En brazos de
la mujer madura… y rica: Carol, de
Todd Haynes, una evocación autobiográfica de Patricia Highsmith.
Título original: Carol
Año: 2015
Duración: 118 min.
País: Reino Unido
Director: Todd Haynes
Guión: Phyllis Nagy (Novela: Patricia Highsmith)
Música: Carter Burwell
Fotografía: Edward Lachman
Reparto: Cate Blanchett, Rooney Mara, Sarah Paulson,
Kyle Chandler, Jake Lacy, Cory Michael Smith, Carrie Brownstein, John Magard,
Kevin Crowley, Gielreath, Ryan Wesley Gilreath, Trent Rowland, Jim Dougherty,
Douglas Scott Sorenson, Nik Pajic.
El
director de la extraordinaria Lejos del
cielo lo fue también de la plúmbea serie televisiva Mildred Pierce, y ahora nos entrega esta película, Carol, basada en una obra autobiográfica
de Patricia Highsmith, quien, sin duda, ha tenido mucha mejor fortuna en las
adaptaciones literarias de sus obras de intriga, como bien reconocerán quienes
aún tengan en la memoria visual Extraños
en un tren, A pleno sol o El amigo americano, por poner tres
ejemplos muy distintos de tres directores excepcionales. Es verdad que también
ha sido muy mal adaptada, como ocurrió con la deleznable Las dos caras de enero de Hossein Amini o la mediocre El talento de Mr. Ripley, de Anthony
Minghella. Lejos de los thrillers habituales a que han dado pie las
adaptaciones de sus obras, Todd Haynes ha escogido una novela autobiográfica de
Highsmith, El precio de la sal, y ha rodado
una historia de seducción amorosa lésbica con una puesta en escena preciosista
en la que la fidelísima recreación de la época, los años 50, potencia el aire
de gran melodrama al estilo de los que Douglas Sirk rodó entonces, sin que, a
mi juicio, pueda considerarse a Sirk un referente de Haynes para el rodaje de Carol. Más me ha venido a la memoria la
amistad pseudolésbica de Jane Fonda y Vanessa Redgrave en Julia, de Zinneman, también basada en una obra autobiográfica, en
este caso la de Lillian Hellman, Pentimento
y, de rebote en La calumnia, de Wyler.
En Carol, a diferencia de otros planteamientos en que se denuncia la
incomprensión social hacia el lesbianismo, se plantea una vivencia del mismo
desde una casi libertad total, porque ambas mujeres, que se enamoran apasionadamente,
sencillamente no tienen en cuenta a los hombres en su vida, excepto en lo que
tienen de rémora para poder dar rienda suelta a su pasión sin la necesidad
enojosa del ocultamiento, la discreción y, muy a menudo, el fingimiento. En el
caso de la mujer madura, una seductora nata encarnada a la perfección por Cate Blanchet,
quien mide los tiempos de la seducción de su jovencísima presa como un guepardo
merodea el rebaño de impalas en la sabana, esperando el momento de iniciar la
ceremonia del asalto final y la devoración, la vinculación al marido, quien
intenta privarla de la custodia de su hija, supone un obstáculo que impulsa la trama
cuando el cortejo de la bellísima Patricia Rooney Mara se extiende, con cierto
tedio argumental, desde la Nochebuena hasta la Nochevieja, momento en el que se
produce el encuentro amoroso, rodado con tanta delicadeza como pasión, mucho
menos gimnástico que en La vida de Adèle,
de Abdellatiz Kechiche, en el que lo glacial se imponía a la calidez y a la
ternura. Si el papel devoratriz de
Blanchet es espectacular, el de Patricia Rooney Mara, con una belleza que
recuerda, curiosamente, a Audrey Hepburn (que actuó en La calumnia), no le va a la zaga, porque es capaz de expresar con
total fidelidad la ambigüedad de sus sentimientos -en el momento de sentirse
tentada por Carol, ella, Therese Belivet, tiene un novio con quien incluso ha proyectado
un viaje a Europa- y la transformación de la amistad en pasión amorosa. Quizás
ese proceso sea lo mejor de la película. Y es indiferente que se trate de una
relación lésbica, en el sentido de que el interés objetivo de la relación es el
sentimiento amoroso, con tanta precisión filmado, lo que, en cierta manera, nos
permite relacionar Carol con Brokeback
Mountain, de Ang Lee. De forma paralela a la relación amorosa entre ambas
mujeres, la película nos ofrece el lento pero sólido progreso profesional como
fotógrafa de la vendedora ocasional -Carol conoce a Therese cuando se
encuentran en unos grandes almacenes donde intenta comprar una muñeca para su
hija como regalo de Navidad, momento en que se produce el hechizo que le causa a
la dependienta la contemplación de la hermosa “gran señora”,- y la lucha
matrimonial de Carol por la custodia de la hija. De ambas líneas argumentales,
la película privilegia la de Carol, porque es la que permite ofrecer un
discurso reivindicativo de la asunción de la homosexualidad, aunque se produzca
en el ámbito estrictamente privado de su proceso de divorcio y aunque, para
ello, dados los códigos morales de la sociedad americana de aquellos años, haya
de renunciar a la custodia de la hija, garantizándose, eso sí, el derecho a las
visitas regulares. La película, a pesar de sus innegables valores estéticos y
reivindicativos, discurre muy próxima al tedio en buena parte de su metraje, y
apenas hay motivos dinámicos que permitan no tanto agilizar la narración cuanto
incardinarla en una realidad cotidiana que actúe como contexto delimitador y coercitivo,
como en el caso del detective que espía a ambas mujeres por cuenta del esposo
para buscar pruebas de la “inmoralidad” que le permitan disputarle la custodia
de la hija. Es una película militante, sin duda, en pro del derecho a la libre
sexualidad entre adultos sin cortapisas legales, pero no pretende convertirse
en bandera de ello. Los personajes están perfectamente individualizados y su
historia es, en todo momento, una historia singular, no un arquetipo. Es innegable,
sin duda, que la perspectiva femenina desde la que está narrada la historia
invita a la complicidad con las espectadoras, máxime cuando la presencia
masculina en la película es del todo irrelevante, y que, en ese sentido, puede acabar
encasillada en esa suerte de “circuito” de obras específicamente dirigidas al
público femenino, algo de lo que ya se habla que ocurre en la novela, por
ejemplo. Con todo, sería una visión demasiado reductora, considerar esta obra
de Haynes una película solo para mujeres. Ya dejé dicho al principio que lo importante
es la descripción del fenómeno amoroso, y frente a él sí que, aunque vivido de
formas muy diferentes, todos somos igual de vulnerables y frágiles.
No estoy de acuerdo en que la película resulte tediosa, a mí desde luego no me lo ha parecido. Dura dos hora y algo que a mí se me han hecho cortas. Desde luego es una pasión amorosa contada con lentitud, algo que agradezco y no se me ha hecho morosa. De hecho, me ha gustado esa delicadeza, esa lentitud hasta que se encuentran amorosamente. Es lo que marca la diferencia con la relación con un varón. Se miman, se miran, se desean, se acarician, comparten un viaje. No sé cuáles son sus referencias fílmicas pero Sirk me parece muy cercano, ciertamente, pero no soy un especialista. Una agradable sorpresa porque yo quería ir a ver El renacido. Creo que hemos acertado. Y no pienso que sea una película para público femenino aunque los varones que la vean tienen que tener amplitud de miras y no ser demasiado aficionados al cine de acción.
ResponderEliminarEl tedio se lo adjudicaba solo al primer tercio de la película, demasiado moroso para la escasa ambigüedad del hechizo mutuo. En el resto, estamos de acuerdo. De la de Revenant he oído de todo, pero nada me ha convencido para ir a verla, a pesar de lo muchísimo que me gustó Birdman.
ResponderEliminar