martes, 12 de junio de 2018

“Basada en hechos reales”, de Roman Polanski, o las amistades vertiginosas…



Cuando la previsibilidad te arruina la narración: Basada en hechos reales o el vampirismo artístico, una película que poco añade a la carrera cinematográfica del autor de Repulsión y La semilla del diablo.

Título original: D'après une histoire vraie
Año: 2017
Duración: 110 min.
País: Francia
Dirección: Roman Polanski
Guion: Olivier Assayas, Roman Polanski (Novela: Delphine de Vigan)
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Pawel Edelman
Reparto: Emmanuelle Seigner,  Eva Green,  Vincent Pérez,  Damien Bonnard, Camille Chamoux,  Josée Dayan,  Noémie Lvovsky,  Dominique Pinon,  Brigitte Roüan, Alexia Séféroglou.

Ignoro si un conato de amodorramiento profundo apenas iniciada la película, ¡en una sesión a las 18h!, puede aducirse como “prueba de cargo” para una crítica o si he de achacarlo a una flojedad onírica pasajera que no me impidió, por supuesto, seguir inquieto en la butaca un comienzo tan moroso como anodino, porque la historia de la autora que no acaba de encontrar ni material ni voz narrativa ni tono ni nada, y que siente, además, esa variante del miedo escénico que es el temor a la hoja en blanco, a duras penas progresa en una relación recién nacida y fuertemente anudada sin prevención ninguna, un quemar etapas incomprensible que solo la soledad de la protagonista, cuyo marido, que se codea con los grandísimos nombres de la cultura mundial, está ausente durante toda la película, como una confabulación anunciada. Que se nos muestre a una autora de éxito poco menos que incapaz de afrontar su realidad, de reaccionar ante los minúsculos desafíos de la vida cotidiana, hundida en una crisis intima y artística que, además de descubrir su vulnerabilidad parece que la incapacite para la vida cotidiana y la haga susceptible de dejarse fascinar por quien, con ánimo decidido, le ofrezca una imagen de determinación y voluntad en las antípodas de su apocamiento. Poco a poco, pues, se va construyendo una relación de complicidad y solidaridad femenina cuyas intenciones son tan evidentes que, salvo la escritora en horas bajas, todos los demás somos capaces de ver, y eso, ciertamente, hace trizas al personaje de la escritora, quien solo camino del desenlace, cuando la responsable de un encuentro literario le afea que no se hubiera presentado al encuentro ni se hubiera disculpado, le abre los ojos sobre las intenciones de quien, escritora en la sombra, aspira a competir con ella y superarla. Hemos de decir que la intervención de Olivier Assayas (autor de Personal Shopper, ya comentada en este Ojo) en el guion le confiere a la película una dimensión fantasmagórica que se va imponiendo en el desenlace y que deja no poco insatisfechos a los espectadores, somnes o insomnes…, sobre todo después de que la situación haya progresado hacia una versión estilizada de Misery, de Rob Reiner, que me parece la referencia obligada. Parece, en un momento dado, que la película puede derivar hacia un amor lésbico que se filtra en muchas de las actitudes de la nueva amiga ante cuyos encantos la escritora se rinde incondicionalmente, pero el afán de protagonismo y la condición de escritora en la sombra de la amiga hace derivar la película por esos otros derroteros de la usurpación de personalidad. La excusa de los ratones para adquirir el talio con el que envenenar a la protagonista me ha traído a la memoria una historia que viví muy de cerca, porque una familia inmigrante, a cuyos hijos daba clases, que compartía piso con una mujer china con quien el marido se entendía sexualmente, sufrió un intento de envenenamiento por parte de la amante cuando el marido decidió traerse a la esposa desde Pakistán. Establecidas, así pues, las líneas generales del desarrollo de la acción desde buen comienzo, a los espectadores no les queda sino esperar a un desarrollo previsto, aunque ha de reconocerse que la capacidad de impactar visualmente de Polanski aún se mantiene, si no tan fresca, si tan eficaz como en películas suyas anteriores. A ello contribuye los exteriores escogidos, una casa en el campo adonde se instalan ambas mujeres para que la escritora se recupere de una caída a consecuencia de la cual han de enyesarle una pierna. Desde nuestro acerco proverbial, la imagen de la mujer con la pierna quebrada y en casa parece querer dar a entender una minusvalía que implica la necesidad de una ayuda para la recuperación: el trasunto de esa metáfora es la actividad artística de la amiga abnegada que compagina a partes iguales la sustitución narrativa de la escritora famosa y su eliminación física. Está claro que no voy a revelar el desenlace, sobre todo porque forma parte del secreto que un crítico debe guardar por pura deontología profesional, pero, a pesar del giro que le da a los acontecimientos, no sé si es suficiente atractivo como para someterse a unos preliminares ultraextensos que incluyen artificios inverosímiles como que la amiga la sustituya en un encuentro con lectores y la autora crea que, en efecto, nadie ha notado nada y que poco menos que la nueva amiga podría actuar como su doble perfecto, sobre todo teniendo en cuenta la considerable diferencia de edad entre ambas, al margen del nulo parecido entre ellas. A la Seigner le ha tocado un papel tan desagradecido, que apenas si puede poner cara de boba durante dos tercios de la película, y aunque en el último remonta, en el proceso de envenenamiento, digamos que los espectadores salen del cine con la impresión de que “ha pasado por la película” y de que en ningún momento se ha instalado en ella para hacerla suya y gobernar desde allí una trama que le concede tan soso papel pasivo. Eva Green, por su parte, deja intuir que, en cualquier momento, el gesto amable, la sonrisa y la afabilidad se pueden convertir en lo contrario, y cuando llega el momento, su expresividad es notablemente superior a la de su compañera, e incluso podemos concederle sin rubor el galardón diabólico que merece su interpretación, pero, ¡ay!, no resulta nada nuevo a ojos del espectador que ha intuido con inequívoca nitidez las miradas despiadadas, los portazos crueles, la perfidia exquisita… El proceso de “ocupación” de la vida de la autora es tan evidente, que la colaboración de esta con aquella pretensión egomaníaca resulta poco creíble. En fin, nada que ver, esta película, con El escritor,  por mencionar una reciente, ni, por supuesto, con sus grandes éxitos antiguos.

2 comentarios:

  1. Yo desconecté enseguida de la película, me sonaba todo a un dejà vu que me hizo desentenderme de ella y me da tiempo a pensar. Cuando una película permite que pienses en tus cosas, malo. Coincido en el análisis que haces. La abducción de la escritora es muy burda y poco convincente. El tema de la relación erótica parece en algún momento insinuarse pero no continúa. No sé si esta vertiente hubiera enriquecido la película. El final, el giro último, es potencialmente interesante -el hecho de que le haya escrito una novela con que ella conseguirá un gran éxito-.

    ¿No has visto La muerte de Don Quijote? Solo por la aventura de treinta años para hacerla hace que nos reclame y, a pesar de todos sus fallos, amemos esa película como un logro quijotesco. Es cervantina en profundidad, se nutre del espíritu de El Quijote, lo que no quiere decir que haya logrado hacer una película redonda, que no.

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    1. Las imágenes que he visto me tiran para atrás, la verdad; tengo una visión platónica de esos diálogos a solas entre Sancho y don Quijote como para mezclar el vértigo del presente en el que don Quijote pasaría tan desapercibido como su empeño caballeresco en su propio tiempo: puro anacronismo. No sé, creo que esperaré un poco, a que desparezca de la "actualidad", para "rescatarla" sin prejuicios.

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