Enésima versión, pero no por ello menos triste, del «juguete roto»: Tiny Tim o cómo hacer de la necesidad virtud, o de la excentricidad congénita un éxito.
Título original: Tiny Tim: King
for a Day
Año: 2020
Duración: 78 min.
País: Croacia
Dirección: Johan von Sydow
Guion: Martin Daniel
Música: Ted Krotkiewski, Gustav Wall
Fotografía: Animación, Damir
Kudin, Johan von Sydow, Lars Erlend Tubaas Øymo
Reparto: Animación,
Documental.
Muy, pero que
muy curioso y atractivo documental sobre una figura del show business
usamericano que no traspasó fronteras, excepto para los entendidos en todo, y
cuya vida tiene mucho de lo que enuncio en el título: el clásico «juguete roto»
que sirve para entretener a grandes audiencias durante lo que dura la novedad
de la oferta, pero que incluye una fecha secreta de caducidad que, usualmente,
le suele pasar inadvertida al artista, a pesar de su arte y, sin duda, por la fragilidad
de su idiosincrasia incatalogable.
Sí,
estamos en presencia de un friqui en toda regla: un ser cuya excentricidad lo
marca poderosamente desde la infancia. Nacido Herbert Khaury , pronto se
desinteresó de progresar en el mundo del arte con su propio nombre y llegó,
incluso, a actuar en circos, al principio con el apodo de «El canario humano»
por su aguda voz de falsete con vibrato, que mezclaba, pasmosamente, con una
voz de barítono que ofrecía a las audiencias interpretaciones en las que el
cantante se desdoblaba en una alternancia magistral y muy humorística, aunque
no necesariamente; y ,más tarde, con el nombre artístico que, finalmente, escogió:
Tiny Tim, el entrañable personaje de Cuento de Navidad, de Dickens, en
una obvia declaración de principios. Tiny Tim, el cantante, fue un personaje
lleno de inseguridades, muy religioso y necesitado tanto de confianza en sí
mismo como del reconocimiento ajeno. Enamorado de las viejas canciones que oía
en su casa, encontró en el ukelele, e ignoro si influenciado por la aparición
de Marilyn con él (otra persona llena de
fragilidades como las suyas) en Con faldas y a lo loco, de Wilder; pero
el caso es que la unión de un gigantón como él, con una melena rizada abundantísima
y una nariz prominente que, unido a sus extravagantes atuendos, lo convertían
poco menos que un payaso entrañable, y el diminuto ukelele que casi desaparecía
en sus manazas, conformaron una figura del mundo del espectáculo que no pasaba
desapercibida, porque su comportamiento era, en todo momento, el de un niño
gigante que repartía buenos sentimientos a diestro y siniestro, con una
ingenuidad solo comparable a la sinceridad con que encarnaba fielmente su única
identidad, porque Tiny Tim en modo alguno fue una máscara, sino un ser virtuoso,
muy particular, y capaz de llegar a todos los públicos. Tiny Tim fue un gran escritor
de diarios, y buena parte del material del documental proviene de ellos, y un
gran lector, lo que lo dotó de ciertos saberes enciclopédicos en modo alguno
encauzados académicamente.
Su repertorio incluía viejos estándares de
los años 30 y 40 y adaptaciones de clásicos modernos como Another brick in
the wall, de Pink Floyd o su sentidísima versión de People Are Strange,
de The Doors: People are strange when you're a stranger/ Faces look ugly
when you're alone/ Women seem wicked when you're unwanted/ Streets are uneven
when you're down, una letra con la que se identificaba plenamente. En su
momento de mayor gloria, Tiny Tim fue saludado con entusiasmo por artistas
como John Lennon, Bob Dylan y, amén de
participar en el Festival de Woodstock, donde maravilló a la audiencia, fue personaje estelar en shows televisivos
como el de Johnny Carson o el de Ed Sullivan. De hecho, la segunda mayor
audiencia del show de Carson fue la boda en directo de Tiny Tim con una
adolescente de 17 años, Victoria Mae Budinger, con la que se casó como si de un
Romeo se tratara.
Llegó el terrible momento, sin embargo, en
el que el encanto de la novedad se fue desvaneciendo aunque la calidad
artística del artista en cuestión seguía siendo la misma, y sus facultades
estaban intactas. Se inicia, entonces, el declive que lleva al artista no solo
al divorcio, sino incluso a tener que volver a vivir en casa de sus padres, con
quienes siempre tuvo una relación muy tensa, aunque él los incluyera en la
portada de su segundo álbum. Se casará dos veces más, él que había confesado
que, problemático como era, nunca se casaría e iniciaría un circuito de
actuaciones en locales de medio pelo, un circo, festivales del ukelele, etc.
que, sumado a su deterioro físico, acabaría produciéndole varios infartos, uno
de los cuales se lo llevaría definitivamente por delante, momento recogido, por
cierto, en una aterradora grabación en la que el cantante, tras coger el micro,
se desploma hacia adelante. En el camino de su intento de recuperación artística,
para tratar de volver al lugar de privilegio que él estaba convencido de que le
pertenecía, incluso fue contratado para rodar una película de terror Blood Harvest,
de Bill Rebane, en la que prácticamente se representa a sí mismo, un antiguo
enamorado de la protagonista que vaga por la localidad disfrazado de payaso con
un maquillaje que recuerda exactamente el de Joker, de Todd Phillips.
El documental lo ha dirigido el hijo de Max
von Sydow, especializado en películas biográficas. Esta mezcla imágenes reales
de las muchas existentes, y unos dibujos magníficos que sirven para acercarnos
a la intimidad del personaje de un modo especialmente sugerente, logran crear
un ritmo narrativo que no flojea en ningún momento y que nos permite penetrar,
creo que con razonable capacidad comprensiva, en la realidad de un personaje
cuya excentricidad no es en modo alguno una pose, sino su verdadera existencia,
un contraste absoluto con la vulgaridad y mediocridad del mundo que lo aplaudía
como un «entretenimiento», en vez de como un artista lleno de virtudes humanas
y artísticas. Desde el primer momento de iniciar el visionado del documental no
dejé de pensar ni un momento en otro excéntrico poderoso de nuestro tiempo: Anohni
Hegarty lideresa de la banda conocida como Antony and the Johnsons y
cuya quebrada voz de contratenor, unida al lirismo de sus composiciones, han
hecho de ella una de las estrellas admiradas de nuestro tiempo. Nuestra
directora Isabel Coixet contribuyó lo suyo a potenciarla al incluir su
emocionante Hope There’s someone en La vida secreta de las palabras,
una película absolutamente imprescindible.
¡Qué maravilla, ¿no?, que un documental no
solo me dé a conocer a un artista inigualable como Tiny Tim, sino que, de
rebote, me permita acabar esta crítica oyendo las maravillosas canciones de Anohni
Hegarty…!
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