La lucha del cuarto poder contra la corrupción «normalizada»…
Título original: The Captive
City
Año: 1952
Duración: 91 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Robert Wise
Guion: Alvin M. Josephy
Reparto: John Forsythe; Joan Camden; Harold J. Kennedy; Martin Milner; Marjorie
Crossland; Ray Teal; Geraldine Hall; Hal K. Dawson; Gladys Hurlbut; Jess
Kirkpatrick; Paul Newlan.
Música: Jerome Moross
Fotografía: Lee Garmes
(B&W).
No deja de
sorprenderme cómo la elección de película para «descansar» de la insufrible
actualidad política acaba remitiéndome a ella casi como por arte de rara magia.
Es el caso de La ciudad cautiva, un auténtico thriller en el que, como en
tantas ocasiones en el cine usamericano, el investigador no es el detective
privado de rigor, perfectamente construido por autores muy notables y recreados
en la pantalla por directores no menos dotados, sino un periodista que honra a
su profesión y está dispuesto a llegar hasta donde haga falta, arriesgando su
propia vida y la de su familia, para llegar a descubrir la verdad de dos «evidentes»
casos de asesinato que las autoridades han «archivado» como accidente y
suicidio, respectivamente. Los periódicos locales tienen una estrecha relación
con el mundo económico de la localidad en la que desarrollan su labor, porque,
a diferencia de las jugosas subvenciones que reciben los españoles, pongamos
por caso, a través de la publicidad institucional, allí son los agentes económicos
los que mediante la publicidad sostienen al diario. ¿Qué ocurre cuando, como en
este caso de la película, el director del diario (para ellos el «editor»),
escarba en un asunto delictivo, con apariencia de ser cosa de poca monta, pero
en el que empresarios de la zona están involucrados y del que sacan sus buenos
dividendos, y, al tiempo, son recurso publicitario importante del diario? Mucho
me temo que para la mayoría de los periodistas de nuestro país la figura
quijotesca del protagonista, desafiando a todo bicho viviente corrupto debe de
ser algo así como una «anomalía» peligrosa en el seno de una profesión en la
que prima el seguimiento de las
consignas y el agitprop de la fuerza política a la que se quiera ayudar desde un
poder ya muy seriamente amenazado por los nuevos cauces de transmisión de información
y, ¡sobre todo!, de opinión. Frente a la democracia horizontal de esas
plataformas informativas en la que todo el mundo puede participar, la estructura
vertical jerárquica del viejo periodismo tiene la partida perdida, por más que,
contradiciendo su sentido originario, pretendan amordazar la libre expresión y
cambio de opinión e información entre los ciudadanos, amparándose en no sé qué «garantía»
de «objetividad» que hace mucho que ha desaparecido de su ética profesional.
Quienes hayan
aguantado el desahogo bien se merecen algunos apuntes críticos sobre una
película rodada con pericia, nervio, excelente fotografía y un sinfín de
acertados planos harto elocuentes. Si la analizáramos plano a plano detectaríamos
la maestría de Wise para componerlos de modo que resalte, sobre todas las
cosas, al margen de lo que el guion prescriba, la información que reporta la
imagen con sus primeros y segundos planos, con sus perspectivas y con la sutil
iluminación de muchos de ellos. En eso, creo yo, se distinguen las buenas
películas de las que solo se limitan a encuadrar, desdeñando la composición
interior del plano en todas sus dimensiones: estéticas y morales. La historia
se inicia con una persecución de la que es víctima una pareja que consigue
llegar a una comisaría de policía, donde reclama escolta para que los acompañen
a declarar ante un comité legislativo. De entrada no sabemos sobre qué han de
informar, y por ello se abre un flashback que nos lleva al origen de la
historia: la de otra persecución de un hombre que acude al periodista para
revelarle que está siendo perseguido y que teme por su vida: la revelación de
una trama delictiva ligada a la mafia —un concepto por entonces poco popular,
porque en la película se explica su significado, su origen y su presencia reciente
en la sociedad usamericana— y que opera en el mundo de las apuestas ilegales,
una actividad que es tolerada por las autoridades, dada la «natural» tendencia al
juego de las personas. Lo que el confidente del periodista revela, y este no le
da el crédito que el amenazado exige, pone sobre la mesa una trama en la que ay
involucradas algunas «fuerzas vivas» de la ciudad, y lo que acaba de convencer
al periodista es la muerte supuestamente «accidental» de su confidente. Dados, pues, los métodos empleados para
asegurar que nadie obstaculiza el negocio del que los mafiosos y sus cómplices locales
sacan pingües beneficios, el periodista se embarca en una suerte de cruzada
para revelar quién es el proscrito que está detrás de esos negocios sucios, lo
que va a generar una nueva cacería en la que a él le han pintado la diana en el
bulto del cuerpo.
Con un ritmo
sostenido, y un dibujo de los protagonistas muy ajustado a los diferentes tipos
de esta clase de relaciones peligrosas, la película avanza como una exhalación
hacia el presente de la pareja refugiada en la comisaría, de donde no se moverán
si no disponen de la protección que los ayude a llegar ante la comisión del
Senado que investiga esas conductas criminales que suponen, de triunfar, poco
menos que la degradación de los valores sociales que hicieron de Usamérica un
gran país.
La amenaza que
se cierne sobre el periódico es real, porque no pueden sobrevivir sin la
publicidad que les permite seguir informando. Con todo, y a pesar de la moderación
cautelosa que impone el socio cofundador de la cabecera, el editor del diario
no ceja en su empeño y acaba descubriendo los hilos que rigen la trama de las
apuestas, lo que nos lleva, en un calco de la situación que abre la historia, a
la situación inicial que da pie a las pesquisas.
El colofón de
la película es un añadido de carácter político que pretende aleccionar al público
en general sobre los modos sibilinos y cautelosos de que se sirven las fuerzas
del mal para deteriorar el american way of life. No es un recurso nuevo.
Dada la popularidad del cine, las autoridades vieron en según qué películas una
oportunidad de aleccionar a los ciudadanos para que estuvieran alerta del cáncer
social que significa dejar actuar a esas bandas criminales.
Las interpretaciones
de la pareja protagonista, Forsythe, quien recuerda muchísimo a Humphrey
Bogart, y la elegante Joan Camden, son de mucho mérito y nos permite seguir
esa narración con voz en off que hace el protagonista, y que es la encargada de
vehicular el pathos dramático que sentimos durante toda la película, esperando
en cualquier momento el movimiento de los delincuentes que acabe con el
defensor de la moralidad pública.
No hay comentarios:
Publicar un comentario