La ópera prima
de John Slattery (Roger Sterling en Mad Men): una comedia de excelente humor
negro en un contexto deprimido socialmente.
Título original: God's
Pocket
Año: 2014
Duración: 87 min.
País: Estados Unidos
Dirección: John Slattery
Guion: John Slattery, Alex Metcalf. Novela:
Pete Dexter
Música: Nathan Larson
Fotografía: Lance Acord
Reparto: Philip Seymour Hoffman; Richard Jenkins;
Christina Hendricks; John Turturro; Eddie Marsan; Caleb Landry Jones; Glenn
Fleshler; Domenick Lombardozzi; Lenny Venito; Sophia Takal; Eddie McGee; Peter
Gerety; John Cenatiempo; Casey Roberts.
Los aficionados
a Mad Men guardarán muy buen recuerdo de John Slattery en su papel de
Roger Sterling, y, si tienen una excelente memoria recordarán que dirigió
algunos episodios de la serie, lo cual anunciaba un largo que, finalmente,
llegó en 2014: un debut para el que se rodeó de un casting sobresaliente, y en
el que destaca, por ser su penúltima película, Philip Seymour Hoffman, quien
ese mismo año rodaría la última, El hombre más buscado, de Anton
Corbijn. Es inevitable ver la película con el conocimiento de esa
circunstancia, porque la vida deprimente del protagonista recibe una inyección
de veracidad que se nutre de la ruina moral y física que llevó a Seymour
Hoffman a la muerte.
La película ha
dividido a la crítica profesional y a la aficionada. Y no acabo de entender la
animadversión hacia una película que, aun dentro de un género no precisamente
agradable de ver para el espectador, sí que satisface con creces las
expectativas de quien ve con respeto y sentido del humor una historia
ciertamente macabra en una barriada deprimida de una gran ciudad usamericana.
Digamos que tiene el ambiente de la serie Los Soprano y cierta violencia no
anda lejos de la misma, porque los tristes destinos de casi todos los
personajes que aparecen, todos ellos derrotados y sin pulso vital:
supervivientes que tratan de eludir sus responsabilidades a través del juego o
del alcohol y que los conduce, a través de la historia que genera la muerte del
hijastro del protagonista a manos de un negro de quien el muy tarambana abusa
verbal y físicamente, lo que lleva al viejo a darle un golpe en la nuca con una
tubería que lo deja tieso.
La madre, con
quien Seymour está casado, y cuyo camión frigorífico usa para ganarse la vida
trapicheando con carne de un matadero que tiene todos los papeles para ser
clandestino, dirigido por John Turturro, sospecha que su hijo ha sido víctima
de no puede figurarse qué, porque le resulta extraña que se trate de un
accidente de trabajo, como el jefe de la obra le relata a la policía. El
hijastro es el magnificente actor Caleb
Landry Jones, quien rodó Antiviral, de Brandon Cronenberg y, recientemente,
Los perdonados, de John Michael McDonagh, aunque tiene una carrera
sobresaliente, acorde con su altísima calidad interpretativa.
La historia se
va tejiendo en torno al funeral para el que la pareja no tiene dinero, y la
presencia de Eddie Marsan como empresario de la funeraria es uno de los
aciertos de la película. ¡Jamás olvidaré su interpretación en Still Life,
de Uberto Pasolini!, ¡un peliculón! La amistad entre el pequeño empresario del
matadero, quien le debe a la mafia del barrio nada menos que 20.000 dólares, y
la pasión de ambos, Seymour y Turturro, por apostar en las carreras de caballos,
apuesta en la que el protagonista pierde los dineros que había recaudado para
él el dueño del baro adonde acuden los vecinos que conocen a la familia,
complica de tal manera la trama que la trama degenera hacia una versión
grotesca de las relaciones mafiosas. Si a ello se le suma que el padrastro
descubre el cadáver del hijo de su mujer en el callejón trasero de la funeraria
y decide meterlo en el camión frigorífico poco antes de, desesperado, ir a
vender el camión para sacar con qué pagar el funeral, el enredo adquiere unos
tintes de humor tan negro como divertido.
La aparición,
finalmente, de Richard Jenkins como un periodista alcohólico y depredador
sexual, a quien encargan una crónica sobre el extraño accidente en un barrio
deprimido, eleva aún más el excelente nivel de la película. La secuencia de la
impresión que le causa la madre de la víctima, la exuberante Christina
Hendricks, y la del bar donde los parroquianos se rebelan contra él por el tono
despectivo con que retrató a la víctima, un retrato muy ajustado al original,
son de lo mejorcito de la película, aunque no nos podemos olvidar de la ejecución
en la floristería o de la lucha del dueño de la empresa donde muere el hijo e
hijastro contra los mafiosos corpulentos que quieren intimidarlo.
Tengo la
impresión de que God’s Pocket es una película de esas que crecen en el
recuerdo, y que acaban teniendo una dimensión mucho mayor de la que podemos
captar en el momento mismo del visionado. La vida arrastrada de casi todos los
personajes, el «gran» periodista incluido, tiñe de fracaso social e individual toda
la película, pero no se aleja ni un ápice de la realidad de cierta Usamérica,
ni profunda ni desquiciada, sino absolutamente cotidiana. En ello el director tiene
muy buena mano, y, aunque algunas escenas nos puedan parecer fuera de lo común,
lo cierto es que se trata de un retrato muy ajustado a una realidad de sobra
conocida.
En conjunto,
pocas películas tienen una galería de intérpretes tan variada y potente, y
entre todos ellos no deja de sobresalir Seymour Hoffman por razones
anteriormente explicadas, pero también por un arte interpretativo que ha
derrochado en cuantas películas ha intervenido.
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