La ingenuidad
recompensada: un Saurio de Venus, con efectos especiales del gran Ray
Harryhausen
Título original: 20 Million Miles to Earth
Año: 1957
Duración: 82 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Nathan Juran
Guion: Christopher Knopf, Robert Creighton Williams. Historia: Charlotte
Knight
Reparto: William Hopper; Joan Taylor; Thomas Browne Henry; Frank Puglia;
Bart Braverman; Jan Arvan; George Khoury; Don Orlando; John Zaremba; Tito Vuolo.
Música: Mischa Bakaleinikoff
Fotografía: Irving Lippman,
Carlo Ventimiglia (B&W).
Descubrir las viejas películas de ciencia-ficción, como las
de Quatermass o El hombre con rayos X en los ojos, con un
estupendo Ray MIlland, es siempre motivo de alegría para quien de niño y
adolescente pasó tantas horas en el cine. Nadie desconoce el valor que en el
mundo del cine ha tenido el trabajo de Ray Harryhausen como un mago de los
efectos especiales. Y en esta película, comercializada en vídeo con el título
de A 20 millones de millas de la
Tierra, pero estrenada como La bestia de otro planeta, se advierte
el encanto de esos efectos con todos sus aciertos y sus defectos que no lo
fueron, aunque ahora lo son, dada el espectacular avance que han experimentado
dichos efectos especiales. La película, un poco al estilo de la invasión de los
ultracuerpos, tiene una trama que gira en torno a la llegada de la vida
extraterrestre a nuestro planeta.
Ambientada en Sicilia y en Roma, la película nos narra la
aventura de un ser con aspecto de reptil que crece progresivamente en contacto
con nuestra atmósfera hasta adquirir dimensiones ciclópeas. La intervención del
ejército usamericano es decisiva para intentar rescatar con vida esa otra forma
alienígena de vida, pero el azar acaba estropeando la aventura científica para
desembocar en una supuesta película de terror en la que la caza de la bestia se
impone a cualquier otra consideración. Como está en Roma, el monstruo se
acabará paseando por el Foro romano y por el Coliseo donde, finalmente será
abatido, no sin antes haberse llevado por delante no pocas personas y
monumentos.
La existencia de una trama amorosa mínima y casta se
superpone a la aventura científica y militar con estupenda naturalidad. Ha de
reconocerse que la realización es muy decorosa y que el director consigue un
ritmo narrativo excelente, en ningún momento entorpecido, por el cambio de
escenarios y por la persecución de la bestia, primero por los bosques de
Sicilia y luego por la ciudad de Roma. Como en otras películas similares,
también en ésta se repite la lucha entre dos animales gigantes, en este caso el
saurio extraterrestre y un elefante, en las calles de Roma, cerca del castillo
de Sant'Angelo, cuyo puente, ene memorable escena rompe el saurio para salir
del río donde se ha escondido y de donde lo obligan a salir lanzándole
granadas.
Es evidente que estas películas antiguas solo pueden verse
con los ojos de la niñez o de la adolescencia, no con los del adulto, y que del
mismo modo que uno podía estremecerse con la aventura de King Kong,
puede hacerlo ahora con la de este saurio venusino que, a su manera, acaba
recreando la aventura urbana de King Kong. En Nueva York el simio gigante se
sube al Empire; en Roma, el saurio se sube al Coliseo. Me ha llamado la
atención, curiosamente, y en eso sí que no se repara en la niñez, la política
de transparencia informativa del ejército usamericano, dando cuenta detallada
de los pormenores de una expedición nada menos que a Venus y con invitación
incluida para saber in situ cómo se trabaja con la bestia y qué resultados se
van obteniendo. En tiempos de Guerra
Fría está claro que la película admite otras lecturas, como la metaforización
de la amenaza comunista, pero eso es un sendero sobre el que, aún hechizado por
la contemplación de una obra tan peculiar y, a fuerza de ingenua, apasionante,
que prefiero quedarme con a agradable sensación de haberme dejado arrastrar por
esa aventura venusina. En nuestros días, hasta podría leerse, en clave
electoral, como si el saurio, ¡criatura de Venus!, fuese metáfora de Podemos y
su revolución del amor y las sonrisas, pero no me lo perdonaría... Recomiendo
vivamente que, quien la tenga a mano, le eche una mirada y destierre los
prejuicios sobre la tosquedad de ciertos efectos, porque películas como esta
solo pueden verse desde el afecto al género.
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