viernes, 13 de abril de 2018

Un más que estimable inédito: “The Man with a cloak” (El hombre de la capa), de Fletcher Markle.


Entre el cine gótico y las películas de detectives: The Man with a Cloak o una intriga muy bien llevada alrededor de una francesa recién llegada a Nueva York y un tal Dupin, poeta borrachín…

Título original: The Man with a Cloak
Año: 1951
Duración: 84 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Fletcher Markle
Guion: Frank Fenton (Novela: John Dickson Carr)
Música: David Raksin
Fotografía: George J. Folsey (B&W)
Reparto: Joseph Cotten,  Barbara Stanwyck,  Louis Calhern,  Leslie Caron,  Joe De Santis, Jim Backus,  Margaret Wycherly,  Richard Hale,  Nicholas Joy,  Roy Roberts, Mitchell Lewis.

¡Por fin, un nuevo descubrimiento absoluto que poder compartir con quienes se acerquen a este Ojo en el que, más allá de una novedad de esas características, lo que se busca es tropezar, al azar de Tallers 79, con el mejor cine posible! Nada sabía de Fletcher Markle y no sé mucho después de haber pasado por la Wikipedia, excepto que es autor de tres obras que podemos considerar dentro del cine negro, siendo muy generosos, cuyos títulos son, además del presente, Jigsaw y Night into Morning, que supongo tan inéditas en nuestras pantallas como la presente, aunque no lo puedo asegurar con total certeza. Antes de escribir estas líneas de salutación a una película y un director que merecen total reconocimiento por parte de los espectadores, he visto en YouTube Jigsaw, una trama de cine negro muy notable, con un Franchot Tone estupendo y un uso del blanco y negro a la altura de las mejores muestras del género. La aparición de ciertos estereotipos del género, como la cantante del night-club o la política conspiradora y malvada, amén de los mafiosos de rigor, refuerza su adscripción genérica y la sitúa en la parte alta del mismo. No he podido ver Night into Morning, pero ya me he movilizado para encontrarla, porque Ray Milland como protagonista augura un feliz hallazgo. La última película que dirigió -el resto de su obra ha de relacionarse con las series de televisión, en las que trabajó más de 25 años- , esta The Man with a Cloak , se nos presenta de buen inicio como una obra gótica de la Hammer con una inesperada visitante a un rico de delicada salud atendido por una gobernanta y un mayordomo que se han conjurado para quedarse con la fortuna del hombre, quien no tiene más heredero que un sobrino en Europa, en Francia, dedicado a los afanes revolucionarios. Su prometida, Leslie Caron, adorable, llega a la mansión para solicitar algo de dinero para el sobrino, con quien ha de casarse. Antes de ser recibida en la casa, se refugia en un bar donde conoce a un misterioso hombre con apariencia de dandy algo escaso de fondos con quien comparte la naturaleza de su presencia ante una casa en la que no se ha atrevido a entrar porque le ha parecido que se equivocaba de dirección. Resuelta la identificación del domicilio del tío de su novio, la joven entra en la casa y es sometida al control de la ama de llaves, una Barbara Stanwyck que rezuma maldad por los cuatro costados refrenada por una exquisitez de maneras que no la delata en ningún momento. Esquivando la acción protextora/secuestradora de ella, logra acceder al viejo millonario -un excepcional Louis Calhern (La Jungla de asfalto y Julio César), marcando la pauta de la futura carrera de Vincent Price en el género de terror-, quien no solo recibe la carta que ella trae de su sobrino para él, sino que consigue ser instalada en el caserón como su huésped, para recelo y mosqueo de los sirvientes. El juego interior/exterior se resuelve en esas dos narraciones paralelas de la relación de la joven con su tío y sus sirvientes y la relación con el poeta dado a la bebida, elegante, cordial, atento, con maneras de caballero de alta posición y ningún bien, por lo que siempre anda pidiendo bebida de fiado y aplazamientos para pagar la pensión donde se hospeda. En cuanto, por razones de la trama que sería prolijo explicar, Dupin -un Joseph Cotten muy medido y convincente, muy “teatral”- entra en contacto con el ama de llaves, se establece una poderosa atracción que parece añadir un rival a la conjura, lo que despierta los celos, tanto sexuales como económicos del mayordomo, y constituye una amenaza, en apariencia, para la sobrina, si esa alianza se consuma. La película, ya digo, conserva la estética de lo mejor del cine gótico y añade lo mejor del cine negro, por lo que hace a la investigación sobre si los criados están intentando o no envenenar al viejo para acelerar su muerte. Este, que va siempre acompañado de un cuervo que le hace compañía, lo que crea un excelente atmósfera de película de terror, tiene un desarrollado sentido del humor que contrasta con su gruñona presencia de paralítico que ha de ser ayudado para todo por el mayordomo. El encuentro de Dupin y el rico hacendado permite advertir que el doble juego aparente del hombre de la capa se decanta, sin embargo, hacia la joven francesa, a quien pretende ayudar para que puedan entrar en posesión, ella y su prometido, de la riqueza que les deja el nuevo testamento que acaba de hacer el viejo, para desesperación de sus sirvientes. La intriga, a partir de la muerte del viejo rico, gira en torno a si será él o los sirvientes quien encuentre primero ese testamento que anula el anterior. Que el notario beba por error el preparado de arsénico que había preparado el viejo para suicidarse, tras haber legado su herencia a su sobrino, complica las cosas enormemente, máxime cuando el propio tío muere poco después. Hay un cierto virtuosismo en la realización que gustará a los amantes de la estética expresionista, que se prodiga notablemente en el film. Los primeros planos son estupendos y muy efectistas, del mismo modo que la puesta en escena de la mansión se ajusta a la perfección a la creación de esa atmósfera entre lúgubre, siniestra y a veces cómica que nos permite contemplar la película con cierta relajación e infinito placer. Supongo que he dejado suficientes pistas en la crítica como para que se sepa quién es el misterioso personaje romántico que ayuda a la ingenua joven que parece perdida en el bosque de la gran ciudad cuando aún Nueva York no era, y tardaría mucho en serlo, la “ciudad de los rascacielos”.


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