Inventora del
macronismo avant Macron y defensora acérrima de la Europa concebida por
Ortega y Gasset.
Título original: Simone, le
voyage du siècle
Año: 2022
Duración: 134 min.
País: Francia
Dirección: Olivier Dahan
Guion: Olivier Dahan
Reparto: Elsa Zylberstein; Rebecca
Marder; Elodie Bouchez; Judith Chemla; Olivier Gourmet; Mathieu Spinosi; Sylvie
Testud; Philippe Torreton; Philippe Lellouche; Antoine Gouy; Laurence Côte.
Música: Olvon Yacob
Fotografía: Manuel Dacosse.
Del director de
La vie en rose nos llega su última biografía, en este caso con un fuerte
contenido político que, sin embargo, pasado muchos años de sus «atrevimientos»,
nos parecen anacrónicas las apasionadas y reaccionarias contestaciones de
aquellos momentos a leyes como las de la reforma humanitaria de las prisiones o
la ley del aborto. Simone Veil, que ejerció como magistrada antes de dar el
salto a la política comprometida en la defensa de los derechos de la mujer y de
la visión humanitaria e igualitaria de la sociedad, no fue una mujer
cualquiera, está claro, y en ello tuvo mucho que ver su condición de judía (no
practicante) que fue deportada con su madre y su hermana al campo de concentración
de Auschwitz. La historia de su vida se nos ofrece en un montaje paralelo que
va recorriendo esos dos caminos: el de su formación, su práctica jurídica y su
actividad política y, como contrapunto de lo anterior, las infinitas
penalidades sufridas bajo el régimen nazi. En este sentido, es ilustrativo en la
película, el acoso que sufre la política en una de sus apariciones públicas por
parte de los miembros del FN capitaneados, entonces, y durante muchos años, por
el padre de Marine Lepen. Causan espanto los insultos antisemitas que se oyen
en la película, del mismo modo que resultan anacrónicas las intervenciones parlamentarias
que tratan de torpedear su ley del aborto, propuesta muy a su pesar, porque,
como reconoce desde la tribuna, cualquier aborto es un fracaso, pero lo que no puede
la sociedad es condenar a una mujer a asumir un embarazo no deseado.
Las películas
biográficas, y más si son de personalidades tan marcadas como la de Simone
Veil, que no solo fue la primera ministra de la Quinta República en Francia,
sino también la primera Presidenta del Parlamento Europeo, exigen articular
tantos episodios, tantas dimensiones biográficas, tantos hechos cruciales que,
sinceramente, el autor nos lleva un poco al galope a través de su ajetreada
vida. Y prácticamente no queda nada en el tintero, y, al final, logra salirse
con la suya, sobre todo por lo que hace al impacto que en ella tiene su pasado,
ligado tan estrechamente a su presente que el montaje de la película pasa sin
solución de continuidad desde un barracón del campo de concentración a una
entrevista de la Ministra de Sanidad con un afectado por el SIDA cuando estalló
la terrible pandemia y los gobiernos habían de hacer frente a una enfermedad
desconocida que diezmaba a la población homosexual, principalmente. Recordemos
que por aquel entonces salió del armario el Sex symbol de la mitad de las
mujeres del planeta: Rock Hudson, quien moriría de tan terrible enfermedad.
Hay un momento
clave, a mi entender, en la película: estando con la madre, una noche de
verano, los hijos son requeridos para que se acuesten. Simone dice que quiere
seguir leyendo. La madre, con total complicidad le dice que lo haga de forma «clandestina»
en su cama… Para algunos puede ser un episodio anodino; para mí es de los que
marcan un carácter y, como luego se ve, una biografía: el afán del estudio y el
compromiso con la sociedad para hacer cuanto bien esté en su mano, que es el
mensaje que repetidamente les traslada su madre, incluso en el barracón del
campo de concentración. Luego, una vez casada y habiéndose embarcado en la dura
responsabilidad de la maternidad, la lucha de Simone tendrá como escenario su
propio matrimonio, porque, en aquellos años, la mujer primero había de
afirmarse frente al marido, usualmente con una concepción que relegaba a la
mujer a los menesteres propios de la crianza y el mantenimiento del hogar, y después abrirse camino en el «mundo
de los hombres», y estamos hablando de los hombres anteriores al mayo del 68,
por supuesto. Las luchas por no dejarse amilanar por parte de los hombres es
una bella historia de afirmación femenina que a buen seguro será fuente de inspiración
para muchas mujeres que no acaban de creer en su propia capacidad, aunque
imagino que cada vez son menos las que están en ese caso.
La combinación
de mujer torturada por el nazismo y defensora del bien común básico frente a
estructuras de poder ancladas en el machismo secular es un poderoso eje
narrativo. No molesta a los espectadores que el montaje nos haga saltar de unos
episodios a otros, incluso de unos países a otros o del pasado al presente, en
el que Simone Veil quiere escribir sobre su vida para dejar testimonio de lo
que en realidad ha sido su vida: una vida de lucha constante, con no pocas
alegrías, pero con episodios trágicos que marcan de por vida a una persona. Lo que ella no hizo nunca fue olvidar, intentar borrar de su vida un pasado tan trágico.
Su visita, siendo ya una celebridad política, al campo de concentración donde perdió
a su madre, tras haber perdido a su padre y a su hermano, es un punto que no
explota sentimentalmente el director, dado que escoge lo que la protagonista
escogió: un momento íntimo de recogimiento a solas frente a la irracionalidad
de un pasado como el que el nazismo le hizo vivir.
El ideal
europeo de Simone Veil, bien que lo repite a menudo, es que la Unión Europea
sirva para evitar algo tan terrible como el nazismo. De hecho, su labor
política de marcado centrismo es lo que me ha llevado a convertirla en la
inventora del macronismo avant Macron. Ella misma lo dice en una afortunada
frase de la película, cuando reconoce no sentir afinidad ninguna con los
meapilas de la derecha ni con los iluminados de la izquierda. Y su obra
política fue siempre en la dirección del posibilismo y la realidad, con el norte
de lo justo por bandera. Con sus luces y sus sombras, y siempre a cuestas con
el trauma de la deportación a los campos de exterminio, su figura política
cobra hoy más actualidad que nunca, dados los resultados de las elecciones
francesas y los pactos infames del socialismo con el nacionalismo fanático en
España.
Mal titulada en España, el original nos habla del "viaje de un siglo", que es lo que, en realidad, representa la vida de Simone Veil.
Parece una gran película, siempre es bueno recordar que frente a los dogmatismos hay alternativas.
ResponderEliminarTiene buenos momentos, pero, en términos generales, es la parte documental sobre la vida de Veil lo que la hace interesante. Convivir con haber sobrevivido a los horrores de los campos de concentración y hacerlo en la lucha política contra unos hombres poco dispuestos a ceder espacios de poder a las mujeres es toda una aventura, en efecto.
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