Un thriller en el que al asesino se le busca como se
busca la inspiración para una novela…
Título original: Buh-ning
Año: 2018
Duración: 148 min.
País: Corea del Sur
Dirección: Lee Chang-Dong
Guion: Lee Chang-Dong, Jungmi Oh (Historia: Haruki Murakami)
Música: Mowg
Fotografía: Kyung-Pyo Hong
Reparto: Yoo Ah-in, Steven Yeun, Jun Jong-seo, Gang Dong-won, Mun
Seong-kun.
La
película tiene un reclamo literario de impacto, en efecto, pero Lee Chang-Dong
no se ha limitado a transcribir el texto en imágenes, sino que ha construido un
thriller sobre el silencio, las limitaciones expresivas y la capacidad de
observación. Lo extraordinario del caso es que dichas limitaciones del protagonista
marcan el ritmo del progreso de la trama, por eso la película se extiende más
allá de lo que sería conveniente y de lo que los espectadores estamos
dispuestos a conceder sin comenzar a ponernos «algo nerviosos»…
Un
repartidor conoce a una chica que lo invita a charlar con ella en el descanso
de su trabajo, un show de animadora en un local comercial, para acabar
revelándole que se conocen, aunque él no se fijara en ella en el instituto
porque aún no se había desarrollado físicamente. El laconismo del joven, que
parece seguir muy distraído la conversación con ella, se resuelve en una relación
que se estrecha, aunque ella ha estado ahorrando para viajar a África, «el
viaje de su vida», y durante el cual le pide a él que alimente a su gata, a lo
que él accede, aunque, y eso forma parte muy importante de la trama, ninguna de
las veces en que va a su apartamento a cumplir con la obligación logra entrar
en contacto con el felino, lo cual, unido a la tendencia fantasiosa de la
joven, le lleva a pensar si no se tratará de una «compañera imaginario», por más
que las raciones son consumidas, de una vez para otra.
De
África vuelve la joven en compañía de un joven rico con quien ha estrechado relaciones, tanto como
las había estrechado con él, y, puesta en el brete de tener que escoger, se
decanta por el joven rico, quien trata con cierta condescendencia al
protagonista y con cínica distancia a una joven «trabajadora» que exhibe ante
sus amistades como quien ha descubierto un animal exótico.
El
joven regresa a su casa a hacerse cargo de su exigua explotación agrícola, porque
su padre está siendo juzgado por agresión y, renuente a pedir ningún tipo de
disculpas, será condenado a unos pocos años de prisión. Aún no lo he dicho,
pero desde la conversación con la joven, de quien acaba enamorándose, el
protagonista confiesa que tiene el proyecto de ser escritor, pero que aún no
sabe sobre qué acabará escribiendo. Le suponemos, pues, ciertas dotes de
observación, análisis, deducción, etc., y, por supuesto, una capacidad
emocional que, en lo poco que dura su relación con su excompañera de instituto,
mezcla con un peregrino sentido del humor.
La
trama comienza a “agitarse” levemente cuando su excompañera desaparece y él
comienza a seguir al joven rico. Hay una rivalidad «de clase» tan evidente que
bien podríamos considerar que es un tema «estándar» del cine surcoreano, una
sociedad muy exigente en la que las marcas sociales del triunfo se valoran
especialmente. Como el trío se reúne varias veces, para comer, visitarse -el
joven rico y su ¿exnovia? pasan un día en su casa, en el campo, muy cerca de la
frontera con Corea del Norte, desde donde les llegan las proclamas de la
propaganda norcoreana contra sus hermanos del sur- el interés del protagonista
por conocer el origen de la fortuna del joven triunfador, ligándolo, al menos
en su imaginación, al tráfico de drogas o cualquier otra actividad semejante,
pero igualmente lucrativa, se acaba convirtiendo en una obsesión. En la noche
del día que pasan juntos en la casa del pueblo, el antagonista le revela que su
afición favorita es la de quemar invernaderos, y que, cuando menos se lo
espere, reducirá a cenizas alguno de esa zona donde vive el protagonista.
La
aparición de una nueva joven en la vida del antagonista, de características muy
similares, sociales y culturales, a la de su excompañera de instituto dispara notablemente
la ansiedad del protagonista, quien, desde ese momento estrecha el cerco de vigilancia
sobre él, porque ella sigue sin aparecer, aunque nada indica que no haya sido
voluntariamente…
El
tempo lentísimo, de Largo musical, que domina la narración, sumado al carácter retraído
del joven y el esforzado ejercicio de análisis de cuanto está viviendo, nos
permiten perdernos en un laberinto de hipótesis que no se concretarán en una
intuición convincente hasta que… Y ahí habrá de estar muy atento el espectador,
porque es una clave que pasa casi totalmente desapercibida, salvo para quien ha
hecho de la observación minuciosa todo un método de análisis. De entones en
adelante, no diré que el ritmo se vuelve frenético, pero, con un objetivo más
claro en mente de las posibilidades reducidas, todo avanza ya hacia un final
sorprendente.
La
morosidad de la cámara está en relación directa con la selección de planos,
llenos de sugerencia, como los de los invernaderos abandonados, por ejemplo.
Claro que hay una narración clásica, secuencias narrativas indispensables para
seguir la trama, pero el director manifiesta una exquisita sensibilidad para
buscar planos que, dado el mutismo del protagonista, su aparente torpeza para
todo, tienen un alto poder significativo, y gracias a los cuales, muchos de
ellos con cámara fija, nos vamos haciendo una idea más o menos certera del
mundo interior del protagonista y de cómo… Perdón, eso ya pertenece al secreto
del sumario. Permanecer en la lentitud, porque esta es una virtud transfiguradora
del alma, tiene su recompensa…
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