintores, «un Monet», «un
Rembrandt», «un Picasso», «un Ford», «un Bergman» o «un Kurosawa», porque damos
con ello a entender que se trata de una obra sobre cuya maestría no cabe
discusión, nos guste más o menos la etapa a la que pertenezca en la carrera del
artista.
En este caso,
traigo a consideración de los futuros espectadores o de los pasados, porque ambas
son dos clásicos del género musical, dos películas de muy diferente época, una
de mediados de los 40 y otra de comienzos de los 60, aunque la cuidadísima
puesta en escena, el color, los encuadres y la sabia mano narradora que nos va contando
la historia nos permite dar ese salto de tres lustros como si nada. Apreciamos
el mismo gusto estético por los colores muy contrastados, por los escenarios
diseñados hasta el último detalle para potenciar los movimientos de los protagonistas.
Todo ello sin olvidar, por supuesto los primeros planos que, en el caso de su
mujer, Judy Garland, potenciaban un excelente perfil.
Cita en San
Luis es una historia familiar, con la excentricidad que suele presidir unas
relaciones entre miembros tan distintos, el servicio añadido. Hijas casaderas,
hijas pequeñas metomentodo, un marido insatisfecho con su trabajo, un abuelo
muy particular… Vida cotidiana en la que los compromisos amorosos de las hijas
son la fuente principal de las anécdotas que van vertebrando una historia de desencuentros
que tienen como fondo la Exposición Universal de 1904 y los Juegos Olímpicos,
convirtiéndose en la primera ciudad no europea que los albergara. La decisión del padre de liar los bártulos y
trasladarse a Nueva York con toda la familia va a ser el detonante de la
tensión que se sumará a otros episodios como el percance de la benjamín de la
familia la noche de Halloween, unas escenas, por cierto, en las que Minnelli
sabe recrear con excelente mano el género de las películas de terror, ¡y quién
sabe qué hubiera podido llegar a hacer en él! Así, de pronto, por el color y
los encuadres, me acordé de El fotógrafo del pánico, de Michael Powell.
Las canciones mezclan los números cómicos, como el del inicio de la película,
compartida por el abuelo y una nieta y canciones de amor que reflejan la vida
de las jóvenes casaderas. Destaca, como no podía ser de otra manera, la
poderosa voz de Judy Garland, aquella mujer explotada por la industria hasta
niveles que rozaron, en su día la explotación infantil, y resulta encantador el
número que interpreta con la pizpireta hermana pequeña, Margaret O’Brien,
ganadora ese año del Oscar a la mejor interpretación juvenil, categoría que desapareció
en 1961. Se trata de una típica película de estudio que permite sacar un excelente
partido de la puesta en escena y de las interpretaciones, sin perder esa
especial naturalidad con que discurre la historia y que el plantel de actores y
actrices nos transmiten con una habilidad muy particular. Pudiera encuadrarse,
en parte, en el melodrama, aunque las partes de comedia la acercan más a esa liviandad propia del
género, un género en el que difícilmente el drama o la tragedia podía abrirse
paso, aunque lo intentara, por supuesto.
En 1960,
Minnelli había rodado un poderoso drama sureño, Con él llegó el escándalo, un
drama en toda regla y merecedor del éxito que cosechó. Seguramente por eso,
como compensación, no debió de dudar a la hora de filmar una comedia musical
¡nada menos que con Judy Hollyday y Dean Martin!, una inusual pareja a la que
la trama irá acercando paulatinamente hasta conseguir ese misterio propio del
cine: que ella sea la escogida cuando a él lo asedian mujeres despampanantes, y
como buena cómica, Judy Hollyday, con una de las mejores voces de la pantalla
para los papeles cómicos, sabe sacar partido de la autoparodia en uno de los
grandes números de la película, en el party que ofrece el productor de
la obra que el autor, Dean Martin, ha conseguido acabar porque Judy Hollyday,
su telefonista misteriosa, ha metido la nariz en sus asuntos y lo ha «transformado»,
apartándolo del alcohol, de los ligues y concentrándolo en el duro trabajo para
el que incluso le suministra parte fundamental de la trama, como descubre en un
club en el que el autor, muy
pirandellianamente, se encuentra con sus personajes, inventados por otro. La
capacidad cómica de Hollyday, reconocida una década antes, en 1950 por la descacharrante
Nacida ayer, de George Cukor, lleva el peso de la película y en ningún
momento el espectador se siente cansado de verla y oírla. Todo se inicia en una
pequeña empresa de servicio de contestador telefónico en el que la telefonista
logra, con diferentes personalidades, establecer una relación algo más que
cordial con los clientes. La aparición de un pretendiente de la dueña que
quiere instalar en sus oficinas una distribuidora de discos traerá ciertas
complicaciones que animan muy cómicamente la trama y que la proveen de números
musicales espectaculares, una de las grandes especialidades de Minnelli,
porque, no lo olvidemos, en un musical, los números son lo esencial y la trama
secundaria, de ahí que cualquier variación estrambótica sea aceptada si va
acompañada de alguno de esos números que hacen las delicias de los aficionados
al género.
Un magnífico programa doble que complacerá
no solo a los aficionados, sino también a los buenos tasadores del cine de
calidad, sea del género que sea.
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