El origen de la revolución contracultural de los 60 en Usamérica: lo que la ciencia ve, y lo que no ve, en la sexualidad humana.
Título original: Kinsey
Año: 2004
Duración 118 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Bill Condon
Guion: Bill Condon
Música: Carter Burwell
Fotografía: Frederick Elmes
Reparto: Liam Neeson, Laura Linney, Chris O'Donnell, Peter Sarsgaard,
Timothy Hutton, John Lithgow, Oliver Platt, Tim Curry, Dylan Baker, Julianne
Nicholson, William Sadler, John McMartin, Veronica Cartwright, David Harbour,
Dagmara Dominczyk, Luke Macfarlane, Benjamin Walker.
A pesar de haber repasado la
filmografía de Condon, la vejez tiene estas cosas: pasas por alto datos
evidentes y luego te pones la película de turno en el televisor y te llevas la
sorpresa: ¡Otra de Condon! En fin, desatenciones propias, ya digo, de la edad
provecta. La que sí sé que es suya es la de Mr. Holmes, que no sé si
seguirá a esta o se verá pospuesta por otra. Mi Conjunta aseveraba que esta de Kinsey
la habíamos visto, pero apenas recordaba nada de ella. Yo aseguro que no,
porque no guardaba ni la más mínima memoria de plano alguno, algo muy raro en
mí.
La película de
Condon es una biografía apresurada de la vida de uno de esos pioneros que van
marcando la evolución de las sociedades desde, en este caso, un ángulo tan
excéntrico en su momento, y tan cotidiano hoy, como el del estudio científico del
comportamiento sexual humano. Kinsey era
un entomólogo reconocido cuando se ofreció para dar un curso universitario
sobre la sexualidad, a raíz del cual inició un estudio estadístico muy
cuestionado (tanto desde el punto de vista de la demoscópica como, sobre todo,
del de la moralidad puritana de las instituciones usamericanas) sobre la
sexualidad humana midiendo todo lo mesurable con un sano espíritu científico, y
lo que la película nos muestra es cómo esa dedicación acabó afectando a su vida
cotidiana y académica. La película alterna el blanco y negro de los inicios de
su actividad y el color del presente en cada una de las etapas vitales del
personaje, porque lo que se ha de reconocer es que Alfred Kinsey era «todo un
personaje», caracterizado, como los grandes innovadores, por una fe ardiente y
absoluta en que han sido predestinados para cumplir una misión que favorecerá
la vida de sus semejantes, porque les aportará aquello de que carecían hasta su
investigación: un conocimiento científico de una de las manifestaciones más
sensibles, cotidianas y complejas emocionalmente de la especie humana: la
sexualidad.
La película no
nombra, ni por equivocación, por ese «adanismo» usamericano tan acusado que
padecen, a un precedente indiscutible de la labor de Kinsey, me refiero al Dr.
Magnus Hirschfield, estudioso de la sexualidad, sobre todo la masculina, y específicamente
la homosexual, quien desarrolló su pionera e importantísima labor contra los
prejuicios del puritanismo occidental en el Berlín de los años 20 y 30, en la
República de Weimar, al frente del Institut für Sexualwissenschaft,
del que es una réplica el creado por Kinsey para acoger en un marco adecuado
sus estudios, los que derivaron en sus informes famosos sobre la sexualidad delos
hombres y de las mujeres. Hirschfield es una figura capital en el ámbito del
estudio de la sexualidad, pero aún no ha tenido ni el reconocimiento ni la
película que permita al gran público acceder a una vida que merece ser
conocida. He visto una película sobre él en YouTube: Der Einstein des Sex – Leben und Werk des
Dr. Magnus Hirschfeld, dirigida por Rosa von Praunheim, pero «encuadrada» en
el ámbito de las producciones específicamente LGTBI, lo cual la aparta del
acceso a públicos mayoritarios. En todo caso, ilustra, sin demasiado arte
cinematográfico la lucha de Hirschfield, su gran labor social —su consultorio
atendía de forma gratuita a los pobres en épocas tan difíciles como las de la
hiperinflación del 23 y la crisis económica posterior al crack del 29— y
el modo como hubo de ir venciendo los prejuicios sociales tan arraigados frente
al simple conocimiento de los hechos relacionados con la sexualidad, o la lucha
política contra la desaparición de los artículos del código civil que
penalizaban la homosexualidad y el aborto.
Kinsey, magníficamente
interpretada por Liam Neeson y quien encarna a su mujer, Laura Linney, además
de la más que notable participación de ese excelente actor que es Peter Sarsgaard,
es una película yo diría que «necesaria», porque nos permite abordar la sexualidad
desde una ausencia de prejuicios religiosos de los que huyó enseguida el
protagonista, al chocar contra el muro de una educación religiosa castradora
por parte de su padre. Chocará a muchos que, además del olvido de Hirschfield, otro
científico de la sexualidad como Sigmund Freud apenas sea citado a lo largo de
la película, y ello se debe a que Kinsey centra su estudio en todo aquello que
puede medirse científicamente, para proveernos de una base de datos que permita
explicar ciertos comportamientos, aunque está claro que los fundamentos psicológicos
de esos comportamientos sexuales hallan una interpretación más pormenorizada y
fiable en la obra de Freud, quien solo muy tangencialmente dedica su atención a
los aspectos estrictamente fisiológicos de la sexualidad.
Lo fundamental
de la obra de Kinsey se desarrolla en una década, entre 1937 y 1947, en la que
no es de extrañar que sus objetivos científicos escandalicen a la sociedad
mojigata y puritana en que lleva a cabo sus investigaciones. Buena parte de la
película se dedica a la descripción del método con que llevó a cabo sus
estudios, en los cuales la entrevista personal para la realización de las
encuestas era el eje sobre el que pivotaba el método; una técnica de encuesta cuyo
perfeccionamiento se nos muestra en la película de un modo no exento de
comicidad; del mismo modo que son cómicos muchos momentos en los que los
encuestados expresan con total libertad sus miedos, sus prejuicios, sus ignorancias
o sus perplejidades. Aún estamos lejos de la revolución beatnik y de la
contracultura pop que se irá imponiendo a finales de los 50 y plenamente en los
60; pero lo que está claro es que sin el éxito mediático de los informes de
Kinsey, que tanto revuelo armaron en su momento, no hubiera sido posible la tan
rápida aceptación de una nueva vivencia de la sexualidad no basada en el
respeto reverencial a las prohibiciones y censuras religiosas aún muy
extendidas entre amplias capas de la población.
Sí, es una película
en la que la sociología y la ciencia se funden con los destinos de los
personajes, y es el espectador quien sale beneficiado por un enfoque que combina
con acierto no solo el color y el blanco y negro, sino los diferentes tiempos
vitales del protagonista, cuyo arco vital se describe, desde la infancia hasta
su prematura muerte. Y creó escuela, porque de todos es conocido el éxito que
alcanzó el Informe Hite sobre la sexualidad femenina a finales de los 70.
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