martes, 17 de abril de 2018

“Un abismo entre los dos”, de Anatole Litvak: un disparate de guion con una realización magistral.



Querer explotar el lado tenebroso de Perkins en explosiva unión con la sensualidad de la Loren lleva al fiasco de una película sin interés, pero magníficamente dirigida con un estilo de cine negro de la mejor calidad.

Título original: Le couteau dans la plaie
Año: 1962
Duración: 110 min.
País: Francia
Dirección: Anatole Litvak
Guion: Peter Viertel, Hugh Wheeler
Música: Mikis Theodorakis
Fotografía_ Henri Alekan (B&W)
Reparto: Sophia Loren,  Anthony Perkins,  Gig Young,  Jean-Pierre Aumont,  Yolande Turner, Tommy Norden,  Mathilde Casadesus,  Billy Kearns,  Barbara Nicot,  Pascale Roberts.

Desde los primeros planos de la película sabemos que detrás de la cámara no está un cualquiera dispuesto a tratar de sacar jugo espectacular de una unión tan disparatada, cinematográficamente, como la de Sofía Loren y Anthony Perkins, la primera en un papel sin contenido y el segundo, en una mala imitación de perturbado psicológico, al estilo del papel  que lo lanzó a la fama en Psicosis. Litvak es un director notable y en esta película parisina, en la que la ciudad aparece como un escenario destacado, advertimos enseguida su buen hacer para la selección de planos, de iluminación y de una puesta en escena muy acertada. ¿En  qué momento advertimos que todo tiende al fracaso? Pues en cuanto aparece Perkins, con un papel a medio camino entre el marido maltratador y adorable, aniñado, necesitado de afecto y dispuesto, sin embargo, a imponerse por la fuerza de la violencia a su mujer para dejar bien claro el rol de hombre superior que “controla” la relación e impone en ella su capricho sin tener que dar explicaciones y exigiendo una respuesta amorosa incondicional, aunque no motivada por un comportamiento previo que la justifique. La mujer inicia un movimiento de separación del marido, pero este consigue hacer le chantaje para colaborar con él en la simulada muerte por accidente en n vuelo y el cobro correspondiente de un seguro de vida que había contratado con esa intención. Escondido en su casa, es descubierto, a través de indicios bien observados, por un viejo amigo del marido que pretende cortejarla, a pesar de que ella ya tiene otra relación. La película gira en torno al suspense sobre si se descubrirá la existencia del fraude, antes de que puedan cobrar el dinero del seguro y el marido desaparecer con él, dejándola a ella en libertad para seguir su vida. Dado el escaso interés de la trama, el espectador se fija en detalles como el vestuario impresentable de Sofía Loren que la convierte en una actriz chaparra y muy tetuda, con un peinado propio de la época, pero literalmente ¡ho-rro-ro-so!, como decía María Barranco, en Mujeres al borde de un ataque de nervios. No acabo de entender que Litvak, a pesar de su generoso esfuerzo, que consigue que el espectador reconozca su meritoria labor en la realización, se embarcara en un proyecto tan disparatado. Si algo tiene de bueno la película es el final, claro está, muy otro del que hacen sospechar tantísimas imágenes de violencia diferida que aguarda su realización. Pero ni siquiera en esos momento de delirio, cuando la desesperación todo parece justificarlo, resulta la película convincente. Tiene algo de las excelentes historias cortas de Simenon, pero carece de ese análisis escéptico y mordaz de la degradación humana que hay en sus relatos. Como siempre suelo hacer crítica de lo que me gusta, he creído oportuno hacer la de esta película que se queda a medias de lo que, con mejor guion y diferentes intérpretes podría haber sido una historia seca, contundente y eficaz de un género, el cine negro, al que Litvak se acerca en algunas de sus películas sin acabar de instalare en el con la solidez de otros directores. Le preocupa más la psicología de los personajes que los códigos narrativos fijos, y de ahí su distancia con el cine negro clásico. Aquí, sin embargo, bien que podríamos, por la debilidad intrínseca del guion, que nos lleva a la tipificación de los personajes, incluirlo en las listas del género, pero no precisamente por una obra excepcional, sino bastante más que discreta.

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