La inextricable liaison
con la mafia: Los hermanos Rico o la
imposibilidad de la segunda oportunidad: un flojo Simenon usamericanizado.
Título original: The Brothers
Rico
Año: 1957
Duración: 92 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Phil Karlson
Guion: Lewis Meltzer, Ben
Perry, Dalton Trumbo (Historia: Georges Simenon)
Música: George Duning
Fotografía: Burnett Guffey (B&W)
Reparto: Richard Conte, Dianne Foster, Kathryn Grant, Larry Gates,
James Darren, Argentina Brunetti,
Lamont Johnson, Harry
Bellaver, Paul Picerni, Paul Dubov, Rudy Bond, Richard Bakalyan, William Phipps.
No hace mucho criticaba
en este Ojo, Trágica información, una
más que lograda película de cine negro en el ambiente del periodismo de
investigación de sucesos, dirigida por Phil Karlson con excelente temple. A mis
manos ha llegado esta versión de una narración de Simenon con el mismo título, Los hermanos Rico, que, cuando la leí,
no me pareció especialmente relevante entre sus grandes títulos. Pensé entonces
que, como ya me ocurrió con Un turista en
Haití, no le sentaba particularmente bien a Simenon la deslocalización tan
exótica de sus historias y sus personajes, acaso porque exigen de él un plus de
invención que no le exigen sus espacios europeos. Digamos, en términos de
actuación cinematográfica y teatral, que sobreactúa, que carga las tintas de la
tipicidad. Phil Karlson es un maestro de lo que podríamos llamar la serie B con
ínfulas de A que puede lucir con total propiedad. La planificación de sus
historias, la puesta en escena, las interpretaciones tan ajustadas a la
tipología estandarizada de sus personajes, la perfecta narración de la
historia, sin desviaciones ni rellenos o momentos muertos innecesarios -y aquí,
particularmente, se advierte, sin duda, la mano de un guionista tan
experimentado como Dalton Trumbo- hacen de sus obras de cine negro un verdadero
espectáculo que no decepciona a los espectadores exigentes. La película narra
la relación de un exmafioso regenerado que, sin embargo, siempre está dispuesto
a hacer un favor a su antiguo jefe. En este caso, el favor es nada menos que el
de buscar a sus dos hermanos menores, quienes, por un asesinato cometido por
orden del jefe de la banda, exponen a este a ser delatado a las autoridades y a
pasar su buena temporada entre rejas. Poco a poco, la vida estable y limpia del
hermano mayor, un Richard Conte especialmente dotado para el papel, convincente
y dramático en una interpretación que requiere no pocos registros distintos, se
va complicando con la búsqueda de esos dos hermanos a quienes él, con sus
pesquisas, acaba poniendo en manos de la organización para que acaben con
ellos. Teniendo entre el jefe y ellos una relación casi familiar, porque la
madre de los Rico recogió al jefe y lo cuidó como si fuera otro hijo suyo, en
la película se ponen a prueba valores como la lealtad y el amor fraternal que
contienden en una lucha en la que el hermano mayor ha de acabar tomando partido, acaso porque,
una vez desatada la némesis, es muy probable que él mismo acabe siendo la
tercera víctima. Todo ello ha de vivirse teniendo en cuenta el esfuerzo del
hermano mayor por sacar fuera de la circulación a su mujer, con quien, cuando
se destapa la trama de la venganza, está a punto de adoptar a una criatura. Los
esfuerzos por vengar a sus hermanos y, al tiempo, preservar su propia
felicidad, conseguida al margen de la organización mafiosa, vertebran la película
y permiten una narración ágil de idas y venidas y estrategias de
escamoteamiento y disuasión propias de cualquier thriller. Karlson consigue
crear una tensión genuina y Conte interpretarla. La elipsis del ajusticiamiento
del hermano pequeño, por ejemplo, está contada con suma elegancia y eficacia;
del mismo modo que su retención en el hotel por parte de los esbirros del jefe.
No diré que se trate de una obra cumbre del género negro, pero sí de una
película muy aceptable y agradable de ver, dirigida con una maestría poco común
y un ritmo que no decae, a partir de que se desatan las hostilidades. El doble
juego entre el jefe y su protegido se resolverá, de manera muy curiosa, al
final de la película, en el ámbito propiamente familiar que explora la película
con sutileza y acierto. Sí, no hay personaje que no pueda considerarse propiamente
un tipo, pero Karlson consigue salvar
ese escollo y acercarse a una individualización muy propia de otras novelas de
Simenon. Las breves secuencias de la vida “limpia” del hermano pequeño, quien
en ese momento está pendiente de tener su primer hijo, por ejemplo, son prueba
de ello: trasciende el cliché para ofrecernos unas secuencias llenas de
dramatismo y de imposible redención: sobre él pesa el fatum de la relación con
los mafiosos y no le queda sino elegir
entre su mujer y su hijo o él. En conjunto, la película deja mucho mejor sabor
después de haberla visto, como me ocurre ahora al hacer la crítica, que
mientras se está viendo. Y ello se debe a la perfecta narración y a las efectivas
imágenes que se quedan en la memoria.
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