Un drama de pura estirpe chespiriana y una historia de
amor de cine negro total: Odio entre
hermanos o la huella de las pasiones, loables y vituperables.
Título original: House of Strangers
Año: 1949
Duración: 101 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Joseph L. Mankiewicz
Guion: Philip Yordan (Novela: Jerome Weidman)
Música: Daniele Amfitheatrof
Fotografía: Milton Krasner (B&W)
Reparto: Edward G. Robinson,
Susan Hayward, Richard
Conte, Luther Adler, Paul Valentine, Efrem Zimbalist Jr., Debra Paget,
Hope Emerson, Esther Minciotti, Diana Douglas, Tito Vuolo.
Con un arranque lleno de
clasicismo, que nos lleva desde el presente hasta un flash back cuyo pasado se
naturaliza al subir la escalera de la vieja casa familiar donde resucita la
inconfundible y autoritaria voz del patriarca de la familia, Gino Monetti, uno
de los mejores papeles entre los muchísimos archiexcelentes que hizo Edward G.
Robinson, sabe el espectador que está ante una obra que no lo va a dejar
indiferente. La tensa y electrizante conversación previa a esa escena entre dos
antiguos amantes, una pareja explosiva, Richard Conte y Susan Hayward,
contribuye a perfilar la aventura moral en la que van a sumergirse los
protagonistas y sobre cuyo desenlace se nos va a tener en ascuas hasta que
volvemos del flash-back a la realidad y se consuma ante nuestros ojos una
solución compleja y en cierto modo sorprendente. Gino Monetti es un inmigrante
que, a fuerza de trabajo y ahorros, se ha establecido como banquero que
desprecia los procedimientos burocráticos habituales y presta, sin otras garantías
que la buena palabra de sus clientes, a los vecinos del barrio. Inspeccionado
por las autoridades, le es clausurado el negocio que, a partir de entonces,
pasará a los tres hijos que tenía empleados en él y a quienes trataba con desdén
y adjudicándoles sueldos de miseria, mientras que todas sus complacencias se
centran en el segundo hijo de los cuatro que tiene el matrimonio, el hijo “espabilado”,
abogado que ha resuelto hasta el presente todos los problemas que ha tenido el
padre por el evidente descontrol en su manera peculiar de llevar un “banco” en
una zona popular de la ciudad de Nueva York. Cuando le piden cárcel al padre
por las irregularidades contables descubiertas, los hijos que trabajan con él y
son por él maltratados, se ponen en su contra, y el único que lo defiende es el
abogado. Llevado por su celo, y para evitar el ingreso en la cárcel del
patriarca, el hijo pretende sobornar a una testigo para que intente “torcer” el
signo del veredicto, razón por la cual es detenido y, él sí, enviado a la
cárcel durante siete años. Al padre se contentan con retirarlo del negocio y
prohibirle ejercer. Gracias a que todos los bienes estaban a nombre de la
madre, para evitar que la posible “caída” del patriarca arrastrase con él a toda la familia, la
madre decide poner esos bienes en manos de los tres hijos en libertad, quienes
reabren el banco con criterios ajustados a la legalidad. Y ahí, en el encuentro
tenso entre los hermanos, el expresidiario y los banqueros, se juega la
exigencia que el padre le hizo al abogado cuando fue a verlo a la cárcel:
vengarse de las tres hienas que tiene por hermanos. De forma paralela a la
trama familiar, destaca la trama del enamoramiento del protagonista, a quien la
familia le ha concertado una boda con una chica italiana que, sin embargo, no
duda en casarse con otro de los hermanos cuando su futuro marido es enviado a prisión.
La idea del protagonista es hacer honor a la palabra de casamiento dada a la
familia de la novia y mantener como amante a la mujer que le acaba
obsesionando. La personalidad de Max, autoritaria y con una autoseguridad en
todo idéntica a la del patriarca, se manifiesta en los diálogos en ese “y punto”,
period, en inglés, con que Max cierra
sus tajantes afirmaciones, un latiguillo que acaba convirtiéndose en parte del
juego amoroso entre él e Irene, Susan Hayward at her best…, elegante, seductora y dramática, una pareja, en
definitiva, que Mankiewicz mima con la cámara y con la luz para conseguir
escenas del mejor cine negro, si bien con la variante social de la mujer fatal
y el inmigrante trepador social que no acaba de perder sus orígenes, ni su
orgullo. Recordemos que un año después de esta joya, y con el mismo director de
fotografía, Mankiewicz rodó nada menos que Eva
al desnudo, una de las grandes películas de la Historia del Cine. Odio entre hermanos, no solo por la
cuidada estructura del guion, la puesta en escena y los movimientos de cámara,
así como por las robustas interpretaciones dramáticas, sobre todo de la pareja protagonista,
un choque violento de dos caracteres no dispuestos a dejarse dominar ni
siquiera por la propia pasión que sienten el uno por el otro, es una película
de Mankiewicz acaso no tan conocida como debería serlo, porque semejante
melodrama y tragedia familiar al mismo tiempo reúne todas las características
de las mejores producciones del cine usamericano. El guionista volvió a adaptar
la misma historia en un género distinto, el western, con el título Lanza rota, un peliculón interpretado,
en el papel de Gino Monetti, el padre, por Spencer Tracy. Philip Yordan, guionista de esta y de Odio entre hermanos, no lo
olvidemos, fue el guionista de Johnny Guitar, uno de los mejores westerns de la
historia del género.
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