El peso ominoso
del pasado y las segundas oportunidades aprovechadas.
Título original: Master
Gardener
Año: 2022
Duración: 111 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Paul Schrader
Guion: Paul Schrader
Reparto: Joel Edgerton; Sigourney Weaver; Quintessa Swindell; Esai
Morales; Victoria Hill; Eduardo Losan; Rick Cosnett; Amy Le; Erika Ashley; Jared
Bankens; Cade Burk; DJames Jones; Matt Mercurio.
Música: Devonte Hynes
Fotografía: Alexander Dynan.
Aunque sigo con atención la
excepcional pero discreta carrera de Paul Schrader, circunstancias ajenas a mi
deseo me impidieron ver la película en una sala, como me hubiera gustado. Con
todo, la imaginación amplía la proyección y, desde la nitidez de la reducida
pantalla televisiva, me hace ver la película como si estuviera en mi sala de
barrio. De nuevo una situación muy concreta, en la que aparentemente no parece
suceder gran cosa, va a dar pie a la aparición de unos sucesos del pasado que
explican el presente. Si ello se une a otro pasado que busca la rehabilitación
en el presente, nos encontramos con dos historias paralelas de naturaleza
diferente, pero que comprometen, ambas, la integridad moral y psicológica de cada
uno de los protagonistas.
De un lado tenemos al jardinero que da
título a la historia, un exdelincuente que se ha acogido a la condición de
testigo amparado por la Justicia y premiado con una doble vida anónima tras haber
ayudado a desarticular un grupo supremacista blanco con raíces nazi en
Usamérica. Del otro, la sobrina nieta de una rica mujer a cuyo servicio trabaja
el exdelincuente como maestro de aprendices en una institución de jardinería a
la que llega dicha sobrina nieta para ser instruida por quien cultiva el jardín
exterior y el interior de la rica mujer.
A medida que va progresando la
historia, van cayéndose los velos que la cubrían: la apariencia glacial de
normalidad que como el frío protocolo de la diplomacia relaciona a unos
personajes con otros. La sobrina nieta es una drogadicta, como lo fue su madre,
que busca la rehabilitación en casa de quien la acoge con poco entusiasmo y de
mano de quien también esconde secretos de alto voltaje, porque el supremacista
blanco ha sido asesino y confidente policial que ha contribuido a la
desarticulación del grupo extremista y terrorista del que formaba parte. La
rehabilitación del hombre lo ha convertido en un maestro jardinero que, en el
momento en que se nos presenta en la película, vive como un monje dedicado a su
trabajo y a la redacción de un Manuel de jardinería en el que se vierte su
mucha experiencia floricultora. El contexto del encuentro de esas dos «perlas»
no es otro que el de la Institución y la celebración de un aniversario institucional
que la dueña de la misma pretende que se celebre por todo lo alto, con más bota
floral, si cabe, que la celebración anual en la que se exponen los resultados
de la escuela.
A pesar de la aparente morosidad, no
tardaremos en descubrir que la enemistad irreconciliable entre la tía abuela y
la sobrina nieta se mezcla con la atracción que esta siente por su profesor, a
quien intenta seducir, lo que provoca, a su vez, un malentendido, la tía abuela
lo ve salir medio desnudo del cuarto de su sobrina nieta y llega a una conclusión
iracundocelosa que acabará con la expulsión de su maestro de ceremonias floral.
Lo que ella no imagina es que se irán juntos, los dos, para acabar descubriendo
él la drogadicción de ella, de la que pretende hacerla salir asistiendo a algo
así como a Drogadictos Anónimos, no sin antes habérselas tenido que ver,
violentamente, con los camellos maltratadores de la joven, algo para lo que su
pasado lo habilita en el peor sentido del concepto, porque, más allá de reparar
un daño objetivo, el exdelincuente no quiere apartarse de la paz hallada en el
seno de la dedicación horticultora.
Las películas de Schrader tienen como
temas reiterados el de la expiación y la rehabilitación de un pasado que suele
extender sus alas malignas sobre los protagonistas desde muy atrás,
condicionando su presente de tal manera que ese pasado acabe regresando,
siquiera sea parcialmente, para bien y mal de quienes lo han protagonizado. La
realización desapasionada y clasicista de Schrader refuerza la visión impasible
de una vida que ha encontrado un centro de articulación en la calma de una dedicación
profesional con aires de monacato y desapasionamiento, salvo el arrobamiento en
la belleza de los ciclos de la naturaleza.
Es cierto que hay algo de «amaneramiento»
en determinados personajes de la historia, un regusto de psicologías
atormentadas mil y una vez vistas incluso en las propias películas de Schrader,
pero las sólidas interpretaciones del trío protagonista le confiere una entidad
a la historia que acaso no es, con todo, lo suficiente como para equipararse a
otras realizaciones del autor.
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