miércoles, 3 de julio de 2024

«Los pornógrafos» y «La anguila», de Shôei Imamura, dos calas en una obra magistral y controvertida.

 

Título original: Jinruigaku nyumon: Erogotoshitachi yori (The Pornographers)

Año: 1966

Duración: 128 min.

País:  Japón

Dirección: Shôhei Imamura

Guion: Shôhei Imamura, Koji Numata. Novela: Akiyuki Nosaka

Reparto Shoichi Ozawa; Sumiko Sakamoto; Masaomi Kondo; Keiko Sagawa; Ganjiro Nakamura; Chocho Miyako; Haruo Tanaka; Shinichi Nakano; Kô Nishimura; Ichiro Sugai.

Música: Toshiro Kusunoki, Toshiro Mayuzumi

Fotografía: Shinsaku Himeda (B&W)

 

 





Título original: Unagi

Año: 1997

Duración: 117 min.

País:  Japón

Dirección: Shôhei Imamura

Guion: Shôhei Imamura, Motofumi Tomikawa, Daisuke Tengan

Reparto:  Kôji Yakusho; Misa Shimizu; Mitsuko Baisho; Hiroyuki Konishi; Etsuko Ichihara; Akira Emoto; Ken Mitsuishi; Tomorô Taguchi; Sanshô Shinsui; Sabu Kawahara;

Sho Aikawa; Fujio Tokita; Kôichi Ueda; Shoichi Ozawa; Sei Hiraizumi.

Música: Shinichirô Ikebe

Fotografía: Shigeru Komatsubara.

 

La revolución sexual de los 60 en Japón y un melodrama sobre la redención.

 

          A treinta y dos años de distancia, dos películas soberbias de un autor clásico: Los pornógrafos y La anguila, la primera de marcado carácter social y la segunda un retrato psicológico de un celoso que llega al paroxismo de la venganza mortal, tras lo cual inicia un arduo camino de redención en compañía de una extraña mascota: una anguila con la que hablaba en el estanque de la cárcel y que los funcionarios de prisiones le regalan cuando sale excarcelado, en libertad provisional, bajo la supervisión de un monje que lo ayuda a reinsertarse.

          Los pornógrafos es un doble retrato: familiar y social. Una viuda que regenta una peluquería, tiene alquilado un piso encima del suyo a un hombre con quien acaba compartiendo su vida, a todos los efectos, menos al del matrimonio y al de la maternidad y paternidad. Tiene dos hijos muy distintos: un parásito que no piensa sino en sacarle el dinero a su imposible padrastro y una niña resentida que, huyendo del amante de su madre, tras haberlo visto entrar por la noche en la habitación de su madre, es atropellada por un coche, de lo que le queda una secuela en la pierna: una cicatriz enorme a lo largo del muslo, lo que, andando el tiempo, y cuando ella sea una jovencita, alentará tanto el remordimiento como el deseo del hombre, a quien ella, sin embargo, acabará «entregándose». A pesar de que el pornógrafo se ha desvivido por la madre y los hijos, estos lo rechazan y ella nunca ha consentido en que ocupe el «lugar» del marido. Ella tiene como animal de compañía una carpa en una pecera, que, cinematográficamente, va a dar un juego extraordinario, sobre todo cuando, habiendo progresado la acción, ella es internada y le llevan la pecera para que le haga compañía. Los planos de la enferma en la cama a través de la pecera son extraordinariamente originales. Está embarazada y quiere abortar porque, en el momento de saberse embarazada, la carpa dio un salto, lo que, traducido, significa que el marido ve con malos ojos ese embarazo; pero su amante no quiere. La mujer y los hijos tardan en enterarse de los negocios del inquilino solícito: realizar películas pornográficas muy rudimentarias que venden en cualquier parte, además de organizar pases privados y, llegado el caso, proveer a ciertos clientes de jóvenes chicas en quienes «romper» una virginidad propiamente celestinesca, un negocio que, por lo caro de los materiales, no rinde cuanto ellos desearían, aunque sí lo suficiente para despertar la codicia del hijo holgazán. El protagonista va a recorrer un camino desde el emprendimiento paradelictivo hasta el desengaño existencial y sexual, si bien al final de la película, y como un visionario, dedicará todos sus esfuerzos a la creación de las muñecas sexuales que reproduzcan de la manera más exacta el original, pero sin los inconvenientes de este, lo que adelanta la invención unos ocho años a películas como Tamaño natural, de Berlanga o Las esposas de Stepford, de Bryan Forbes. Es muy llamativo, de la película de Imamura, las escasas secuencias sexuales y, en ningún caso, de sexo explícito, a pesar del título. Lo que choca mucho es la ropa interior de las jóvenes con unas bragas que parecen calzones de carabineros, y, en el ámbito familiar, la escalofriante secuencia del trastorno mental  final de la madre, asomada a la ventana enrejada de la clínica gritando y cantando a una multitud que se arracima en la calle parta contemplarla. Aunque no es una película tan redonda como Intento de asesinato, hay en ella ciertas constantes, como las tomas de interiores desde el exterior, la naturalidad de la viuda cotidiana y muy marcados perfiles psicológicos de los personajes, con desconcertantes actitudes para nuestra mentalidad, como el hecho de que la madre acepte como algo natural que su hija se convierta en la amante de su amante. El final, que no desvelo, es elocuente respecto del carácter alegórico de ciertas situaciones y de la descripción de hacia dónde se encamina la sociedad japonesa de posguerra.

          La anguila aún acentúa más el carácter alegórico del planteamiento, porque el ciclo de la reproducción del animal, que se aleja hasta 4000 km para regresar su descendencia, tras el desove, al sitio de partida, parece tener un calco en la historia del protagonista, quien mató por celos a su mujer tras recibir unas cartas anónimas en las que acusaban a su mujer de cometer adulterio mientras él sale de pesca. Un día decide verificarlo y tras la impresión potentísima de ver a su mujer practicando un sexo salvaje que él nunca ha realizado con ella, decide vengarse y la asesina, tras lo cual se presenta en la comisaría y se declara culpable, lo que lo lleva a prisión durante ocho años, ganándose el respeto de los funcionarios por su disciplina, colaboración y sometimiento a las reglas carcelarias. De ahí que le regalen, los funcionarios, la anguila del estanque con la que solía charlar en su tiempo libre. La inseguridad, el remordimiento, el temor a verse involucrado en algo que le perjudique la libertad provisional de dos años de la que goza, afecta al personaje, quien decide emprender un negocio de peluquería —recordemos que es el  negocio alrededor del cual gura la vida de la familia en Los pornógrafos— para rehabilitarse. No tarda en aparecer un cliente que se convierte en amigo y compañero de pesca de la anguila, aunque la pesca vaya acompañada del retorno de los ejemplares al río. Poco después va a realizar un hallazgo turbador: el cuerpo de una mujer junto a un frasco de pastillas con las que, al parecer, ha intentado suicidarse. Está claro que de ahí va a proceder cuanto de bueno y de peligroso puede ofrecerle la vida, porque la mujer no tarda en ofrecerse como trabajadora de la peluquería, aunque tampoco tardan en aparecer unos personajes de comportamiento matonil y aire mafioso que buscan a quien él ha salvado la vida: el jefe ha sido el amante de ella y se ha prevalido de la debilidad mental de la madre, y la ninfomanía de esta, para convertirse en su socio. La complicación argumental incluirá revelaciones sorprendentes: que la madre de ella padece un trastorno mental que la obliga a estar en una residencia, que su madre ha sido instructora de baile flamenco, de lo que a lo largo de la película se nos ofrecen varios ejemplos, y de que madre e hija son propietarias de una empresa sobre cuyos fondos hay un enfrentamiento entre los socios, los supuestamente mafiosos, y ella, a cuenta de unas inversiones que la hija no ve claras y sí un intento de apropiación indebida de los fondos de su madre, lo que evita haciéndose con la cartilla de los dineros y el sello que autoriza los movimientos.

          La imposible historia de amor de la pareja protagonista tiene el trasfondo del miedo de ambos a su propio pasado, y por ello no progresa, hasta que él le revela que ha asesinado a su esposa y ella desaparece, pero no por la revelación, sino por tener que hacerse cargo de su madre. Antes de desaparecer, además, emerge, como rescatado del olvido, el amante de su mujer, quien se dedica a la recogida de basuras. El contraste del hombre y la amenaza de volver a hacer lo mismo con su empleada añade una tensión dramática muy interesante, sobre todo porque él está en libertad condicional y no puede permitirse involucrarse en pendencias o delitos que lo devolverían a la cárcel en el acto. Cuando su empleada vuelve, lo hace, además, con su propio pasado a cuestas, lo que conduce a una explosión de violencia que acaso desentona con el tono general de la película intimista que había controlado hasta entonces Imamura, porque la pelea en la barbería tiene algo de comedia italiana disparatada, pero el desenlace retoma la veta intimista. Con todo, la delicadeza de la relación, manifestada en innumerables ocasiones, va tejiendo una complicidad entre los personajes, cada cual con su historia a cuestas, y los convierte en lo que acaban siendo: supervivientes de pasados borrascosos.  

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