Cuando la previsibilidad te arruina la narración: Basada en hechos reales o el vampirismo
artístico, una película que poco añade a la carrera cinematográfica del autor
de Repulsión y La semilla del diablo.
Título original: D'après une histoire vraie
Año: 2017
Duración: 110 min.
País: Francia
Dirección: Roman Polanski
Guion: Olivier Assayas, Roman Polanski (Novela: Delphine de Vigan)
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Pawel Edelman
Reparto: Emmanuelle Seigner, Eva
Green, Vincent Pérez, Damien Bonnard, Camille Chamoux, Josée Dayan,
Noémie Lvovsky, Dominique
Pinon, Brigitte Roüan, Alexia Séféroglou.
Ignoro si un conato de
amodorramiento profundo apenas iniciada la película, ¡en una sesión a las 18h!,
puede aducirse como “prueba de cargo” para una crítica o si he de achacarlo a
una flojedad onírica pasajera que no me impidió, por supuesto, seguir inquieto
en la butaca un comienzo tan moroso como anodino, porque la historia de la
autora que no acaba de encontrar ni material ni voz narrativa ni tono ni nada,
y que siente, además, esa variante del miedo escénico que es el temor a la hoja
en blanco, a duras penas progresa en una relación recién nacida y fuertemente
anudada sin prevención ninguna, un quemar etapas incomprensible que solo la
soledad de la protagonista, cuyo marido, que se codea con los grandísimos
nombres de la cultura mundial, está ausente durante toda la película, como una
confabulación anunciada. Que se nos muestre a una autora de éxito poco menos
que incapaz de afrontar su realidad, de reaccionar ante los minúsculos desafíos
de la vida cotidiana, hundida en una crisis intima y artística que, además de
descubrir su vulnerabilidad parece que la incapacite para la vida cotidiana y
la haga susceptible de dejarse fascinar por quien, con ánimo decidido, le
ofrezca una imagen de determinación y voluntad en las antípodas de su apocamiento.
Poco a poco, pues, se va construyendo una relación de complicidad y solidaridad
femenina cuyas intenciones son tan evidentes que, salvo la escritora en horas
bajas, todos los demás somos capaces de ver, y eso, ciertamente, hace trizas al
personaje de la escritora, quien solo camino del desenlace, cuando la
responsable de un encuentro literario le afea que no se hubiera presentado al
encuentro ni se hubiera disculpado, le abre los ojos sobre las intenciones de
quien, escritora en la sombra, aspira a competir con ella y superarla. Hemos de
decir que la intervención de Olivier Assayas (autor de Personal Shopper, ya comentada en este Ojo) en el guion le confiere a la película una dimensión fantasmagórica
que se va imponiendo en el desenlace y que deja no poco insatisfechos a los espectadores,
somnes o insomnes…, sobre todo después de que la situación haya progresado hacia
una versión estilizada de Misery, de
Rob Reiner, que me parece la referencia obligada. Parece, en un momento dado,
que la película puede derivar hacia un amor lésbico que se filtra en muchas de
las actitudes de la nueva amiga ante cuyos encantos la escritora se rinde
incondicionalmente, pero el afán de protagonismo y la condición de escritora en
la sombra de la amiga hace derivar la película por esos otros derroteros de la
usurpación de personalidad. La excusa de los ratones para adquirir el talio con
el que envenenar a la protagonista me ha traído a la memoria una historia que
viví muy de cerca, porque una familia inmigrante, a cuyos hijos daba clases,
que compartía piso con una mujer china con quien el marido se entendía
sexualmente, sufrió un intento de envenenamiento por parte de la amante cuando
el marido decidió traerse a la esposa desde Pakistán. Establecidas, así pues,
las líneas generales del desarrollo de la acción desde buen comienzo, a los
espectadores no les queda sino esperar a un desarrollo previsto, aunque ha de
reconocerse que la capacidad de impactar visualmente de Polanski aún se mantiene,
si no tan fresca, si tan eficaz como en películas suyas anteriores. A ello contribuye
los exteriores escogidos, una casa en el campo adonde se instalan ambas mujeres
para que la escritora se recupere de una caída a consecuencia de la cual han de
enyesarle una pierna. Desde nuestro acerco proverbial, la imagen de la mujer con
la pierna quebrada y en casa parece querer dar a entender una minusvalía que
implica la necesidad de una ayuda para la recuperación: el trasunto de esa
metáfora es la actividad artística de la amiga abnegada que compagina a partes
iguales la sustitución narrativa de la escritora famosa y su eliminación
física. Está claro que no voy a revelar el desenlace, sobre todo porque forma
parte del secreto que un crítico debe guardar por pura deontología profesional,
pero, a pesar del giro que le da a los acontecimientos, no sé si es suficiente
atractivo como para someterse a unos preliminares ultraextensos que incluyen
artificios inverosímiles como que la amiga la sustituya en un encuentro con
lectores y la autora crea que, en efecto, nadie ha notado nada y que poco menos
que la nueva amiga podría actuar como su doble perfecto, sobre todo teniendo en
cuenta la considerable diferencia de edad entre ambas, al margen del nulo
parecido entre ellas. A la Seigner le ha tocado un papel tan desagradecido,
que apenas si puede poner cara de boba durante dos tercios de la película, y aunque
en el último remonta, en el proceso de envenenamiento, digamos que los espectadores
salen del cine con la impresión de que “ha pasado por la película” y de que en
ningún momento se ha instalado en ella para hacerla suya y gobernar desde allí
una trama que le concede tan soso papel pasivo. Eva Green, por su parte, deja
intuir que, en cualquier momento, el gesto amable, la sonrisa y la afabilidad
se pueden convertir en lo contrario, y cuando llega el momento, su expresividad
es notablemente superior a la de su compañera, e incluso podemos concederle sin
rubor el galardón diabólico que merece su interpretación, pero, ¡ay!, no
resulta nada nuevo a ojos del espectador que ha intuido con inequívoca nitidez
las miradas despiadadas, los portazos crueles, la perfidia exquisita… El
proceso de “ocupación” de la vida de la autora es tan evidente, que la
colaboración de esta con aquella pretensión egomaníaca resulta poco creíble. En
fin, nada que ver, esta película, con El escritor, por mencionar una reciente, ni, por supuesto,
con sus grandes éxitos antiguos.
Yo desconecté enseguida de la película, me sonaba todo a un dejà vu que me hizo desentenderme de ella y me da tiempo a pensar. Cuando una película permite que pienses en tus cosas, malo. Coincido en el análisis que haces. La abducción de la escritora es muy burda y poco convincente. El tema de la relación erótica parece en algún momento insinuarse pero no continúa. No sé si esta vertiente hubiera enriquecido la película. El final, el giro último, es potencialmente interesante -el hecho de que le haya escrito una novela con que ella conseguirá un gran éxito-.
ResponderEliminar¿No has visto La muerte de Don Quijote? Solo por la aventura de treinta años para hacerla hace que nos reclame y, a pesar de todos sus fallos, amemos esa película como un logro quijotesco. Es cervantina en profundidad, se nutre del espíritu de El Quijote, lo que no quiere decir que haya logrado hacer una película redonda, que no.
Las imágenes que he visto me tiran para atrás, la verdad; tengo una visión platónica de esos diálogos a solas entre Sancho y don Quijote como para mezclar el vértigo del presente en el que don Quijote pasaría tan desapercibido como su empeño caballeresco en su propio tiempo: puro anacronismo. No sé, creo que esperaré un poco, a que desparezca de la "actualidad", para "rescatarla" sin prejuicios.
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