La delación y Kazan: una película indie e intimista sobre
la ética y la venganza en el marco de la posguerra de Vietnam.
Título original: The Visitors
Año: 1972
Duración: 84 min.
País: Estados Unidos
Director: Elia Kazan
Guion: Chris Kazan
Música: Johann Sebastian Bach
Fotografía: Nicholas T. Proferes
Reparto: Patrick McVey, Patricia Joyce, James Woods,
Steve Railsback, Chico Martínez.
La penúltima película de
Kazan, con guion de su hijo, sorprende
al espectador actual por el aire indie y moderno de película inteligente rodada
con un bajísimo presupuesto. Recordar Funny
Games, de Haneke, teniendo en cuenta la trama de la película, parece algo obligado,
aunque hay muy serias diferencias de contenido entre ambas. En la película de
Haneke estamos en presencia del mal arbitrario; en la de Kazan, de la venganza
calculada. En la de Haneke todo nos sorprende y os horroriza, no solo la
agresión, sino, fundamentalmente, la arbitrariedad y la impunidad que lo
ampara. En la película de Kazan, rodada con
una fotografía “sucia”, llena de penumbras, de una iluminación que más
parece tender a difuminar los personajes que a destacarlos, en un escenario
doméstico un punto agobiante, como cuando se “incomodan”, más que acomodan, los
visitantes y el padre de ella, en el sofá para ver un partido de fútbol
americano, y con un ritmo desesperantemente lento, como el de los prolegómenos
de una ejecución capital; en la de Kazan, digo, todo está claro desde el
principio: no hay la más mínima posibilidad de sorpresa, de que todo no acabe
como la descripción de los motivos de la visita de los visitantes obliga a
imaginar, a proyectar, en realidad. La habilidad de la cinta cae del lado del
fugaz cambio de papeles que se verifica a través del contacto de la pareja
protagonista con los visitantes y el padre de ella, en cuya casa vive la
pareja, con su hijo, sin estar casados. James Woods debuta en la pantalla y los
otros actores no son especialmente conocidos. Steve Railsback, también
debutante, no engaña, por lo que a la encarnación de la maldad respecta, y
representa un villano de excelentes recursos histriónicos para consumar su
venganza. De hecho, su papel debió de impresionar, porque cuando participó en The stunt man (Profesión: el especialista), de Richard Rush, el personaje que
encarna tiene una historia de veterano del Vietnam calcada de la de esta
película. Por otro lado, este papel lo encasilló, artísticamente, porque en él
pensaron para representar nada menos que a uno de los grandes asesinos
mediáticos, Charles Manson, en la miniserie televisiva sobre su vida y
depravada obra. Digo todo esto como elogio de su actuación, por supuesto,
porque el desasosiego que introduce su personaje en la película, en contraste
con su compañero, quien no guarda rencor al viejo delator de la violación que
cometieron en Vietnam y que les supuso varios años de cárcel, es de tal
magnitud que se convierte en uno de los principales atractivos de la película,
muy por encima del papel del Woods, una persona que encarna valores éticos que
están en las antípodas del que representa el padre de su mujer, un escritor de
novelas del oeste que defiende el culto a la violencia, al machismo y que está
en su salsa conviviendo durante unas horas con dos veteranos como él lo es de
la Segunda Guerra Mundial, una camaradería muy trumpiana, para entendernos. Que
no pueda ver a su yerno y que acoja con entusiasmo a sus compañeros de armas
que sí le entienden, va preparando suavemente la vía de la venganza a través de
la “rendición” del adversario, de la adversaria, en este caso, porque los
planos no engañan y, desde que llegan a la casa y se “instalan”, sin saber exactamente
ni cuánto se quedarán, ni qué rumbo llevan, ni a qué piensan dedicarse, tras
salir de la cárcel, excepto la “necesidad” de visitar a su antiguo delator para
ajustarle unas cuentas que no caducan, advertimos, por los encuadres en los que
se destacan los jóvenes y frescos encantos de la protagonista, que la violación
vengadora será inevitable. Mantiene al espectador en la intriga el
desconocimiento de con cuánta violencia se llevará a cabo dicha venganza, y es
algo que, por si las moscas en las manos de algún incauto cae este DVD, no
revelaré. No me abstengo de decir, no obstante, que en la situación de partida
se plantean varias tensiones que acaban mezclándose con los motivos de la
visita, lo que permitirá progresar hacia el previsible final. La película tiene
no poco de claustrofóbica, y los planos en el interior de la casa donde vive la
pareja con el niño lo van reforzando
constantemente, porque tenemos la sensación de que el contacto, el roce, el
choque entre los cuerpos que pululan por ella ha de ser inevitable y va a tener
consecuencias. El paisaje nevado y el frío glacial contribuyen a destacar una
hostilidad general que forma parte de un ambiente que se va consolidando
progresivamente pero del que participan todos los personajes, sobre todo con
los largos silencios que chocan con los diálogos tópicos y banales del padre y
los visitantes. La película pasa por ser la primera que atiende al fenómeno de
los veteranos de Vietnam, si bien la historia particular entre antiguos
compañeros de armas es lo esencial, no aquel salvaje conflicto de las
postrimerías del imperio usamericano. No aporta nada a la consolidada filmografía
de Kazan, pero demuestra un saber hacer narrativo que es capaz de atrapar a los
espectadores en esa tela de araña vengativa y amoral que se va tejiendo alrededor
del “justo”. Que pueda o deba ponerse en relación con la historia personal de
Kazan y sus delaciones ante el Comité de Actividades antiamericanas me parece
de todo punto necesario, sobre todo por el destino del delator. Desde este
punto de vista, la película tiene algo de expiación a destiempo, aunque todos
sabemos que Kazan hizo de la necesidad virtud y siempre defendió sus delaciones
como prueba de su insobornable amor a su nueva patria.
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