miércoles, 11 de junio de 2025

«Hijos de los hombres», de Alfonso Cuarón o la distopía sin distancia.

 

Una confusa película antimalthusiana en una sociedad organizada a la defensiva contra la inmigración, el terror y la esperanza.

 

Título original: Children of Men

Año:  2006

Duración: 105 min.

País: Reino Unido

Dirección: Alfonso Cuarón

Guion: David Arata, Alfonso Cuarón, Timothy J. Sexton, Hawk Ostby, Mark Fergus. Novela: P.D. James

Reparto: Clive Owen; Julianne Moore; Michael Caine; Chiwetel Ejiofor; Peter Mullan: Danny Huston; Clare-Hope Ashitey; Pam Ferris; Charlie Hunnam; Oana Pellea; Jacek Koman; Ed Westwick; Paul Sharma.

Música: John Tavener

Fotografía: Emmanuel Lubezki.

 

          ¡Lo bueno que tiene haberse perdido estrenos y el consiguiente cruce de anatemas y panegíricos!, porque me he asomado a esta película de Cuarón con absoluta inocencia, hija de mi total desconocimiento de la historia y de la realización. De P.D. James hizo una película Almodóvar, Carne trémula, que es de las que más me han gustado de él, porque tenía pies y cabeza y había poco lugar para sus excentricidades manchegas. Que Hijos de los hombres esté basada en una novela de la misma autora, suponía el primer atractivo de la película, de la que, insisto, lo ignoraba todo. Y me ha seducido. Todo: la interpretación (aunque menos el hippy pretendidamente «entrañable» que representaba Michael Caine, aunque la escena en la que lo asesinan no deja de impactar, desde luego), la historia del mundo al revés de como lo conocemos, amenazado por la ausencia de nacimientos, no por el exceso de población, y, sobre todo, por una puesta en escena y una dirección que juegan permanentemente con la mezcla de géneros: cine político, thriller, cine apocalíptico, cine distópico, cine social, cine de sectas, y de todos ellos saca Cuarón un jugo cinematográfico excelente, apoyado, ya digo, en la soberbia puesta en escena que repasa desde los altos círculos el poder y su lujo, hasta la miseria extrema y la supervivencia, todo ello en una sociedad en la que el ejército y la policía ejercen un control propio de una dictadura, no de un sistema democrático, aunque el terrorismo de quienes están permanentemente amenazados de expulsión contribuye a reforzar ese control militar. Estos días, sin ir más lejos, estamos viendo la irrupción del ejército en California, por mandato de Trump, con las consiguientes algaradas y protestas que pueden convertirse en una espiral destructiva que acabe poniendo en tela de juicio un sistema tan presidencialista como el Usamericano.

          La película de Cuarón sigue los pasos de un escéptico funcionario, antiguo activista, que acaba de contemplar la noticia de que ha fallecido el último hombre joven del planeta, con apenas 18 años, una noticia de alcance mundial. No tarda en ser raptado por un grupo terrorista dirigido por su exesposa, interpretada por Julianne Moore. Al protagonista, Theo Faron, una magnífica interpretación de Clive Owen, quien tiene contactos familiares en la alta administración del estado,  le proponen convertirse en el acompañante de una inmigrante que ha de ser llevada a una organización llamada Proyecto hombre que estudia la epidemia de infertilidad para buscar un remedio que cambie el rumbo de la Humanidad hacia la extinción.

          Un acierto de la película es que se escoge al personaje de Owen como la única fuente de información que tenemos, y solo vamos conociendo la historia a través de lo que le pasa a ese personaje, quien aparece siempre en pantalla. La película, a todos los géneros que todo, y que ya citamos anteriormente, ha de sumársele el de la odisea, el del viaje que ha de transformar a quienes lo realizan, una suerte de parábola bíblica que tiene en la joven africana embarazada una nueva virgen maría que da a luz en la más sucia y siniestra habitación imaginable y cuyo milagro epifánico va a ser capaz, en uno de los momentos más emotivos de la película, de suspender el cruce de disparos entre el ejército que asedia un edificio tomado por los terroristas que habían secuestrado al bebé, cuando, recuperado para la madre, se oye su llanto y los militares, conmovidos por semejante novedad, deponen las armas y suspenden el asedio al edificio, una de las partes más impactantes de la película, por el realismo del enfrentamiento y por un montaje que consigue hacer aparecer como un plano secuencia diversas tomas ensambladas.

          He de reconocer que, al margen del thriller político, centrado en la detención, expulsión y eliminación arbitraria de los inmigrantes que buscan refugio en una sociedad fallida y controlada por el ejército, hay no pocos momentos en la película en la que cuesta trabajo seguir las maquinaciones del grupo terrorista que está a punto de matar al protagonista y esperar el nacimiento del futuro bebé para quedarse con él y usarlo como estandarte de su movimiento revolucionario, tras deshacerse de la madre, obviamente.

          Lo absolutamente genial en la película, hay que repetirlo hasta la saciedad, es una puesta en escena apocalíptica que juega permanentemente con la degradación de los espacios y de las personas, como si hubiera desaparecido absolutamente lo que se entendería por «la vida normal» y se viviera en permanente estado de emergencia y conflicto callejero. Da la impresión del día después de una guerra nuclear, por eso la epidemia de esterilidad tiene ese puntito de originalidad que permite especular con un final que suena bíblicamente a la Tierra Prometida de un mañana en el que vuelvan a nacer chiquillos con total normalidad. Aunque Cuarón despoja a la narración de cualquier connotación religiosa, está claro que son abundantes las señales de los referentes cristianos que impulsaron la narración de la novela. El hecho mismo de que, preguntada la joven embarazada por quién era el padre de la criatura y que ella respondiera que era virgen, nos da a entender la importancia de esa perspectiva religiosa que imprimió la autora en su relato. No es imprescindible para entenderlo ni para valorarlo, pero que el llanto de un bebé sea capaz de parar lar armas solo puede explicarse desde esa perspectiva religiosa.

          Como toda epopeya fundacional, la huida del protagonista con la madre y el niño, huyendo de una batalla desigual entre un orden a punto de colapsar y los inmigrantes que buscan sobrevivir, tiene algo de narración mítica, como la Eneida, como la huida de Egipto…

          En última instancia, no hay que desdeñar lo mucho de película «de acción» que contemplamos en la pantalla, con algunas persecuciones de mucho mérito, de esas que nos obligan a cambiar de posición en el asiento…

          Ucrania, Usamérica, Gaza, Nigeria, Somalia, Irán, Afganistán…, pocas crisis hay en el mundo que no nos recuerden el estado distópico que en esta película de Cuarón se recrea con extraordinario acierto.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario