sábado, 30 de abril de 2016

“Flic Story”, un cuidado y atractivo polar de Jacques Deray.





Flic Story (Historia de un policía) o el reverso del Samurái, de Alain Delon.


Título original: Flic Story
Año: 1975
Duración: 111 min.
País: Francia
Director: Jacques Deray
Guión: Jacques Deray, Alphonse Boudard (Autobiografía: Roger Borniche)
Música: Claude Bolling
Fotografía: Jean-Jacques Tarbès
Reparto: Alain Delon, Jean-Louis Trintignant, Renato Salvatori, Claudine Auger, Maurice Biraud, André Pousse, Mario David, Paul Crauchet

Un polar pierde mucho cuando el punto de vista desde el que contemplamos la acción es el de la policía, sobre todo cuando el protagonista es “ejemplar”, en vez de un policía delincuente como en Teniente corrupto, de Abel Ferrara. Basada en la autobiografía de un policía real que se significó en la posguerra por su lucha contra el crimen organizado, la película de Jacques Deray es una excelente muestra de lo que el cine, llamémosle “artesanal”, que es el marbete universalmente reconocido para esta clase de películas, puede ofrecer al espectador para pasar un rato agradable con una historia llena de alicientes que, si no llegan a transformarse en gran película, no es debido ni a la realización, ni a los actores, ni tan siquiera al guion, sino a cierta “complacencia”, podríamos decir, con unos mínimos de calidad que aseguran la comercialidad del producto, su difusión, su contemplación y, como en este caso, incluso el reconocimiento de quien no la vio en su día. Ya anticipo que la película ni puede ni debe compararse con El silencio de un hombre (Le Samouraï), de Melville, pero la traigo a colación para que se vea lo muy distinto que puede llegar a ser un actor cuando está de este o del otro lado de la ley. Mientras que Alain Delon “componía” un atractivo asesino a sueldo en el Samurái, en la presente, reblandecido por una visión enaltecedora del propio policía en el que se basa la película, se las ve y se las desea para conseguir una actuación convincente, siempre a medio camino entre la comedia de raíz inglesa o italiana y el drama austero de la difícil vida cotidiana de los representantes de la ley. La gran suerte de esta película, y la gran razón para ponerse ante el televisor para verla, es la réplica que le da, como frío asesino despiadado, Jean-Louis Trintignant, quien, desde que aparece en pantalla, imanta la atención del espectador, quien no desea otra cosa que verlo en acción. Recién salido dela cárcel, reemprende la vida delictiva y, uno tras otro, logra generar con sus atrevidos golpes un estado de alarma social. El asedio a que Delon somete al asesino, basado, principalmente, en la gestión adecuada de las fuentes de información clásicas de los policías, los delincuentes arrepentidos, los típicos soplones, forma parte de los atractivos de la película. La realización, con una iluminación impecable que realza los colores apagados de una fotografía que le proporciona a la película una pátina de calidad indiscutible, no hace ningún alarde técnico memorable, pero consigue una fluidez narrativa que refuerza la impecable puesta en escena, sobre todo en los exteriores, con una descripción impecable de las calles parisinas de los barrios populares donde se esconden los miembros de la banda. Hay, y eso es justo reconocerlo, un intento de descripción psicológica del psicópata al que Trintignant interpreta con una propiedad admirable, dueño de una presencia y de una expresión maciza, rocosa, que no excluye ni el cinismo ni un sarcástico y lúgubre sentido del humor ni cierta emoción mientras oye La vie en rose de Edith Piaf, por ejemplo. Aunque no me atrevo a fastidiarlo, la película tiene un final admirable y muy ajustado a la realidad, muy propio de ese cine francés tan amante de la naturalidad del relato. Insisto, no se trata de una obra maestra, pero sí de una excelente película que merece una visión atenta, porque la película está llena de detalles de la cotidianidad de los que disfrutarán los amantes del cine francés en lo que este tiene de peculiar.

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