Un reparto inadecuado para una trama sólida y una
dirección que logra crear una atmósfera de thriller exótico: Balas de
contrabando o una película a medio camino de casi todo.
Título original: The Gun
Runners
Año: 1958
Duración: 83 min.
País: Estados Unidos
Director: Don Siegel
Guion: Daniel Mainwaring, Paul
Monash (Novela: Ernest Hemingway)
Música: Leith Stevens
Fotografía: Hal Mohr
Reparto: Audie Murphy, Eddie Albert,
Patricia Owens, Everett
Sloane, Gita Hall, Richard Jaeckel.
Una lástima que esta
película no acabara de lograr esa redondez que solemos exigirle a los títulos
de serie B que, sea por la dirección, por el fotografía o por la actuación,
podrían ser considerados como serios aspirantes al estrellato de la serie A, en
cuyas filas incluso ocuparían lugares de privilegio. La historia de Ernst
Hemingway, muy apegada a su propia figura, siquiera sea por la afición a la
pesca y por el amor a Cuba, tiene suficientes elementos de interés como para
que la película hubiese tenido una vida triunfal que no llegó a tener. De hecho,
en España n se estrenó en salas de cine hasta 2007, y, hasta entonces solo
podía adquirirse en edición de vídeo. La película, insisto, por si a alguien le
cae en las manos, tiene muy buenos momentos, una interpretación, sobre todo de
los supuestamente secundarios, Eddie Albert y Gita Hall, quienes, sin embargo,
acaban comiéndose los planos a fuerza de verosimilitud y contundencia, frente a
un matrimonio excesivamente insulso y almibarado compuesto por un protagonista
totalmente equivocado, Audie Murphy y una esposa que, hace lo que puede,
teniendo en cuenta la “parte” que le han escrito, Patricia Owens. La
ambientación, en el mundo del alquiler de yates para ir a pescar en los aguas
del Caribe, está muy conseguida, así como la figura singular del marinero
borrachín que borda Everett Sloan, quien se inició en el cine nada menos que
con Ciudadano Kane, de Welles. Ese
mundo de emprendedores/perdedores que trata de sacar adelante un earn the
living propio y por sus propios medios
es el marco de esta aventura delictiva por parte de quien juega con ventaja
frente a un patrón de yate que puede quedarse sin él porque un impagado le ha
dejado al borde de la quiebra. La presencia, además, de la típica vampiresa, en
este caso ajustada a esa atmosfera “deportiva” de la afición a la pesca, y, en
su momento, a la fiesta nocturna en La Habana, con ansias irrefrenables -y algo
inexplicables- de complicarle la vida al abnegado esposo, súbitamente vuelto
atractivo tras haber sido metamorfoseado por la mirada de la diosa nórdica,
acaba de redondear el conjunto de clichés sobre los que está montada la
película, aunque Don Siegel se maneja perfectamente con ellos y logra ir más allá,
sobre todo con el retrato del traficante, de la mera anécdota delictiva. Hay un
choque de éticas, digámoslo así que tratan de demostrar a la otra parte la convicción
propia. La película, sin embargo, naufraga en ese terreno en el que mejor
hubiera podido conseguir una película de renombre, porque tanto la tensión erótica
de Halla, como la cínica de Albert están a la altura de otras adaptaciones de
Hemingway y, sobre todo, del mejor cine negro de esos años en Usamérica. A mí
me parece que reúne suficientes elementos de interés como para no considerar la
tarde perdida, si uno la encuentra en la videoteca y la compra, además, por
solo 2€. Las escenas de pesca y de acción está muy conseguidas, y el tono menor
de una aventura que excede a los encargados de llevarla a cabo, tan apegados a
las pequeñas dimensiones de los clientes pescadores, ayuda a completar esta
visión agridulce que me parece a mí que deja la película, algo así como una
ocasión perdida, teniendo en la mano los cuatro ases de un póker.
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