Un reparto de lujo, para una película bendecida por el Régimen,
a pesar de todo: 091, policía al habla
o la aclimatación efectiva de las formas estéticas del thriller usamericano en blanco y negro.
Título original: 091, policía al habla
Año: 1960
Duración: 91 min.
País: España
Director: José María Forqué
Guion: Vicente Coello, José María Forqué, Pedro Masó, Antonio Vich
Música: Augusto Algueró
Fotografía: Juan Mariné (B&W)
Reparto: Adolfo Marsillach, Tony
Leblanc, Susana Campos, José Luis López Vázquez, Manolo Gómez
Bur, María Luisa Merlo, Francisco Cornet, Javier Fleta,
Pilar Cano, Luis Peña, Manuel
Alexandre, Mara Laso, Ana Castor,
Ángel de Andrés, Julia Gutiérrez Caba,
Gracita Morales, Antonio
Casas, Asunción Balaguer, Irene
Gutiérrez Caba, Agustín González, Antonio Ferrandis.
Marsillach podía meterse con toda naturalidad en la piel de Tartufo y en la de Sócrates, pero lo de meterse en la de un
comisario de la policía franquista era un reto ante el que no dio la talla, la
verdad, porque nos entrega una interpretación que en ningún momento pasa de la
caracterización tópica y en la que es imposible discernir ni un átomo de
veracidad en el sufrimiento de quien acaba de perder a su hija a manos de un
desalmado que la ha atropellado y se ha dado a la fuga; ni siquiera la lógica
sed de venganza produce el más mínimo efecto en el espectador. Plano, muy
plano, y sufriendo mucho en primeros planos muy intensos que delatan su
incapacidad para asumir el papel. No ocurre lo mismo con la dirección de José
María Forqué, realzada por la excelente fotografía en blanco y negro de Juan Mariné,
quien fotografió ese maravilloso western norteño de Mur Oti que es Orgullo. La historia de la película, con
un comienzo como el de La calle sin nombre, de Keighley, recientemente criticada en este Ojo, se nos presenta casi como un
documental sobre las excelencias de la policía española al servicio de los
ciudadanos, en vez de como lo que también, y principalmente, era: mano armada
de la dictadura franquista. Los modestísimos medios con que la policía contaba
en aquellos años pretende contrarrestarse, ante la opinión pública, con un
despliegue de “tecnología”, más bien cutre…, que les permitiría soñar a los
espectadores con que vivían poco menos que en Nueva York. Mientras que el
protagonista, Marsillach, intenta aproximarse a ese estilismo de inspiración
usamericana, López Vázquez -magistral como siempre- ejerce como versión castiza
del policía de toda la vida. La película es diáfana: se sigue el turno de una
patrulla policial y se nos cuentan varios “casos” que suceden a lo largo de
dicho turno, entre los que se destacan el robo con violencia de la recaudación
de una velada de boxeo; un accidente de rodrígueces alcoholizados y salidos, con
resultado de dos muertos, episodio en el que la cantante Mara Laso se merienda a sus cuatro
compañeros con una exhibición magnífica de vampiresa madrileña de aquellas “noches
de Madrid...” a cielos de excepción…; la detención de dos asaltadores sexuales,
una historia en la que sobresale la notabilísima interpretación de una
jovencísima María Luisa Merlo; un servicio humanitario un punto lacrimógeno, y, por supuesto, la captura del asesino de la
hija del comisario. La película, más allá de la exaltación del servicio
policial, y de la pretendida índole popular de aquella fuerza represora, se
ajusta escrupulosamente a los cometidos de la patrulla, pero hay un
planteamiento de comedia que va más allá del tema central y que se nos presenta
casi como una “manera de ser” del pueblo español, y ahí tenemos a los
raterillos excelentemente interpretados por Tony Leblanc y Gómez Bur, o a los
rodrígueces salidos, con un finísimo Manuel Aleixandre y un Ángel de Andrés
perfecto y un Luis Peña que no desmerece de ellos en ningún momento, por no
hablar del propio López Vázquez. Esta película es, francamente, una especie de
antología de muchos de los mejores intérpretes, durante muchos años, del cine español,
excepción hecha de Marsillach, claro, a quien se le daban infinitamente mejor
las tablas del teatro. Forqué -no olvidemos Atraco a las 3 o Usted puede ser un asesino-
no ignora ni qué comediantes tiene en el reparto ni que un documento policial a
palo seco hubiera sido intratable e infumable, de ahí que vaya alternando las
escenas de auténtica comedia de altura, con ciertos dramas que evidencian como
se va abriendo paso un cambio en las costumbres ultramontanas de los españoles.
Todo ello, como dije al principio, con un blanco y negro exquisito, con planos
en exteriores magníficos, como el del seiscientos chocado contra la farola al
lado del Bernabéu, los primeros planos del protagonista abofeteando a un
detenido o el realismo nocturno del intento de violento asalto sexual, protagonizado
con un rigor y una veracidad talentosos por parte de Francisco Cornet, a quien complementa, en el
episodio, otro cantante, como Mara Laso, Javier Fleta. Como se advierte, la
película está llena de atractivos que no van a defraudar a los espectadores que
se atreven con ella. Tiene algo de reliquia de un tiempo afortunadamente ido, y
no poco de sociología efectiva del inicio de la transición hacia la modernidad
que culminará en el 1977. En fin, no es pieza de museo, pero conviene que sea
conservada en el de la cinematografía española. Y last, but not least, la
excelente banda sonora de Augusto Algueró, ajustadísima a la acción y con un toque
entre jazzístico y música electrónica que realza el poder del blanco y negro y
subraya muy efectivamente no pocas escenas.
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