lunes, 4 de marzo de 2024

«Golpe de suerte», de Woody Allen, «fidèle à lui-même…».

 

Un Coup de dés jamais n'abolira le hasard…

 

 

Título original: Coup de chance

Año: 2023

Duración: 96 min.

País:  Francia

Dirección: Woody Allen

Guion: Woody Allen

Reparto: Lou de Laâge; Niels Schneider; Melvil Poupaud; Valerie Lemercier; Elsa Zylberstein; Grégory Gadebois; Guillaume de Tonquedec; Bárbara Goenaga; Jeanne Bournaud; Anne Loiret; Sara Martins; Arnaud Viard.

Fotografía: Vittorio Storaro.

 

          Fortuna es diosa ampliamente frecuentada en la filmografía de Woody Allen, y en esta película, con la que me tropecé en Movistar+ tras haberme olvidado de que la había estrenado, juega un papel determinante. Todo comienza con un encuentro fortuito entre dos antiguos compañeros de Liceo que va progresando poco a poco por las especiales circunstancias de ambos, que han tenido dos matrimonios iniciales desafortunados y difieren en la soltería de él y en el matrimonio levemente insatisfactorio al inicio de la película y una cárcel cuando ella se da cuenta de que se ha enamorado del antiguo condiscípulo. La planificación es lenta, pero desde la primera fiesta a la que van los esposos se nos pone al corriente de los rumores que han corrido sobre la improbada responsabilidad del marido en la desaparición inexplicable de su socio en los negocios, lo que lo dejó a él al mando de los mismos, con el consiguiente incremento de su patrimonio. No tardamos, además, por la reacción de ella ante un carísimo regalo que él le hace, que se trata de dos sensibilidades y dos temperamentos muy distintos. La aparición de la madre, aliada incondicional del marido, que la trata como a una reina (madre, por supuesto), parece un incordio, primero, pero acaba adquiriendo un papel protagonista que supone un giro inesperado para el espectador, quien, además, lo agradece.

          Los celos, que también mueven el mundo, no tardan en aparecer en quien tiene un sentido ultraposesivo de todo, su mujer incluida, y para quien la riqueza es la mayor ambición que se puede y debe tener en esta vida. Enemigo del azar, para él no existe, sino que las personas lo han de provocar, no tardamos en descubrir el lado «oscuro» de un personaje que ha levantado toda clase de rumores. Su enigmático negocio: hacer más ricos a los que ya lo son, forma parte de esa zona de sombra sobre la que la mujer cierra los ojos, abstraída en su trabajo como galerista.

          En términos cinematográficos, la película «francesa» de Allen recuerda bastante la vena criminal de películas como las de Chabrol, aunque, dado el nivel social de los personajes, en vez de una pequeña población con entorno rural, Allen se recrea en el París por cuyos parques, río e interiores fastuosos de pisos de ensueño se mueve con un excelente ojo planificador. Ahí está, con todo, para esos interiores como la mansarda bohemia del joven escritor con quien se ha encontrado la esposa, la fotografía emblemática de Storaro, muy presente también en el bar recoleto adonde los seguirá la detective privada, ¡impagable, la señora en cuestión!, para recoger la prueba evidente del adulterio que desatará la maquinaria criminal que activa su marido con un par de rumanos de impresentable catadura que más parece asemejarlos a los Dalton que a concienzudos profesionales, aunque cuando liquidan al amante y limpian el piso cumplen como tales.

          No rompo los sellos del secreto mejor guardado, porque la película tiene dos partes bien marcadas por esa desaparición que, antojándosele inexplicable a la amante, la «redirige» al confort de su matrimonio. A partir de este momento, también, otra fiesta con los corrillos de rigor en uno de los cuales está la madre, quien oye el rumor que acompaña, desde siempre, al empresario de éxito: la desaparición de su socio. A partir de ese momento, la madre ata los cabos de rigor y comienza una investigación que tiene diversos momentos de muy variada naturaleza: cómicos, tensos, dramáticos, y a todos los cuales acompaña un suspense perfectamente trazado. Es cierto que hay elementos muy previsibles en la trama, pero Allen se reserva un final que deja al espectador un excelente sabor de boca.

          Insisto, no estamos ante Match Point o El sueño de Casandra, y mucho menos ante Delitos y faltas, pero la aparente amabilidad con que transcurre la película, a pesar de los tópicos que abundan en la trama, no impide que haya excelentes retratos de los personajes, sobre todo del celoso marido, perfectamente encarnado por un Melvil Poupaud que tiene cambios de registro muy notables, y su transfiguración en la entrevista con el director de la agencia de detectives es buena muestra de ello.

          Los jóvenes amantes, que se citan en los parques hasta que ella da el paso de aceptar ir a su apartamento, lo que transforma su relación en una pasión compartida, cumplen de modo muy natural con su cometido, lo que no es poco, dado el alto grado de «topicidad» al que tienen que hacer frente. Y lo sorprendente es que su aventura discurra de forma paralela a las crecientes sospechas del marido sin que estas aparezcan antes, aunque está clara la intención del marido de hacer todo lo posible para no perder a su esposa, por quien es notablemente envidiado.

          No sabemos aún si esta será o no la última película de Allen, pero lo cierto es que, sin ser un broche de oro indiscutible, es una excelente muestra de esos temas a los que ha dedicado decenas y decenas de películas con mayor o menor acierto: el adulterio, los celos, el amor romántico, la importancia del azar en las vidas de las personas, lo cerca que está el amor del delito, y todo ello rodado con una elegancia y una puesta en escena que maravilla a propios y extraños. Las películas de Allen siempre han sido notables por las localizaciones, y aquí no falla: la ribera del Sena, el mercado popular callejero donde los amantes compran para su primer encuentro en casa de él, las casas, los cafés, las fincas de recreo…, la oficina de ella, todo está medido al milímetro para que unos personajes sin aparentes necesidades descubran sus insatisfacciones y sus miedos. Claro que hay alguna sorpresa notable, pero la más importante cualquier aficionado al cine sabe que se va a producir en los términos en que se produce, pero en modo alguno ello arruina el final espectacular de la película, lleno de la habitual ironía del autor.

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