lunes, 19 de abril de 2021

«Kinsey», de Bill Condon, un estudio científico de la sexualidad.

El origen de la revolución contracultural de los 60 en Usamérica: lo que la ciencia ve, y lo que no ve, en la sexualidad humana.

 

Título original: Kinsey

Año: 2004

Duración 118 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Bill Condon

Guion: Bill Condon

Música: Carter Burwell

Fotografía: Frederick Elmes

Reparto: Liam Neeson, Laura Linney, Chris O'Donnell, Peter Sarsgaard, Timothy Hutton, John Lithgow, Oliver Platt, Tim Curry, Dylan Baker, Julianne Nicholson, William Sadler, John McMartin, Veronica Cartwright, David Harbour, Dagmara Dominczyk, Luke Macfarlane, Benjamin Walker.

 

         A pesar de haber repasado la filmografía de Condon, la vejez tiene estas cosas: pasas por alto datos evidentes y luego te pones la película de turno en el televisor y te llevas la sorpresa: ¡Otra de Condon! En fin, desatenciones propias, ya digo, de la edad provecta. La que sí sé que es suya es la de Mr. Holmes, que no sé si seguirá a esta o se verá pospuesta por otra. Mi Conjunta aseveraba que esta de Kinsey la habíamos visto, pero apenas recordaba nada de ella. Yo aseguro que no, porque no guardaba ni la más mínima memoria de plano alguno, algo muy raro en mí.

         La película de Condon es una biografía apresurada de la vida de uno de esos pioneros que van marcando la evolución de las sociedades desde, en este caso, un ángulo tan excéntrico en su momento, y tan cotidiano hoy, como el del estudio científico del comportamiento sexual humano.  Kinsey era un entomólogo reconocido cuando se ofreció para dar un curso universitario sobre la sexualidad, a raíz del cual inició un estudio estadístico muy cuestionado (tanto desde el punto de vista de la demoscópica como, sobre todo, del de la moralidad puritana de las instituciones usamericanas) sobre la sexualidad humana midiendo todo lo mesurable con un sano espíritu científico, y lo que la película nos muestra es cómo esa dedicación acabó afectando a su vida cotidiana y académica. La película alterna el blanco y negro de los inicios de su actividad y el color del presente en cada una de las etapas vitales del personaje, porque lo que se ha de reconocer es que Alfred Kinsey era «todo un personaje», caracterizado, como los grandes innovadores, por una fe ardiente y absoluta en que han sido predestinados para cumplir una misión que favorecerá la vida de sus semejantes, porque les aportará aquello de que carecían hasta su investigación: un conocimiento científico de una de las manifestaciones más sensibles, cotidianas y complejas emocionalmente de la especie humana: la sexualidad.

         La película no nombra, ni por equivocación, por ese «adanismo» usamericano tan acusado que padecen, a un precedente indiscutible de la labor de Kinsey, me refiero al Dr. Magnus Hirschfield, estudioso de la sexualidad, sobre todo la masculina, y específicamente la homosexual, quien desarrolló su pionera e importantísima labor contra los prejuicios del puritanismo occidental en el Berlín de los años 20 y 30, en la República de Weimar, al frente del Institut für Sexualwissenschaft, del que es una réplica el creado por Kinsey para acoger en un marco adecuado sus estudios, los que derivaron en sus informes famosos sobre la sexualidad delos hombres y de las mujeres. Hirschfield es una figura capital en el ámbito del estudio de la sexualidad, pero aún no ha tenido ni el reconocimiento ni la película que permita al gran público acceder a una vida que merece ser conocida. He visto una película sobre él en YouTube:  Der Einstein des Sex – Leben und Werk des Dr. Magnus Hirschfeld, dirigida por Rosa von Praunheim, pero «encuadrada» en el ámbito de las producciones específicamente LGTBI, lo cual la aparta del acceso a públicos mayoritarios. En todo caso, ilustra, sin demasiado arte cinematográfico la lucha de Hirschfield, su gran labor social —su consultorio atendía de forma gratuita a los pobres en épocas tan difíciles como las de la hiperinflación del 23 y la crisis económica posterior al crack del 29— y el modo como hubo de ir venciendo los prejuicios sociales tan arraigados frente al simple conocimiento de los hechos relacionados con la sexualidad, o la lucha política contra la desaparición de los artículos del código civil que penalizaban la homosexualidad y el aborto.

         Kinsey, magníficamente interpretada por Liam Neeson y quien encarna a su mujer, Laura Linney, además de la más que notable participación de ese excelente actor que es Peter Sarsgaard, es una película yo diría que «necesaria», porque nos permite abordar la sexualidad desde una ausencia de prejuicios religiosos de los que huyó enseguida el protagonista, al chocar contra el muro de una educación religiosa castradora por parte de su padre. Chocará a muchos que, además del olvido de Hirschfield, otro científico de la sexualidad como Sigmund Freud apenas sea citado a lo largo de la película, y ello se debe a que Kinsey centra su estudio en todo aquello que puede medirse científicamente, para proveernos de una base de datos que permita explicar ciertos comportamientos, aunque está claro que los fundamentos psicológicos de esos comportamientos sexuales hallan una interpretación más pormenorizada y fiable en la obra de Freud, quien solo muy tangencialmente dedica su atención a los aspectos estrictamente fisiológicos de la sexualidad.

         Lo fundamental de la obra de Kinsey se desarrolla en una década, entre 1937 y 1947, en la que no es de extrañar que sus objetivos científicos escandalicen a la sociedad mojigata y puritana en que lleva a cabo sus investigaciones. Buena parte de la película se dedica a la descripción del método con que llevó a cabo sus estudios, en los cuales la entrevista personal para la realización de las encuestas era el eje sobre el que pivotaba el método; una técnica de encuesta cuyo perfeccionamiento se nos muestra en la película de un modo no exento de comicidad; del mismo modo que son cómicos muchos momentos en los que los encuestados expresan con total libertad sus miedos, sus prejuicios, sus ignorancias o sus perplejidades. Aún estamos lejos de la revolución beatnik y de la contracultura pop que se irá imponiendo a finales de los 50 y plenamente en los 60; pero lo que está claro es que sin el éxito mediático de los informes de Kinsey, que tanto revuelo armaron en su momento, no hubiera sido posible la tan rápida aceptación de una nueva vivencia de la sexualidad no basada en el respeto reverencial a las prohibiciones y censuras religiosas aún muy extendidas entre amplias capas de la población.

         Sí, es una película en la que la sociología y la ciencia se funden con los destinos de los personajes, y es el espectador quien sale beneficiado por un enfoque que combina con acierto no solo el color y el blanco y negro, sino los diferentes tiempos vitales del protagonista, cuyo arco vital se describe, desde la infancia hasta su prematura muerte. Y creó escuela, porque de todos es conocido el éxito que alcanzó el Informe Hite sobre la sexualidad femenina a finales de los 70.

 

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