Una magnífica comedia sin sensiblerías sobre una realidad
tratada con la máxima dignidad: Campeones
o las risas no impiden ver el bosque frondoso de la marginación social de la
discapacidad intelectual.
Título original: Campeones
Año: 2018
Duración: 124 min.
País: España
Dirección: Javier Fesser
Guion : David Marqués,
Javier Fesser
Música : Rafael Arnau
Fotografía: Chechu Graf
Reparto: Javier Gutiérrez, Juan
Margallo, Luisa Gavasa, Jesús Vidal,
Daniel Freire, Athenea Mata,
Roberto Chinchilla, Alberto Nieto
Ferrández, Gloria Ramos, Itziar Castro y
los “campeones”: José de Luna, Sergio Olmo, Jesús Vidal. Gloria Ramos, Alberto
Nieto Ferrández, Julio Fernández, Jesús Lago, Fran Fuentes, Roberto Chinchilla
y Stefan López.
Película arriesgada y difícil, esta de Javier Fesser,
autor de una obra maestra: Camino y
de algunas comedias que, como El milagro
de P. Tinto, forman parte de la fecunda historia del género en España, cuya
cinematografía brilla con una potentísima luz propia, desde El verdugo,
hasta Plácido, ambas de Berlanga, pasando por Amanece que no es poco, de José Luis Cuerda o por el mismísimo Atraco a las 3, de José María Forqué,
recordadas a bote pronto, o El cochecito,
de Ferreri, cuyo final censurado se ha conocido estos días. Abordar una
película en clave de comedia en la que los actores principales son
discapacitados intelectuales es atravesar un lago helado con zapatos untados
con tocino… Leyendo información complementaria, he sabido que Javier Gutiérrez,
que hace una interpretación “de campanillas”, tiene un hijo discapacitado
intelectual, lo que le añade a la película un plus de honestidad, veracidad y
tacto en el tratamiento del tema que consigue plenamente su objetivo, porque,
aun siendo una comedia con momentos muy graciosos, en los que incluso se
consigue arrancar la carcajada a los espectadores, el tratamiento de los
variadísimos personajes alrededor de cuyas vidas gira la película es tan
elegante y respetuoso como eficaz la trama en que se inserta dicha actuación.
Ojo al parche: no estamos ante una película sensiblera, enaltecedora del buenismo
y con ese punto de supremacismo propio de las almas hipercompasivas en busca de
una “causa” que llene el vacío de su individualidad y le dé sentido a su vida;
¡en modo alguno! La trama arranca con una bronca entre el segundo entrenador de
un equipo de baloncesto y el primer entrenador. A ello le sigue una conducción
temeraria que acaba llevándose por delante el espejo retrovisor de un coche de
policía aparcado…, todo lo cual lleva a una denuncia que se resuelve en un
juzgado con la condena del ebrio conductor, a quien la sentencia le priva de carnet
durante dos años, y le obliga a realizar trabajo social en un club, entrenando a esos
discapacitados que no han jugado al baloncesto en su vida, excepto uno, cuya historia
real se cuenta al final de la película y que no desvelaré, porque, aunque la
película no quiere dar “lecciones” ni tiene un fin didáctico, está claro que
son muchas las conclusiones positivas que uno puede sacar de ella. La han
elegido como candidato al Oscar a la mejor película extranjera, y reconozco que
tiene muchas posibilidades, en caso de que la Academia usamericana la
seleccione, porque tiene todos los ingredientes que hacen “felices” a los espectadores
usamericanos: la redención individual, la superación personal, la visión
positiva de la diferencia en forma de discapacidad, una trama que se ajusta
milimétricamente a un género ya establecido y tratado con éxito de público y
taquilla desde hace mucho, la presencia del deporte , ¡el basket, nada menos!,
como hilo conductor, y unas interpretaciones extraordinariamente estimulantes. No
estamos ante Alguien voló sobre el nido
del cuco, de Milos Forman, por
supuesto, porque son muy distintas las épocas, pero Campeones, al que, sin
desdoro ninguno, podemos calificar como “cine familiar”, es una apuesta cinematográfica
que consigue, con la sola pretensión de hacer una “buena comedia”, objetivos
colaterales muy nobles. A quienes nos ha
preocupado siempre el tema de las perturbaciones mentales, no podemos sino
recordar aquel movimiento denominado “antipsiquiatría” que, en los años 70, Laing, Barsaglia..., se
propuso sacar a los enfermos mentales de los psiquiátricos para insertarlos en
la vida corriente de la comunidad, excepto los casos peligrosos para sí mismos
y para otros, por supuesto. La elección de un personaje prepotente y agresivo, como
el protagonista que encarna Javier Gutiérrez, en el que la ausencia de la
figura paterna ha conformado un ser castrado, incapaz de enfrentarse a las
dificultades y con pánico a ser él mismo padre, es un acierto tremendo de la
película, porque, por previsible que sea la evolución que ha de sufrir el
personaje, lo que en modo alguno conoce el espectador es la colección de
episodios, de acontecimientos, de contacto humano con esos seres con quienes
acaba teniendo el “privilegio” de convivir para descubrir ciertas verdades
esenciales que todo ser humano ha de conocer y tener muy presentes en su vida.
El adagio horaciano clásico nos dice: sapere aude!, “atrévete a conocer”, y
esta película tiene la virtud de encarnar en un entrañable equipo de baloncesto
de discapacitados mentales una maravillosa vía de ese conocimiento al que todos
hemos de llegar, porque nos va en ello parte o todo de nuestra posible
felicidad. Son tantas las escenas magistrales de Campeones que renuncio a comentarlas, porque me parece de justicia
que el espectador entre como yo a la sala o se siente en su sofá: ignorándolo
todo. Solo así tiene lugar esa suerte de catarsis que, paradójicamente a través
de la comedia -la risa nos hará libres…-, nos purifica para entender cabalmente
que el afecto tiene razones poderosas que la fría razón analítica no entenderá
jamás. En descargo de Fesser, que dirige la película con una efectividad maravillosa,
son mínimas las escenas en que la película cae en el anticlímax, como las
referentes a la relación del protagonista con su ex, que acaban, sin embargo,
teniendo una evolución magnífica hacia el final de la película. Es una película
de personajes, y en ellos se centra la película, pero ello no quita para que
Fesser ensaye ciertas tomas, como la de las luces de la ciudad desde el fondo
de la caravana, y a través del parabrisas del vehículo con mucho poderío visual,
del mismo modo que hay homenajes a escenas célebres como la del camarote de los
Hermanos Marx en un ascensor del hotel… En fin, podría alargarme más y seguiría
siendo incapaz de transmitir la particular emoción que las personas muy sentimentales
viven viendo esta película, por eso invito a los lectores a tener su propia
vivencia y luego ya, si eso, hablamos…
hace tiempo que vengo esperando que se estrene en los cines... espero que en Argentina lo hagan... desde su trailer que estoy entusiasmado porque desde le Milagro de P.Tinto que soy fan de este director y su estética y formas...
ResponderEliminardecís que tiene una película mejor que esa llamada Camino?? no me lo creo... pero ya mismo tengo que buscarla ja.... saludos...
"Camino" tiene que ver con un movimiento religioso ultraconservador llamado Opus Dei que no sé si "opera" en Argentina. En todo caso, tiene que ver con el problema de las sectas, que es universal. Gracias por entrar a leerme.
EliminarVi esta película cuando la estrenaron hace un par de meses o así. La vi acompañado y a los dos nos gustó mucho y entiendo que pueda ser una buena baza para los óscar. Es una película digna, divertida y muy humana. Coincido contigo en el considerar el tratamiento de la discapacidad como muy afortunado, sin tintes buenistas o excesivamente sentimentales, con delicadeza eso sí. Javier Gutierrez es un buen actor que logra transmitir la complejidad del tema que aborda en su relación con los jugadores del equipo. Excelente crítica en la que he podido entrar por no tratarse de esos filmes clásicos prácticamente inencontrables que ve el crítico de esta página. Por cierto, he visto dos películas estimables españolas o casi españolas esta semana. Carmen y Lola y Todo el mundo lo sabe. No sé qué pensará el exigente crítico que hay detrás de este blog de ellas. A mí me han gustado mucho.
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