La
gata montés (más propiamente) o un esperpento de estudio técnicamente perfecto y,
aun a pesar de su ácida ingenuidad tópica, muy divertido.
Título original: Die Bergkatze
(The Wildcat)
Año: 1921
Duración: 79 min.
País: Alemania
Director: Ernst Lubitsch
Guion: Ernst Lubitsch, Hanns Kräly
Música: Película muda
Fotografía: Theodor Sparkuhl (B&W)
Reparto: Pola Negri, Victor
Janson, Paul Heidemann, Wilhelm Diegelmann, Hermann Thimig, Edith Meller, Marga Köhler,
Paul Graetz, Max Gronert, Erwin Kopp,
Paul Biensfeldt.
La última película de Lubitsch rodada en Alemania, muy
lejos aún del ascenso del nazismo, constituyó, sin embargo, una burla del
militarismo que no le granjeó la popularidad que luego alcanzaría, sobre todo a
partir de su “época usamericana”. Ni siquiera la presencia de Pola Negri,
encantadora en su papel de hembra montaraz que gobierna una tribu de bandidos
de opereta, algo así como los Hermanos Dalton, logró para El gato montés, por su carga antimilitarista, el éxito que obtuvo
con La mujer del faraón, un cine histórico muy popular en la época. Resulta extraño,
en 1921, a tres años de la severa derrota en la Primera Guerra Mundial, que no “cuajara”
entre el público la crítica antimilitarista tan inteligente y graciosa de El gato montés. La película, rodada en
estudio, es una joya técnica en cuanto a la realización de decorados y al
sistema de recorte de la pantalla a través de una reducción mediante cartones
que dibujan sobre la pantalla desde cerraduras hasta líneas sinuosas, pasando
por corazones, u otras figuras geométricas, lo que consigue que el espectador
no tanto “vea” la película cuanto que se “asome” a ella, como si descubriera
una intimidad que se le quisiera hurtar, por vergonzosa o por banal. Al estilo
de lo que hizo en Montecarlo, ya
criticada en este Ojo, Lubitsch abre
la película, después de un inicio cuartelero con gags del mejor cine mudo cómico,
con la presentación espectacular del teniente Alexis, cuya fama de mujeriego,
sus obras en realidad…, le han deparado un destierro a una fortaleza militar en
una supuesta zona hostil, allí donde el gobernador de la fortaleza recibe la
notificación del traslado del desterrado, quien, sin embargo, es esperado por
su mujer y su hija como si llegara el dios Apolo. Como tal es despedido el
teniente en unas escenas de masas, con un movimiento de las mismas como si
fuera una coreografía, llenas las calles de las llorosas pretendientes, las
damnificadas y, en el último plano, una
muchedumbre de criaturas diciendo “adiós, papá”, que culmina una secuencia
desternillante. El encuentro, camino de la fortaleza, en la montaña nevada, con
la gata montés que lo captura y lo desnuda de su uniforme continúa la hilaridad
general de las escenas anteriores y nos va preparando para un desarrollo cuyo
pautado ritmo nunca deja indiferente al espectador, que sigue los pasos de los
bandidos, de los militares y de la trampa matrimonial que le tienden la madre y
la hija con un regocijo indesmayable. La decoración, inspirada en el art decó
de la época, pero construida desde la visión grotesca de los muebles, las
molduras, y el espacio en general, abigarrado y geométrico hasta el punto de
entorpecer más que ayudar al normal desplazamiento en su interior, así como la
percepción de estar ante una fortaleza de juguete, hecha de papel, como si los
soldados que la habitan lo fueran de plomo y todo lo que en ella se representa
un gran guiñol, contribuye enormemente al disfrute de este esperpento filmado
con mano maestra por Lubitsch e interpretado exquisitamente, con una vis cómica
más que potente, por todo el reparto. Destaca, sobre todo, un teniente Alexis
(Paul Heidemann) lleno de gracia -su “ponerse cómodo” cuando irrumpe la fierecilla
no domada en la fortaleza y se encierra con ella en su habitación es una
secuencia-joya- y con una Pola Negri desastrada que se supera a sí misma en la
escena del descubrimiento de los perfumes en el tocador de la hija. Estoy
convencido de que la proyección de esta película hoy en nuestras salas sería
capaz de competir con el impacto que tuvo en su día el To be or not to be, una de las grandes películas de la historia del
cine.
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