La crónica del
genocidio de los hereros por parte de la Alemania colonial o la necesaria
revisión crítica del pasado.
Título original: Der vermessene Mensch
Año: 2023
Duración: 116 min.
País: Alemania
Dirección: Lars Kraume
Guion: Lars Kraume
Reparto: Leonard Scheicher; Girley Jazama; Peter Simonischek; Sven
Schelker; Max Koch;
Ludger Bökelmann; Leo Meier; Anton Paulus; Tilo Werner; Corinna
Kirchhoff.
Música: Christoph Kaiser,
Julian Maas
Fotografía: Jens Harant.
Henos aquí
ante una película insobornablemente crítica con el pasado colonial alemán. El
guion mezcla la aventura personal de un aspirante a antropólogo, hijo de un
antropólogo famoso, compañero del catedrático para quien él trabaja como
auxiliar en la universidad, y la historia de opresión de la etnia herero en la
zona de la actual Namibia, dominada, en su momento, por los alemanes. La
vertiente académica de la historia va a servir de vehículo para, a través del
conflicto entre esa etnia y los colonos alemanes, acercarnos a uno de los
genocidios menos conocidos de nuestro pasado y para el que no ha habido reparación
material ninguna. El hijo del antropólogo, protagonista de la historia, es un
personaje con escasa personalidad pero respetuoso con los postulados
científicos, hasta que la defensa de estos se convierte en el principal
obstáculo para la conquista de sus aspiraciones académicas, pero, para explicar
ese cambio «interesado», hemos de asistir al relato de una aventura individual
que lo lleva, junto con su principal competidor académico, a investigar sobre
el terreno, en Namibia, y bajo la protección del ejército alemán, cuyas
órdenes, respecto de etnias como los hereros o los nama, solo pasa por la
captura para usar a los hombres como fuerza de trabajo y, para los demás, el exterminio
sin contemplaciones.
Hay, sí, un
hilo narrativo emotivo que pasa por la atracción que siente el protagonista por
la mujer herero que sabe hablar alemán porque se lo han enseñado en una misión
humanitaria cuyo poder de asilo se ve radicalmente alterado por la decisión del
general Lothar von Trotha, quien, en la lucha contra los hereros diezmó su
población hasta casi un 70%, muchos de los cuales murieron por deshidratación
cuando los hizo retroceder hacia el desierto, hechos que aparecen en la película
como uno de esos momentos de mayor crueldad, cuando los soldados alemanes
protegen los pozos para que los herero ni se acerquen a ellos…
Tras su
contacto y análisis científico con y de Kezia, la mujer herero que puede comunicarse
con él, Alexander Hoffman llega a la conclusión, muy transgresora en aquellos
momentos, de que no hay razas inteligentes y razas atrasadas, teniendo todos la
oportunidad de desarrollar sus habilidades racionales. A partir de ese momento,
el acercamiento a Kezia se mezcla, desde la admiración, con un afecto que
parece deslizarse hacia el enamoramiento, aunque Kezia rechaza enérgicamente la
aproximación física del representante de la raza opresora, cuando este, en la
despedida, simplemente pretende estrechar sus manos. ¿Qué hace Kezia en Berlín?
Pues nada más ni menos que participar en una feria sobre el mundo africano en
el que ella, junto con otros miembros de
su tribu y de otras similares, posan con sus vestidos y armas o ejecutan sus danzas
sagradas, teniendo de fondo el decorado de la vida salvaje, con la exhibición
de fieras salvajes disecadas. Su presencia allí se debe a la promesa de
mantener una entrevista con el Káiser para evitar la acción represora del
ejército alemán, la apropiación de tierras por parte de los colonos y para
evitar, finalmente, la guerra entre ambos pueblos, sus tribus y el alemán.
Aunque suavizada, esa feria recordaba totalmente la terrible fotografía de la exhibición
en Bélgica, en jaulas, de niños congoleños, para solaz de los belgas.
Sí, desde esa perspectiva,
propia del XIX, en el que arranca la película, la raza blanca solo anda afanada
en demostrar científicamente su superioridad sobre las otras, y de ahí el
método analítico de medirlo todo para buscar explicaciones matemáticas que den
razón de dicha superioridad. Uno tiene la sensación de que toda esa ciencia
bastarda es algo así como el fundamento de la superioridad racial del nazismo,
porque, si no, no se explica de dónde podría haber salido, conceptualmente.
La primera parte
berlinesa nos muestra la lucha de un idealista comprometido con una posición
científica inapelable, pero que solo le depara la imposibilidad de competir con
otros para conseguir un puesto de profesor en la universidad. Su desplazamiento
a Namibia para hacer «trabajo de campo» va a ponerle en contacto, sin embargo,
con la barbarie premeditada del ejército alemán y con situaciones que amenazan
su propia supervivencia por mor de los enfrentamientos armados. Y aunque no
pierde la esperanza de volver a encontrarse con Kezia, a quien sigue por
cuantos lugares cree él que pueden darle noticia de ella, incluidos los campos
de concentración donde retienen como prisioneros a muchos hereros, ¡otro
precedente de una ideología asesina que en aquel momento ni siquiera había sido
formulada!, Hoffman se dedica, con no pocas penalidades y riesgos, a buscar
materiales y restos humanos que pueda enviar a Berlín para que se prosiga el
estudio de las razas «inferiores».
El paisaje
desértico de Namibia, de una aterradora belleza, va a enmarcar la aventura de
Hoffman en el género del western, no solo por el propio paisaje, sino
por la supervivencia en la naturaleza y por el enfrentamiento, con una estética
que nos recuerda no poco a Indiana Jones —también antropólogo, no lo olvidemos—,
no solo con los herero que desconfían de él, sino también con su propio jefe
universitario, quien anda por aquellos lares debido a una conferencia que le
han invitado a impartir en lo que luego devendría, políticamente, la República Sudafricana.
A pesar de lo
que algunos espectadores puedan intuir, a partir de este resumen, no hay aquí ni
el más mínimo atisbo del discurso woke, sino una indagación honesta y
necesaria en el pasado tiránico y genocida de un imperio, el alemán, cuya
destrucción colonizadora no es diferente de la de otros países europeos en África,
aunque sí, acaso, menos conocida.
No voy a decir
ni una palabra de un final. Los dejo «expuestos» a él, sin palabra de consuelo ni
de crítica. Que cada cual saque sus propias conclusiones…
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