martes, 9 de julio de 2024

«Simone, la mujer del siglo», de Olivier Dahan, biografía apretada de Simone Veil.

 


Inventora del macronismo avant Macron y defensora acérrima de la Europa concebida por Ortega y Gasset.

 

Título original: Simone, le voyage du siècle

Año: 2022

Duración: 134 min.

País: Francia

Dirección: Olivier Dahan

Guion: Olivier Dahan

Reparto: Elsa Zylberstein; Rebecca Marder; Elodie Bouchez; Judith Chemla; Olivier Gourmet; Mathieu Spinosi; Sylvie Testud; Philippe Torreton; Philippe Lellouche; Antoine Gouy; Laurence Côte.

Música: Olvon Yacob

Fotografía: Manuel Dacosse.

 

          Del director de La vie en rose nos llega su última biografía, en este caso con un fuerte contenido político que, sin embargo, pasado muchos años de sus «atrevimientos», nos parecen anacrónicas las apasionadas y reaccionarias contestaciones de aquellos momentos a leyes como las de la reforma humanitaria de las prisiones o la ley del aborto. Simone Veil, que ejerció como magistrada antes de dar el salto a la política comprometida en la defensa de los derechos de la mujer y de la visión humanitaria e igualitaria de la sociedad, no fue una mujer cualquiera, está claro, y en ello tuvo mucho que ver su condición de judía (no practicante) que fue deportada con su madre y su hermana al campo de concentración de Auschwitz. La historia de su vida se nos ofrece en un montaje paralelo que va recorriendo esos dos caminos: el de su formación, su práctica jurídica y su actividad política y, como contrapunto de lo anterior, las infinitas penalidades sufridas bajo el régimen nazi. En este sentido, es ilustrativo en la película, el acoso que sufre la política en una de sus apariciones públicas por parte de los miembros del FN capitaneados, entonces, y durante muchos años, por el padre de Marine Lepen. Causan espanto los insultos antisemitas que se oyen en la película, del mismo modo que resultan anacrónicas las intervenciones parlamentarias que tratan de torpedear su ley del aborto, propuesta muy a su pesar, porque, como reconoce desde la tribuna, cualquier aborto es un fracaso, pero lo que no puede la sociedad es condenar a una mujer a asumir un embarazo no deseado.

          Las películas biográficas, y más si son de personalidades tan marcadas como la de Simone Veil, que no solo fue la primera ministra de la Quinta República en Francia, sino también la primera Presidenta del Parlamento Europeo, exigen articular tantos episodios, tantas dimensiones biográficas, tantos hechos cruciales que, sinceramente, el autor nos lleva un poco al galope a través de su ajetreada vida. Y prácticamente no queda nada en el tintero, y, al final, logra salirse con la suya, sobre todo por lo que hace al impacto que en ella tiene su pasado, ligado tan estrechamente a su presente que el montaje de la película pasa sin solución de continuidad desde un barracón del campo de concentración a una entrevista de la Ministra de Sanidad con un afectado por el SIDA cuando estalló la terrible pandemia y los gobiernos habían de hacer frente a una enfermedad desconocida que diezmaba a la población homosexual, principalmente. Recordemos que por aquel entonces salió del armario el Sex symbol de la mitad de las mujeres del planeta: Rock Hudson, quien moriría de tan terrible enfermedad.

          Hay un momento clave, a mi entender, en la película: estando con la madre, una noche de verano, los hijos son requeridos para que se acuesten. Simone dice que quiere seguir leyendo. La madre, con total complicidad le dice que lo haga de forma «clandestina» en su cama… Para algunos puede ser un episodio anodino; para mí es de los que marcan un carácter y, como luego se ve, una biografía: el afán del estudio y el compromiso con la sociedad para hacer cuanto bien esté en su mano, que es el mensaje que repetidamente les traslada su madre, incluso en el barracón del campo de concentración. Luego, una vez casada y habiéndose embarcado en la dura responsabilidad de la maternidad, la lucha de Simone tendrá como escenario su propio matrimonio, porque, en aquellos años, la mujer primero había de afirmarse frente al marido, usualmente con una concepción que relegaba a la mujer a los menesteres propios de la crianza y el mantenimiento  del hogar, y después abrirse camino en el «mundo de los hombres», y estamos hablando de los hombres anteriores al mayo del 68, por supuesto. Las luchas por no dejarse amilanar por parte de los hombres es una bella historia de afirmación femenina que a buen seguro será fuente de inspiración para muchas mujeres que no acaban de creer en su propia capacidad, aunque imagino que cada vez son menos las que están en ese caso.

          La combinación de mujer torturada por el nazismo y defensora del bien común básico frente a estructuras de poder ancladas en el machismo secular es un poderoso eje narrativo. No molesta a los espectadores que el montaje nos haga saltar de unos episodios a otros, incluso de unos países a otros o del pasado al presente, en el que Simone Veil quiere escribir sobre su vida para dejar testimonio de lo que en realidad ha sido su vida: una vida de lucha constante, con no pocas alegrías, pero con episodios trágicos que marcan de por vida a una persona. Lo que ella no hizo nunca fue olvidar, intentar borrar de su vida un pasado tan trágico. Su visita, siendo ya una celebridad política, al campo de concentración donde perdió a su madre, tras haber perdido a su padre y a su hermano, es un punto que no explota sentimentalmente el director, dado que escoge lo que la protagonista escogió: un momento íntimo de recogimiento a solas frente a la irracionalidad de un pasado como el que el nazismo le hizo vivir.

          El ideal europeo de Simone Veil, bien que lo repite a menudo, es que la Unión Europea sirva para evitar algo tan terrible como el nazismo. De hecho, su labor política de marcado centrismo es lo que me ha llevado a convertirla en la inventora del macronismo avant Macron. Ella misma lo dice en una afortunada frase de la película, cuando reconoce no sentir afinidad ninguna con los meapilas de la derecha ni con los iluminados de la izquierda. Y su obra política fue siempre en la dirección del posibilismo y la realidad, con el norte de lo justo por bandera. Con sus luces y sus sombras, y siempre a cuestas con el trauma de la deportación a los campos de exterminio, su figura política cobra hoy más actualidad que nunca, dados los resultados de las elecciones francesas y los pactos infames del socialismo con el nacionalismo fanático en España.

    Mal titulada en España, el original nos habla del "viaje de un siglo", que es lo que, en realidad, representa la vida de Simone Veil.

2 comentarios:

  1. Parece una gran película, siempre es bueno recordar que frente a los dogmatismos hay alternativas.

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    1. Tiene buenos momentos, pero, en términos generales, es la parte documental sobre la vida de Veil lo que la hace interesante. Convivir con haber sobrevivido a los horrores de los campos de concentración y hacerlo en la lucha política contra unos hombres poco dispuestos a ceder espacios de poder a las mujeres es toda una aventura, en efecto.

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