miércoles, 24 de mayo de 2023

«Homunculus», de Otto Rippert, el protoexpresionismo alemán.

La necesidad de recuperar, completa y restaurada, una obra esencial del cine primitivo.

 

Título original: Homunculus.

Año: 1916

Duración: 67 min.

País: Alemania

Dirección: Otto Rippert

Guion: Robert Reinert

Fotografía: Carl Hoffmann

Reparto: Olaf Føns; Friedrich Khune; Theodor Loss; Ernst Ludwig; Albert Paul; Lore Rückert;  Margarete Hansen; Max Ruhbeck;   Lia Borré; ; Maria Immhofen; Robert Reinert Jr.

 

         Así que acabé la incursión en la figura de Theda Bara, el propio programa de películas mudas de YouTube me animaba a ver esta película, Homunculus, inspirada en parte en el Golem, de 1915,de Paul Wegener, hoy perdido,  y que, finalmente, he contemplado con placer y con indignación, porque la película es una joya, pero el refrito que he visto en YouTube es una síntesis muy forzada de las seis películas que se hicieron de esta historia, lo cual, a pesar del valor de las partes exhibidas, suprime la línea narrativa y ofrece saltos temporales y de situación que son difíciles de explicar.

         El comienzo, el nacimiento de un bebé probeta, sin intermediación de mujer alguna, a través de una máquina de la que sale el bebé no-humano, es prodigiosa, y supone un primitivísimo ejemplo de ciencia-ficción que ha de ser contemplado con admiración. Inmediatamente después nos encontramos ya con el Homúnculo adulto, muy consciente de su diferencia con los demás seres y con unas propiedades que lo elevan por encima de todos ellos, aunque, como parte de su herencia artificial, se trata de un ser al que le está imposibilitado enamorarse.

         La presencia del Homúnculo mezcla varios arquetipos del cine de terror, porque, por su indumentaria, nos recuerda al Nosferatu de Murnau, al diablo e incluso al mismísimo Drácula, además, por supuesto, de al monstruo del doctor Frankenstein para el que esta película sirvió de inspiración, en vez de la rodada en 1910 sobre la obra de Mary Shelley, Frankenstein, de J. Searle Dawley, un corto de 14 minutos producido, según la Wikipedia, por el inventor Thomas Alva Edison.

         A mí, particularmente, el protagonista me ha recordado mucho la encarnación del Diablo enamorado que hizo Fredric March en La muerte en persona, de Mitchell Leisen, pero, sin duda, uno de los grandes momentos de la película es cuando el personaje ha logrado escalar a la cima de los negocios y la política y asistimos a un desdoblamiento de su personalidad: la del jefe de los empresarios que les niega a los trabajadores un salario justo y la del rebelde que amotina a los trabajadores para asaltar las instituciones y obligarlos a retribuirlos con ese salario justo. De algún modo, advierto en ese desdoblamiento una prefiguración de El hombre que fue Jueves, de Chesterton. La fase de caudillo de las masas incluye escenas que recuerdan bastante a Metrópolis, de Fritz Lang, y la interpretación de Olaf Føns, que carga con todo el peso de las(s) película(s), es más que notable. Hay algo de bergmaniano en su figura, porque se trata de un ser doliente, permanentemente insatisfecho por la diferencia radical que hay entre él y quienes lo rodean, un ser incomprendido y solitario, destinado a la insatisfacción eterna.

         La puesta en escena y el uso de vastos espacios exteriores frente a los que se recorta la fortísima personalidad del protagonista le dan una dimensión cósmica a la película que la engrandece. En esos escenarios se consiguen planos de fortísima personalidad que preludian, en cierto modo, el expresionismo cinematográfico que no tardará en apoderarse de las pantallas de toda Europa.

         Aviso a cinéfilos contumaces: el estado de la película, tal y como la encontrarán en YouTube, es muy defectuoso, y hay varias partes que se ven propiamente en «negativo», sin que sea un efecto especial de la realización. Igualmente, hay escenas en las que la cólera del personaje parece expresarse ¡en color!, aunque insisto en que se trata de un efecto propio de la deturpación de la película, la cual exige una restauración que restituya las seis películas que conforman el ciclo del Homúnculo.

         A la espera de esa feliz ocasión, no dudo en recomendarla a quienes, como yo,  disfruten con los restos arqueológicos de una industria que no para de ofrecernos descubrimientos sorprendentes, entre los que podemos contar este Homunculus vigoroso y sugestivo.

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