domingo, 27 de febrero de 2022

«Behind Locked Doors» y «El asesino anda suelto, de Oscar «Budd» Boetticher, del «noir» B al «noir» A, con sus «westerns» superlativos al fondo…

Título original: Behind Locked Doors

Año: 1948

Duración: 62 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Budd Boetticher

Guion: Eugene Ling, Malvin Wald. Historia: Malvin Wald

Música: Irving Friedman

Fotografía: Guy Roe (B&W)

Reparto: Lucille Bremer, Richard Carlson, Douglas Fowley, Ralf Harolde, Thomas Browne Henry, Herbert Heyes, Gwen Donovan

 

 

 


Título original: The Killer is Loose

Año: 1956

Duración: 73 min.

País: Unidos Estados Unidos

Dirección: Budd Boetticher

Guion: John Hawkins, Ward Hawkins, Harold Medford

Música: Lionel Newman

Fotografía: Lucien Ballard (B&W)

Reparto: Joseph Cotten, Rhonda Fleming, Wendell Corey, Alan Hale Jr., Michael Pate, John Larch, Dee J. Thompson, John Beradino, Virginia Christine, Paul Bryar.

 

 

El aprendizaje esencial de la concisión y una obra magnífica del mejor noir usamericano, con un Wendell Corey soberbio.

 

         Una sorpresa mayúscula en Filmin: El asesino anda suelto, de Budd Boetticher, el excelente director de westerns con los que encumbró a Randolph Scott. Mi Conjunta y yo lo conocimos cuando La2 tenía ciclos como el suyo, el de Busby Berkeley o el insuperable de Douglas Sirk presentado por el malogrado cineasta Antonio Drove. Asociado al Far West, así pues, el cartel del anuncio de su película me intrigó, porque echaba de menos el vestuario habitual del género usamericano por excelencia. Pero sí, Boetticher no solo dirigió esta estupenda incursión en el noir, sino que, años antes, en plena fase de aprendizaje del oficio, realizó otro, Behind Locked Doors, que preludiaba, en cierto modo, los hallazgos de El asesino anda suelto. El primero, que yo he visto en segundo lugar, es un film de muy bajo presupuesto, rodado casi todo él en interiores, los de un sanatorio mental donde se refugia —ese soplo le ha llegado a una periodista, quien busca a un investigador privado para que se avenga a «internarse» en él para comprobarlo— un juez, imaginamos que prevaricador, en busca y captura, por cuya cabeza se ofrecen 10.000 dólares de recompensa. La película apenas dura una hora y era de las que servían para rellenar programas dobles, pero ha de reconocerse que Boetticher ha sabido exprimir a la perfección todos sus elementos para generar una intriga que ya quisieran otras, con mayor presupuesto, poder mantener como él lo hace. A diferencia del cinematografista de Un asesino anda suelto, Lucien Ballard, tiene en su haber títulos como Atraco Perfecto, de Kubrick o Grupo salvaje, de Peckinpah, Guy Roe se movió en thrillers de menor presupuesto pero también con directores de la talla de  Cy Endfield, Richard Fleisher, Anthony Mann o Douglas Sirk. ¿En qué se nota? En el uso inteligente del claroscuro en las dependencias del sanatorio para contribuir de forma muy efectiva al suspense que acompaña la peripecia del investigador privado que se hace pasar por el esposo enfermo de la periodista. La figura del detective simpático y galán, amén de en bancarrota, razón básica para aceptar la propuesta de la periodista, permite al espectador empatizar con él y seguir sin respiración su peripecia como enfermo que, ¡no podía ser de otra manera!, es descubierto, lo que significa que la periodista ha de recurrir a un plan B que le permita saber en qué consiste exactamente el deterioro de su esposo, que ni siquiera permite que pueda verlo. No revelo nada de la trama porque está tan bien ligada y transcurre en tan poco tiempo que sería imperdonable por mi parte hacer tal cosa. Eso sí, que quede claro que la película tiene alicientes propios que la hacen recomendable, y sirve al espectador para ver el crecimiento artístico del director en “su” otra película de suspense.

         El asesino anda suelto arranca con un atraco que se complica y le complica la vida al cómplice que trabaja en el banco para los atracadores. Una vez que este ha sido descubierto, se atrinchera en su casa y recibe con disparos a la policía. Cuando esta fuerza la puerta de entrada, un bulto en la penumbra irrumpe en el salón y los agentes, Joseph Cotten al mando, disparan contra él, abatiéndolo. Enseguida, el silencio sobrecogedor y la rendición del empleado nos permiten saber que han matado a su mujer, de quien  su marido estaba mucho más que enamorado. La película hubiera sido muy otra de no haber contado con la actuación magistral, uno de los grandes papeles de su carrera, de un actor discreto, pero magistral:  Wendell Corey, a quien todos recuerdan en su papel de policía en La ventana indiscreta, de Hitchcock, entre otros. Su «composición» del marido vengativo que hace de la venganza el único objetivo de su vida es uno de los pilares de la película. Redimiendo penas por buen comportamiento, el atracador se convierte en preso modelo y, como premio, es enviado a una granja de la penitenciaría donde tiene fácil acceso a la huida, algo que no tarda en hacer, asesinato incluido del conductor del camión que ha de llevar, con él de acompañante, las verduras al mercado. Desde ese momento, la película mezcla dos ejes narrativos que se potencian mutuamente: la huida del prisionero, que, mediante disfraces consigue burlar todos los controles que le salen al paso, y la convicción del policía de que su mujer es el objeto último del deseo de venganza del atracador. A ella, su marido le hace creer que es él ese objetivo, y decide exponerse, con el apoyo de sus compañeros camuflados, al asalto final del atracador. Es estremecedora la frialdad del personaje interpretado por Corey, quien juega permanentemente con su miopía para disfrazarse y pasar inadvertido. Que se ha desarrollado su vertiente psicópata resulta evidente desde que ha de atender a un viejo excompañero del ejército que solía hacerle bullying, llamándolo «ranita» y poniendo de manifiesto su apocamiento. Tras la muerte de su mujer, sin embargo, esa pusilanimidad se convertirá en una determinación psicópata de acabar con la mujer del policía que mató a su mujer, y esa ausencia de emociones y gélida inclinación incluso al asesinato se manifestará hasta el desenlace. Por el camino, sin embargo, la aventura de su itinerario hasta el domicilio del policía estará sembrada de lances escalofriantes, no poco ingenio y un suspense conseguido plano a plano por quien nos ha entregado un verdadero ejercicio de hermosa y meritoria caligrafía del cine negro, si bien se trata de una película prácticamente olvidada y que conviene «rescatar». Me lo agradecerán.

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