Un original planteamiento visual para la historia trágica
de una lealtad: El misterio de Fiske
Manor o la bondad no recompensada.
Título original: Ladies in
Retirement
Año: 1941
Duración: 91 min.
País: Estados Unidos
Director: Charles Vidor
Guion: Reginald Denham,
Garrett Fort (Obra: Reginald Denham, Edward Percy)
Música: Ernst Toch
Fotografía: George Barnes
(B&W)
Reparto: Ida Lupino, Louis Hayward, Evelyn Keyes,
Elsa Lanchester, Edith Barrett,
Isobel Elsom, Emma Dunn, Clyde Cook,
Queenie Leonard.
La acumulación de
información conduce ciertamente a las lagunas del olvido, amplias, espaciosas y
amenazadoras. En la miniresearch postfilm descubro que Charles Vidor fue
el director de Gilda, entre otras, lo
que, en términos de calidad, acaba dándome la razón sobre mi elección casi a
ciegas de El misterio de Fiske Manor,
cuyos títulos de crédito bien hubiera podido firmarlos Saul Bass, aunque me ha
sido imposible identificar al autor de los mismos, puesto que ni siquiera
aparece donde debería, en los títulos de crédito, pero los interesados en ese
sutil y lacónico arte, pueden verlos aquí. El paisaje
brumoso, las aguas pantanosas, las lápidas y la mansión victoriana que aparece en medio de ese enclave más
propenso a los fantasmas que a los seres de carne y hueso nos ilustran con
suficiente propiedad acerca de la película de género que vamos a ver, aunque
Vidor tiene la delicadeza de plantear la narración de la historia en un tono costumbrista que parece desviar nuestra
atención hacia la comedia, en vez de hacia la intriga y el crimen inevitable.
La historia es tan sencilla, como
magistral la realización de Vidor y archiconvincentes las
interpretaciones de un reparto de mujeres en el que los hombres tienen un
cometido muy circunstancial. La administradora y dama de compañía de una rica
propietaria rural recibe una carta en la que la conminan a recoger a sus dos
hermanastras inmediatamente, so pena de que sean abandonadas en plena calle con
sus enseres. Ida Lupino, angustiada, logra arrancar de su empleadora el permiso
para albergar a sus hermanastras unos días y, finalmente, con ellas se presenta
en la casa, para extrañeza, primero, y desesperación, después, de la
propietaria que las ha invitado porque está contenta con la eficacia y seriedad
de su empleada. Con anterioridad a la llegada de las tres mujeres, un hombre
que se presenta como el sobrino de su empleada, logra que le deje unas libras
para pagar un compromiso inaplazable, aprovechándose de su palmito y del buen
efecto que produce en la no del todo vieja propietaria. Y tras la llegada de
las “hermanitas” comienzan los problemas de convivencia, porque ambas están
trastornadas mentalmente, si bien no con tanta severidad que haga imposible
una cierta vida cotidiana, si bien la llenan, claro está, de una libertad en el
decir y en el hacer que rompen todas las convenciones sociales habidas y por
haber, lo que acaba enfureciendo a la propietaria. Dos secundarias de lujo, Elsa
Lanchester, la mujer de Charles Laughton -¡e inolvidable enfermera en Testigo de Cargo, de Wilder- y Edith
Barret consiguen con sus soberbias interpretaciones hacernos creer que la
racionalidad que las rodea no deja de ser, en realidad, una enfermedad, y que
son ellas, libérrimas y vitalistas, las únicas cuerdas en aquel espacio lleno
de lúgubres resonancias, felizmente captadas por la cámara de Vidor. La orden
que recibe la empleada de llevarse a su familia a cualquier otro sitio se
convierte en el disparadero de la decisión de una hermana tan responsable como angustiada que
se niega a desamparar a esos dos gorriones que no nacieron para luchar por la
vida, sino para ser comprendidos y cuidados con el mimo que se debe a las almas
inocentes, cándidas y desvalidas. Y entonces sobreviene lo inevitable y se
inicia una nueva película sobre la que poco o nada saldrá de estos dedos
tecleantes, salvo los elogios de rigor para la habilidad con que Vidor ha
sabido, more hitchcockiano, construir esa segunda vida de la historia que
parecía haber llegado a su fin cuando sucede lo inevitable, tan bellamente
filmado, por cierto. Si fuera una película muy popular, no me importaría chafársela a los pocos que no la hubieran visto, pero como la mayoría estarán
como yo, ante una primicia, es de justicia que haga mutis por el aparte al que
me lleva, paradójicamente, el punto final. ¡Que disfruten de ella!
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