Un clásico divertido, con un Alec Guinness insuperable: Nuestro
hombre en La Habana o la parodia de los espías con una excelente ambigüedad
y una estética neoexpresionista.
Título original: Our Man in
Havana
Año: 1959
Duración: 111 min.
País: Reino Unido
Dirección: Carol Reed
Guion: Graham Greene (Novela: Graham Greene)
Fotografía: Oswald Morris (B&W)
Reparto: Alec Guinness, Burl Ives, Maureen O'Hara, Ernie Kovacs, Noël
Coward, Ralph Richardson, Jo Morrow, Grégoire Aslan, Paul Rogers, Raymond
Huntley, Ferdy Mayne, Maurice Denham, José Prieto, Duncan Macrae, Gerik
Schjelderup, Hugh Manning, Karel Stepanek, Maxine Audley, Elisabeth Welch,
Yvonne Buckingham, John Le Mesurier.
Volver a los clásicos, sean literarios o cinematográficos es,
realmente, una necesidad. De repente, la separación de «lo actual» permite
reencontrar lo verdaderamente «nuevo», porque no hay clásico que no lo sea: un
desafío a los modos rutinarios con que la modernez se disfraza de atrevimiento,
cuando no repiten, en el fondo, sino los más viejos esquemas del vulgar
entretenimiento. Los clásicos excelentes, además de una verdadera “nueva visión”
de la realidad, llevan siempre aparejada la diversión como parte intrínseca de
su propia propuesta: ¡no hay clásico aburrido, sino lector o espectador
deficientemente formado!
Basada en una novela de Graham Greene y con guion
milimétrico de él mismo, supongo que gran amigo de Carol Reed, quien ya lo llevó
al cine en dos ocasiones más, El ídolo caído y El tercer hombre, la
primera ya criticada en este Ojo, la película tiene muchas virtudes, pero si
predomina una sobre todas, ella es el finísimo sentido del humor con que se nos
cuenta la aventura de un mixtificador en un terreno que, en apariencia, no da
como para permitirse esas aventuras del ingenio, porque el espía contratado por
el MI5, encarnado por un indescriptiblemente eficaz y simpático Alec Guinness
es un caradura que finge tener una red de espías contratados para avalar los
informes que regularmente envía, trámites de falsedades sin cuento, a sus
autoridades insulares. Para la hija, es un escritor de fama cuyos espías son
los personajes de sus obras. Para la secretaria que le ponen para ayudarle en
su misión, una Maureen O’Hara algo desperdiciada en su papel, aunque eficaz
como contrapunto ignorante de los tejemanejes de su eficaz espía, Jim Wormold,
un vendedor de aspiradoras, cuya tienda ofrece la cobertura indispensable para
sus actividades de espionaje. Si añadimos que un capitán de la policía de
Batista corteja a la hija del espía, se nos cierra el círculo de una parodia en
la que no falta, siquiera, un personaje como el interpretado por el magnífico
Burl Ives, el Dr, Hasselbacher, íntimo amigo del protagonista y a quien el enredo
sobre sus actividades acabará costándole la vida. Sumémosle la participación
entusiasta de un Noël Coward, como espía que recluta a Guinness y el plantel se
redondea hasta la perfección exquisita. ¡Atentos al ultimo gag de Coward en la película…!
La trama se «dispara» cuando Wormold envía unos planos
dibujados por él de lo que supuestamente son armas secretas custodiadas por el
ejército de Batista, y a los que los analistas del MI5 conceden gran
importancia, y de ahí el envío de la secretaria ayudante. A partir de ese
momento, él mismo está en peligro, y ahí está la excelente secuencia de la
convención de os vendedores de aspiradoras para darnos cuenta de ello.
La película está rodada
justo después del triunfo de la Revolución Cubana, con autorización expresa del
propio Fidel Castro, quien durante no pocos años jugó la baza de buscar la
simpatía de la intelligentsia occidental para con su Revolución, hasta
que se «abrazó» al comunismo soviético; aunque La Habana que aparece en la película
es aún la de Batista, con el juego, la prostitución y la policía violenta y
corrupta. Supongo que la escena inicial en la que un transeúnte grita contra el
capitán de policía y es inmediatamente reprimido, sería algo así como una
exigencia de los nuevos amos de la isla.
Rodar
en un «plató» tan selecto como La Habana lo es -aún recuerdo el buen partido
que le sacó Icíar Bollaín en Yuli- y con un blanco y negro, sobre todo
en las escenas nocturnas que tanto recuerdan la estética de El tercer hombre,
debió de ser un placer enorme para el Director, aunque se ha de agradecer a
Oswald Morris, el cinematografista de Lolita, entre otras muchas, esa calidad
fotográfica que presenta la película en todo momento. La elección de la banda
sonora, con el detalle impagable de ese grupo de músicos que saluda los pasos
por la ciudad del protagonista con una pegadiza canción, es un recurso cómico
de excelente factura, que se suma a la naturalidad con que Guinness asume su
nuevo papel de espía al servicio de Su Majestad, dispuesto a sacar el máximo
beneficio a cambio de un buen puñado de mentiras que, como le sugiere su amigo
el Dr. es lo único que se merece cualquier poder o gobierno en el mundo. La
actuación de Guinness, impecable, me ha recordado mucho a Peter Sellers, quien
hubiera cumplido en ese papel, de tener la edad del personaje, con total
eficacia. Curiosamente, nunca había visto tan similares los recursos cómicos de
uno y otro actor británicos.
La
película está trufada de situaciones, comentarios y réplicas que muestran el excelente
nivel de Green en ese dominio del wit inglés y que, a medida que los
embustes del espía van creciendo más se acentúa. De las muchas secuencias
inolvidables que tiene la película, prepárense los espectadores para dos
sobresalientes: la convención de vendedores de aspiradoras y la partida de
damas con botellines de alcohol entre el capitán y Wormold.
La experiencia
personal de Green en el servicio secreto británico supongo que es base real
suficiente como para que esta parodia, cuya ambigüedad se mantiene a lo largo
de toda la película: en el fondo nunca sabemos si la propia parodia forma parte
del juego de encubrimiento del espía, nos llegue con un fondo de verdad difícil
de refutar, lo que acentúa la inteligente comicidad del enredo. Luego está la pésima
educación de la hija, por supuesto, pero esa línea narrativa de la película ya
merecería una crítica para ella sola…
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