Cine pro policial al servicio de la lucha contra el narcotráfico: el debut de Yul Brynner
Título original: Port of New York
Año: 1949
Duración: 82 min.
País: Estados Unidos
Dirección: László Benedek
Guion: Eugene Ling, Leo Townsend. Argumento: Arthur A. Ross, Bert Murray
Música: Sol Kaplan
Fotografía George E. Diskant
(B&W)
Reparto: Scott Brady; Richard Rober; K.T. Stevens; Yul Brynner; Arthur
Blake; Lynne Carter; John Kellogg; William Challee; Neville Brand; Barry Brooks;Harry
Brown; Ann Doran.
Quizás el solo hecho de ver por
vez primera vez en pantalla a Yul Brynner sea ya motivo suficiente para echarle
un vistazo a la película, por poco amante que se sea de las estrellas cinematográficas.
Que, además, aparezca con pelo, es bien sabido que él se rapaba, y como jefe
inteligente, astuto y cruel de una banda de contrabandistas de droga, redondea
una imagen que después de esta película iría creciendo en una carrera que lo llevaría
al estrellato. Con todo, que el director de la película sea László Benedek,
director de El salvaje, una película, con Marlon Brando, que se convirtió
poco menos que en un hecho sociológico, al igual que Rebelde sin causa, con
James Dean, de Nicholas Ray.
El oficio, al director,
pues, se le presupone, o, mejor dicho, y por respetar la cronología, se forja
en películas como al presente, de serie B, pero con un planteamiento
perfectamente definido: parte documental sobre los métodos policiales de las
fuerzas que velan por la seguridad de todos; parte, un thriller brioso
que no escatima escenas de violencia y suspense, además de la dosis necesaria
de heroísmo en la lucha contra bandas sin
escrúpulos que mueven la droga y el dinero.
A través de una
información, la policía sabe que en el último buque llegado al puerto de Nueva
York viaja un importantísimo alijo de drogas cuyo paradero han de descubrir
antes de que se inicie la distribución y acabe generando los problemas que su
consumo produce. El punto de partida es interesante, porque el espectador puede
comprobar cómo ha de orientarse la policía para intentar llegar a los
delincuentes y abortar su criminal operación. Ve, además, el modo como trabaja
el servicio de vigilancia para acercarse a la identificación de los contrabandistas.
Y cómo, mediante el arresto de un sospechoso sobre cuya legalidad caben serias
dudas, van estrechando el cerco a los malhechores después de que la cómplice
del jefe, que viajaba en el buque Florentine, tras no poder conseguir de su
antiguo amante el dinero prometido, lo denuncie a los Federales para conseguir
la recompensa y desaparecer de la ciudad, pero, desgraciadamente, vuelve a
encontrarse con su jefe antes de partir, ella, directamente hacia la nada.
La película,
con un blanco y negro lleno de sombras contrastadas y escenas interiores con
notable suspense, sujeta bien el guion de la infiltración de los policías haciéndose
pasar, el que sobrevive, por otro mafioso de la costa oeste, cuyo aval, una foto
trucada del policía con el gánster, le sirve para no despertar sospechas.
La aceleración de los acontecimientos se reserva para el último cuarto de hora,
cuando el agente infiltrado en la organización es descubierto y corre serio
peligro de sucumbir, como le ocurrió a su compañera quien, en realidad, se
ofreció como víctima propiciatoria para que su compañero no fuera descubierto y
pudiera culminar la operación.
La premisa de
la película es la de La carta robada, de Poe, porque los delincuentes
operan en un buque en el puerto sin despertar la más mínima sospecha, y allí
mismo disponen del laboratorio para «cortar» la droga. Sí que aparece un club
nocturno, cuyo empresario es detenido por la intuición de que él les puede llevar
hasta al jefe mafioso.
Bien puede
decirse, finalmente, que el gran atractivo de la película es la contribución de
Yul Brynner, en un papel de criminal elegante y cruel, sarcástico, de untuosas
maneras, pero capaz de las mayores vilezas. Un porte distinguido y un rostro
muy personal, el propio de su origen ruso, otorgan al personaje un plus de
perversidad distinguida que llama forzosamente la atención del espectador. Un
actor muy intenso, en efecto. Sin él la película hubiera sido otro producto B
sin más; con él, un notable ejercicio de thriller policial bastante
notable.
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