Del asesinato como una de las bellas artes, la música y la psicodelia en el Londres de la «Década Prodigiosa», con un Mick Jagger estelar.
Título original: Performance
Año: 1970
Duración: 100 min.
País: Reino Unido
Dirección: Nicolas Roeg,
Donald Cammell
Guion: Donald Cammell
Música: Jack Nitzsche
Fotografía: Nicolas Roeg
Reparto: James Fox; Mick Jagger; Anita Pallenberg; Michèle Breton; Ann
Sidney; Johnny Shannon; Anthony Valentine.
De la más que interesante serie
documental sobre la historia del cine de Mark Cousins rescato esta primera película
de Nicolas Roeg en colaboración con Donald Cammell, Performance. Con lo
del «desafío» a la Warner me refiero a que la productora imaginaba que
financiaba una película con los Rolling Stones en la onda de ¡Qué noche la
de aquel día!, de Richard Lester, pero cuando vieron el sombrío y provocador resultado final la
archivaron durante más de dos años en el cuarto oscuro de los proyectos
irreformables hasta que ciertos cambios en la dirección permitieron su estreno,
y desde entonces parece que el crédito de la misma no ha hecho sino ir subiendo
hasta convertirla hoy, al menos en palabra de Mark Cousins, en uno de los
grandes referentes del cine británico de finales de los 60.
La historia es
relativamente sencilla: un gánster primoroso, atildado y con espíritu de
artista al servicio de sus ominosos trabajos decide actuar contra un rival sin
percatarse de que el capo para quien trabaja no va a respaldarle y sí permitir
que se venguen en su persona, unas escenas de una violencia poco conocida en el
cine con tanta explicitud, aunque, al final, el galán mafioso consigue disparar
a su rival y matarlo. A partir de ese momento se convierte en el objetivo de su
propio capo y de la policía, por lo que ha de esconderse urgentemente. Sobreoye
la dirección en la conversación de un
músico y allá que se dirige, haciéndose pasar por artista, y es aceptado,
aunque con serios recelos, para ocupar la habitación del sótano.
Lo que ha empezado
como una película tradicional de gánsters continúa ahora como una inmersión onírica
en un mundo psicodélico en el que habitan un músico decadente y dos mujeres con
quien mantiene relaciones, además de una niña que aparece y desaparece y que se
conduce con insólita cordura en ese
ambiente literalmente descentrado, con una decoración propia de una película de
horror y con unos personajes que dan la sensación de estar continuamente
colocados, algo que comprobamos más adelante con la repetida ingestión que
hacen de setas alucinógenas, estado al que van a ir atrayendo al gánster, quien
se deja llevar, movido por la necesidad y por la atracción que, enseguida,
surgirá entre él y el músico, Turner (recordemos que, en ingles turn on
es excitarse…).
A pesar de que
el gánster se pone en contacto con un amigo fiel al que le pide que le ayude a
conseguir un pasaporte falso para salir del país, dada la doble amenaza que
sufre, lo cierto es que en el ínterin se deja seducir por las dos mujeres y por
el músico, y, poco a poco, va ocupando un lugar en esa puesta en escena casi
gótica, en total penumbra —Turner se preocupa, en una escena, de cerrar las
pesadas cortinas que, entreabiertas, permitían entrar un sol casi amenazador—,
si no en noche perpetua. Vista esta película, está claro que de ella han bebido
muchos directores, y el más sobresaliente Jim Jarmusch, cuya película Solo
los amantes sobreviven diría que está directamente inspirada en esta de
Roeg y Cammell. Trama, lo que se dice trama, hay más bien poca, en esta segunda
parte llena de pequeños detalles de enfrentamiento psicológico, de confusión de
sexualidades y de serias dudas sobre la propia identidad y las ajenas. Nicolas
Roeg se encargó de la fotografía, y hay que reconocerle un mérito total, porque
logra crear una atmósfera que, unido al sistema de rodaje, con un montaje casi
frenético de planos sucesivos que apenas permiten un desarrollo en secuencias
de la película, salvo en las secuencias eróticas, aunque no deja de haber un
encadenamiento de planos que acaban consiguiendo un efecto casi alucinatorio.
La presencia de
Anita Pallenberg, pareja de dos miembros de los Rolling, cuyas escenas eróticas
con Jagger, pasadas de intensidad, dejaron
alguna que otra herida entre Richards y Jagger, casi eclipsa, en cierto modo la
del cantante de los Rolling, a pesar de que las metamorfosis del cantante en la
película tienen un innegable atractivo y constituyen una demostración elocuente
de sus innatas cualidades interpretativas. Hace poquísimo lo vi en Una obra maestra,
de Giuseppe Capotondi, donde interpreta a un coleccionista de arte, y estaba estupendo.
James Fox, a quien acabo de ver en Pasaje a la India, de Lean, compone
un elegante gánster del South London preciso, contundente y despiadado que
acaba cayendo, sin embargo, en la sima resbaladiza de la inseguridad ontológica,
de tal manera que, al final de la película, acaba experimentando una
metamorfosis sorprendente. La película tiene una puesta en escena virtuosa,
tanto en la parte gansteril como en la psicodélica. El retrato de Van Morrison
en una pared, un libro de Borges abierto en el suelo, una funda en el suelo de
Otis Redding… todo son señales de una época convulsa y muy libre que va camino
de acabarse cuando la película se estrena, por eso bien puede ser considerada
como una reliquia de una época cultural en la que el consumo de drogas creaba una
realidad paralela. Que, además, confluyan dos mundos tan distintos y distantes
como el de las pequeñas mafias locales y la música pop otorga a la película un
valor testimonial de primer orden.
Quizás la película,
cinematográficamente, no valga tanto como Cousins sostiene, pero desde el punto
de vista de la realización, está claro que podemos contemplar escenas, como el
del disparo en la cabeza, cuya «modernidad» aún sigue sorprendiendo; del mismo
modo que Roeg y Cammell no dudan en tomar de Bergman una superposición de
identidades que el director sueco había plasmado en un fotograma de Persona,
como indica Cousins.
Los aficionados
al cine tienen una cita con esta película, porque, más allá de la paralización
de la trama desde que llega a la casa donde se esconde, la película bien puede
decirse que comienza entonces y que lo anterior es un prólogo que presenta al
protagonista de forma extensa para comprender mejor su posterior metamorfosis.
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