Los
notabilísimos entresijos de la creación de una obra maestra del cine: El
padrino o los compadres son los productores… Una serie imprescindible para
conocer la «cocina» industrial de una obra maestra.
Título original: The Offer
Año: 2022
Duración: 550 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Michael Tolkin
(Creador), Dexter Fletcher, Adam Arkin, Colin Bucksey, Gwyneth Horder-Payton
Guion: Michael Tolkin, Nikki
Toscano, Leslie Greif, Mona Mira, Russell Rothberg, Kevin J. Hynes. Libro:
Albert S. Ruddy
Reparto: Miles Teller; Matthew Goode; Dan Fogler; Juno Temple; Giovanni Ribisi; Burn Gorman; Colin Hanks; Patrick
Gallo; Josh Zuckerman; Nora Arnezeder; Jake Cannavale; Anthony Ippolito; Frank
John Hughes; Lou Ferrigno; Justin Chambers; Danny Nucci; Paul McCrane; James
Madio; Michael Rispoli; Stephanie Koenig; Joey Russo; Anthony Skordi; Meredith
Garretson; Lavinia Postolache; Ron Roggé; David M Sandoval Jr.; Michael
DeBartolo; Eric Balfour; Ross McCall; Kirk Acevedo; Raelynn Harper; Natasha
Sill; Sal Landi; Jake Regal; Brett Robert Culbert; Matthew Furfaro; Daniel J.
Silva; Michael Gandolfini; Louis Mandylor; Michael Landes; Mimi Gianopoulos;
Ted Monte; Corey Landis; Andre Boyer; Mandy May Cheetham.
Música: Isabella Summers
Fotografía: Salvatore
Totino, Elie Smolkin.
Ignoraba la
existencia de esta serie entre el número infinita de ellas que asedian a los
telespectadores de unos años acá, lo que hace imposible tener un ligero
conocimiento de «lo que hay que ver», porque a alguien que no viva solo para
ese género televisivo, a veces artístico, a veces simplemente comercial, por fuerza
han de pasarle desapercibidas obras que, como en este caso, merecerían la
atención, al menos, de los apasionados aficionados al cine, porque nos ofrece
una visión del mismo muy poco habitual: el lado de los productores y su labor
indispensable para que los creadores puedan llevar a cabo la película que han
visto, ¡o soñado!, a partir de un guion trabajado hasta la extenuación, como
fue el caso del de El Padrino, de Francis Ford Coppola.
La serie nos
ofrece la irrupción en el mundo del cine de quien inventó y dirigió una serie
televisiva de gran éxito en la TV usamericana Los héroes de Hogan, que abandonó a los 5 años para lanzarse a la aventura de introducirse en el mundo de
la producción de películas, cayéndole en suerte nada menos que organizar la
producción de una película llamada a ser, si sorteaba todos los peligros que
acecharon su nacimiento y crecimiento, una obra capital del siglo XX: El Padrino. Albert S. Ruddy escribió un libro sobre ese
rodaje y su propia carrera como productor, de la mano del famosísimo productor
Bob Evans, creador de éxitos de taquilla como Love Story, de Arthur
Hiller, interpretada por quien, entonces, era su mujer, Ali McGraw, quien
acabaría divorciándose de él porque era un hombre más comprometido con su
trabajo que con su matrimonio; La semilla del Diablo, de Polanski, o la
que se anuncia en la serie que quieren rodar: Chinatown, también del
director polaco.
En el cine la
figura del productor ha dado películas tan inolvidables como la que destaca por
encima de todas ellas: Cautivos del mal, de Vincente Minnelli; pero esta serie
nos invita a profundizar en las vidas y buenas y malas artes del otro lado de
las películas, la trastienda donde se forjan los éxitos o los fracasos que
luego aplauden o silban los espectadores en las salas, teniendo siempre
presente, eso sí, que el arte está supeditado, cruelmente, a los ingresos por
taquilla. Los productores usamericanos quieren, sobre todas las cosas, hacer
dinero con las películas, y aunque no sean insensibles al arte que pueda haber
en ellas, a lo que no están dispuestos es a perder ni un centavo de sus
accionistas. De ahí la importancia capital de un productor como Robert Evans,
quien, con un exquisito olfato artístico, pero también comercial, supo ver
cuáles eran las demandas del público para darle las películas que «estaban
esperando». Arriesgó mucho, y ganó muchas veces; pero lo muy interesante de
esta serie es que, al menos en Usamérica, estar en la cima no significa que uno
puede confiarse lo más mínimo, porque igual que estás, puedes dejar de estarlo
casi de un día para otro, sobre todo si hay quienes ambicionan ese puesto y
pueden minar la confianza de los altos ejecutivos, a quienes es fácil
asustarlos con la palabra amedrentadora por excelencia: ¡pérdidas! Ese es el
papel que representa en la película Colin Hanks, con absoluta propiedad.
Anecdóticamente,
antes de entrar en las muchas bondades de esta serie fantástica, que todos los
aficionados, no solo a Ford Coppola, sino al cine, han de ver obligatoriamente,
déjenme citar una película criticada en este Ojo hace unos meses, Desenfocado,
de Paul Schrader, una oscura película sobre el intérprete del éxito televisivo
de Albert S. Ruddy, Los héroes de Hogan, Bob Crane, cuya biografía
desmitificadora se narra en la película. Ese mismo Ruddy es, justo un año
después de dejar de emitirse su serie en TV, quien decide arriesgarlo todo para
convertirse en productor de cine, para lo que pide una oportunidad al
todopoderoso Evans, para quien produce El precio del fracaso, de Sidney
J. Furie, con un pujante Robert Redford y un secundario de lujo Michael J.
Pollard. De ahí pasa al proyecto de El Padrino, aprovechando, la
Paramount, el éxito del libro de Mario Puzo, con cuyo fracaso literario arranca
la serie hasta que su mujer le convence de que escriba sobre los mafiosos que
ha conocido de siempre en su barrio, lo que acabará dando pie no solo a uno de
los mayores éxitos literarios, sino también cinematográficos, cuando dos
usamericanos de ascendencia italiana, Puzo y Coppola se unen alrededor de la
cocina y del arte… La serie se centra en las vidas de ambos productores, Ruddy
y Evans, pero también en el dueño de la Paramount, representado por un jefe
extravagante, y casi rozando la demencia, con una actuación impecable de Burn
Gorman, un pelín sobreactuado, pero siempre con indudable vis cómica. Su mundo
es el de sus relaciones de pareja que se resienten de su dedicación absorbente
al trabajo, lo que llevará al divorcio en ambos casos. Muy destacable es la
peripecia paralela a la película, que es la razón de ser de la serie: la
oposición de la mafia neoyorquina a que se hiciera una película contra ellos.
La relación del productor con uno de los jefes de la organización, que va de la
intimidación inicial, tiroteo de aviso incluido, a una sincera amistad, es uno
de los ejes de la serie, pero no el dominante, porque los entresijos de la
creación de las películas, cómo un proyecto llega a convertirse en una obra de
arte, pongamos por caso las negativas de uno de los jefes de la Paramount, rival
de Evans, a que se gaste el dinero en una trama sobre el agua y la corrupción
en Los Angeles, unas secuencias que no tienen desperdicio y harán las delicias
de cualquier aficionado. Recordemos la vertiente crematística de los estudios
frente a la posible vertiente artística de los productores. Oír de labios del
rival de Evans, un estupendo Colin Hanks —sí, hijo del célebre Tom Hanks—, el
resumen del argumento de Chinatown nos retrata a la perfección la odisea que supone
convertir una idea inicial, original o de préstamo literario, en una película,
¡y las que se habrán quedado por el camino! La relación entre Evans y el
personaje de Hanks es otro aliciente más para una serie a la que le sobran.
El equipo que
forma Ruddy con su secretaria, la fantástica Juno Temple, tiene todo el aire de
gran película de Hollywood sobre el cine, y, en el caso particular de su
producción de El Padrino, no puede entenderse el trabajo de Ruddy sin el
trabajo de su auxiliar, de su mano derecha, de su otro yo, gracias al cual un
equipo engrasado a la perfección salva todos los obstáculos, ¡que son
infinitos!, para sacar adelante el proyecto. Cualquiera que lea un mínimo de
información previa, sabrá que Ruddy alzó la estatuilla del Oscar en el apartado
de mejor producción, algo que, años después, volvería a conseguir con One
million Dólar Baby, de Clint Eastwood. Y en esta serie podemos ver al joven
«emprendedor» que persigue el sueño usamericano del triunfo desde la convicción
en estar predestinado a él, pero sin escatimar todo el esfuerzo y el trabajo
que ello conlleva, incluida la propia vida íntima. En este sentido, la serie es
muy usamericana, pero está tan omnipresente la «vida íntima» del cine, digámoslo
así, que toda nuestra atención queda absorbida por el funcionamiento descarnado
de la industria. Claro que la veta artística, sobre todo con la presencia de
Coppola, magistralmente interpretado por la muy verosímil interpretación de Dan
Fogler, nos arrastra y nos induce, a medida que avanzan los episodios y asistimos
a algunas tímidas escenas reales de rodaje, a volver a ver de nuevo la gran
película; máxime cuando nos enteramos de todas las dificultades que hubo de
superar y de las que poco se sabían hasta que Ruddy ha escrito sus memorias
sobre el rodaje y sobre sí mismo. Curiosamente, y supongo que por cuestión de
derechos, en la serie no se ve ni un solo fotograma de la película, lo que
incita aún más a verla de nuevo. Lo que un espectador más podría temer, la
aparición de Brando, se ha resuelto de la mejor de las maneras, tanto por la
presencia física como, sobre todo, por
el trabajo con la voz, lo que resulta en una potente verosimilitud que favorece
la credibilidad de la serie en su conjunto.
A pesar de
todo lo dicho, si la serie tiene un personaje destacado ese no es otro que el
del productor carismático de la Paramount, Robert Evans, aquí interpretado con
una solvencia y brillantez descomunales por un inspiradísimo Matthew Goode, a
quien Mike Teller, el actor que interpreta a Ruddy, y en quien me ha sido imposible
ver al joven protagonista de la extraordinaria película Whiplash, de
Damien Chazelle, le da la réplica con eficacia, para construir una historia
doble, de amistad y colaboración profesional en lo que bien puede considerarse
auténtico territorio «minado», porque cada paso en falso puede acabar con el
proyecto que se traen entre manos.
Prepárense a
disfrutar de 550 minutos de excelente
cine, con un ritmo mantenido y un
suspense permanente al que contribuye la historia paralela de las relaciones de
Ruddy con la mafia y especialmente con uno de sus capos, interpretado con
notable caracterización por Giovanni Ribisi, perfectamente secundado, en ese
aspecto por quien aquí actúa de secundario, Lou Ferrigno y, en su día, fue
protagonista de la serie El increíble Hulk.
Es probable
que a los «entendidos» no les descubra nada nuevo, pero a los apasionados del
cine ver el lado que casi nunca es protagonista en la pantalla, el de la
industria y los productores ejecutivos, es todo un descubrimiento.
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